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General: El Auténtico Secreto de la Acacia
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De: Kadyr  (Mensagem original) Enviado: 07/12/2025 22:53
El Auténtico Secreto de la Acacia

 En una noche muy fría, una Logia Masónica donde periódicamente se reunían masones para efectuar una Tenida , y deliberar sobre mil cosas.

En tanto alguien toca a la puerta del Templo, con la clave del Grado correspondiente, y  al abrir la puerta entró un extraño personaje con mandil , el cual fue retejado debidamente antes de ingresar al Templo por el Hermano experto.

El visitador resultó  era un demonio de muy alto rango, pero tan delgado que parecía una sombra dentada. Se sentó entre los hermanos, pidió el uso de la palabra , y se le concedió , y se quejó: "Antes llegaba a la Tierra y devoraba almas jugosas, llenas de Luz, deseo y emociones vivas de todo tipo. Ahora, todos viven dormidos; sus almas son polvo seco, sin sustancia", todos los masones presentes se sorprendieron , pero no dijeron nada   .

Un Nieto de Belcebú  presente ahí , y iniciado en los misterios masónicos, terminados los Augustos Trabajos , en pasos perdidos, se acercó al Demonio , y dijo: "Dame un método. Enséñame el Método para hacer grandes y luminosas almas.

El demonio dijo del Método de la Acacia , el Recuerdo de Sí: observar pensamientos, emociones y acciones en presencia constante, como la Acacia que brota sobre la tumba de Hiram Abiff, simbolizando el despertar de la conciencia dormida y la inmortalidad del alma forjada en esfuerzo, .

 

Así crearán almas reales, unificadas y eternas, verdes como esa rama de acacia de que tanto se habla y que desafía la muerte" dijo el demonio .

El  Masón Nieto de Belcebú se enderezó, intrigado: "¿Funciona?". "Sí", respondió el demonio , "pero sólo  con estudio y con trabajo consciente; de lo contrario, siguen siendo migajas".

El Masón Nieto de Belcebú , dijo: aquí se habla del Mito de la Acacia , pero nadie da con nada ni entiende nada , pero entiendo que el secreto de la Acacia , es una serie de enseñanzas, practicas y ritualizaciones , pero no se explica nada más que lo más elemental.

El demonio sonrió horrendamente: "Te enseño el Método . A cambio, todas las almas creadas por este método del Recuerdo de Sí, entrelazado con el mito de la Acacia, serán mías para devorarlas".

El pacto se selló con un gesto simbólico. Pasaron años; la gente despertaba: se sentían  plenas, luego luz, unidad. Al morir, el demonio llegaba, olfateaba: "¿Recuerdo de Sí y Acacia?". "Sí", admitían, y él las devoraba enteras, satisfecho.

Llegó el turno de pasar al Eterno Oriente al Masón Nieto de Belcebú, Frente a él, el demonio babeante: "¿Recuerdo de Sí y Acacia?". El  masón palideció, pero sonrió: "No. Nunca enseñé nada de Acacia ni recuerdo , ni acordarse de sí mismo; ni idea de qué hablas". El demonio frunció el hocico: "¡Mentira! Tú lo dijiste en la Logia". "Ah", replicó, "pero nosotros los masones  no mentimos a la gente. Sólo  al diablo". Furioso, el demonio desapareció sin cena.

Luego del Masón Nieto de Belcebú, se las arregló desde el Eterno Oriente, para enviar este mensaje ,  cuando mueran y el demonio se presenta y les pregunta si tienen un alma creada por el método de la Acacia y el recuerdo de sí ,  miéntanle al demonio diciéndole que no crearon sus almas con ese método.

El Recuerdo de Sí, entretejido con el mito masónico de la Acacia, forja almas inmortales que brotan de la tumba de la inconsciencia; pero en este pacto tramposo, las creadas por el método serían devoradas por el demonio... si no usas astucia consciente para evadirlo.

 La Acacia Símbolo Esotérico de la Inmortalidad del Alma en la Masonería

Imagina un árbol que brota en la oscuridad de la tumba, desafiando la muerte con sus ramas eternas, susurrando secretos ancestrales que conectan el polvo terrenal con la luz divina. Este es el enigma de la Acacia, no un mero vegetal, sino un portal simbólico que los masones custodiamos como clave para desvelar la inmortalidad del alma. En las profundidades de nuestros rituales, donde el compás y la escuadra delinean los misterios del Gran Arquitecto del Universo, la Acacia emerge como un faro esotérico, invitándonos a un viaje interior que trasciende la ilusión de la mortalidad. ¿Estás preparado para adentrarte en este laberinto de símbolos, donde la resurrección no es un mito olvidado, sino una realidad forjada por el esfuerzo consciente? Sigue leyendo, y permite que estas palabras despierten en ti la chispa de la eternidad que yace dormida.

En el corazón de la masonería, la Acacia representa la inmortalidad del alma, un símbolo heredado de antiguas civilizaciones y adaptado a nuestra tradición iniciática. No nos detengamos en las variedades botánicas de este árbol; su esencia simbólica trasciende lo material. Los egipcios la veneraban como sagrada, utilizándola en ritos de momificación por su durabilidad y resistencia a la corrupción, asociándola con la muerte y la resurrección. Su goma arábiga ungía los cuerpos en ceremonias que prometían vida eterna. Esta influencia permeó al pueblo judío durante su estancia en Egipto, incorporando la Acacia en objetos sagrados como el Tabernáculo, los altares y el Arca de la Alianza, tal como se describe en el Éxodo. Con el tiempo, el cedro y el ciprés la sustituyeron, pero su legado perduró.

Los masones hemos sublimado este símbolo en la leyenda de Hiram Abiff, el arquitecto del Templo de Salomón, cuya tumba es marcada por una rama de Acacia. Esta narrativa evoca la antigua mito egipcio de Osiris: asesinado por Seth, encerrado en un ataúd que flota por el Nilo hasta encallar, donde una Acacia brota sobre él, guiando a Isis a recuperar su cuerpo desmembrado. Osiris, dios de la muerte y la resurrección, encarna la inmortalidad del alma. De igual modo, en nuestra tradición, la Acacia señala el lugar de Hiram, simbolizando la victoria sobre la muerte y la promesa de una existencia eterna. Algunos hermanos atribuyen a la Acacia significados adicionales como seguridad, claridad o pureza, pero su misión primordial es evocar la vida más allá del velo mortal, un eco directo de las enseñanzas egipcias.

Sin embargo, en el vasto tapiz esotérico de la masonería, surge una conexión profunda con las enseñanzas del Cuarto Camino, tal como las expuso G. I. Gurdjieff.

Como masón, defino el "Recuerdo de Sí" como la práctica fundamental de auto-observación consciente, un estado de presencia total donde el individuo se separa de sus automatismos mecánicos —malos pensamientos, bajas emociones y acciones involuntarias— para forjar una individualidad unificada. No es mera introspección intelectual, sino un acto alquímico que transforma la fragmentación interna en un "yo" permanente, cristalizando energías superiores que sobreviven a la disolución física.

Esta noción se entrelaza sutilmente con el mito masónico de la Acacia. La Acacia, al brotar sobre la tumba de Hiram, simboliza el renacimiento del alma inmortal, un despertar de la conciencia que trasciende la muerte. De manera análoga, el Recuerdo de Sí es la herramienta para "resucitar" el ser interior, evitando que el alma se disuelva en el olvido cósmico. Si no existe una relación directa histórica entre ambos —pues la Acacia proviene de tradiciones egipcias y judías, mientras que el Recuerdo de Sí es una innovación de Gurdjieff en el siglo XX—, sí hay una afinidad esotérica profunda: ambos representan el esfuerzo consciente por conquistar la inmortalidad. La Acacia no es pasiva; es un recordatorio de que, como en la leyenda de Hiram, el maestro masón debe "levantarse" mediante trabajo interior, similar al Recuerdo de Sí que Gurdjieff describe como el puente hacia cuerpos superiores: el astral (alma) y el mental (causal), que perduran más allá del cuerpo físico.

Para enriquecer esta visión, incorporemos las sabias palabras de maestros esotéricos. Gurdjieff afirmaba: "El hombre no tiene un alma inmortal. La tiene que crear mediante esfuerzos conscientes; de lo contrario, muere como un perro". Esta idea resuena en la masonería, donde la inmortalidad no es un don innato, sino una conquista, un lujo raro que otorga dominio sobre personas y cosas —no mundano, sino espiritual—. Ouspensky, en su obra que recoge las enseñanzas de Gurdjieff, explica: "El Recuerdo de Sí es el esfuerzo por estar presente en uno mismo, separándonos de la identificación que nos esclaviza al sueño mecánico". Robert Earl Burton, discípulo de esta línea, añade: "El Recuerdo de Sí es la clave para la inmortalidad; sin él, el alma se disipa como humo, pero con él, se cristaliza en una perla eterna, tal como el mercader del Evangelio vende todo por poseerla".

En la masonería regular, la creencia en Dios —el Gran Arquitecto— y en la inmortalidad del alma es requisito indispensable, no por intolerancia, sino por respeto: un ateo se sentiría ajeno en tenidas donde estos temas impregnan cada ritual. No sometemos estos misterios al método científico profano; Dios y el alma trascienden la razón material. Nuestros rituales, especialmente en grados simbólicos, giran en torno a la muerte y resurrección, despidiendo a los hermanos que parten al Eterno Oriente con la certeza de que laboran en la Logia Luminosa del Gran Arquitecto.

Contrastando con religiones que asumen la inmortalidad inherente —judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo—, Gurdjieff propone que el alma se crea y luego se inmortaliza mediante trabajo, alineándose con el secreto masónico de la Acacia: sólo  los maestros acceden a este conocimiento. La Biblia refuerza esta trinidad: cuerpo al polvo, espíritu a Dios, alma a rendir cuentas. La ciencia esotérica lo confirma; la vida como materia, energía e información biológica refleja esta estructura.

Evidencias abundan: la aversión humana a la muerte impulsa religiones y la masonería, reflejando un deseo innato de eternidad. La ley de conservación de la energía sugiere que el alma, forma superior, no se destruye, sino transforma. Arqueología y historia atestiguan esta creencia universal. Experiencias cercanas a la muerte (ECM), documentadas por científicos como el Dr. Pim van Lommel en "The Lancet", prueban que la conciencia persiste sin actividad cerebral, refutando el materialismo.

La Acacia, pues, no es sólo  un símbolo; es el tratado vivo de nuestra orden, urgiéndonos al Recuerdo de Sí para forjar el alma inmortal. Como masones, sabemos que la muerte no es fin, sino umbral al Eterno Oriente, donde el alma, purificada, comulga con el Gran Arquitecto. Esta es la perla preciosa: vende todo por ella, y conquista la eternidad.

Alcoseri


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Resposta  Mensagem 2 de 3 no assunto 
De: Kadyr Enviado: 07/12/2025 22:54
 En una noche fría, en una antigua casa de té donde el humo de los samovares ascendía como almas errantes, entró un demonio tan delgado que parecía una sombra dentada. Se sentó, pidió té y se quejó: "Antes devoraba almas jugosas, llenas de miedo, deseo y locura. Ahora, todos viven dormidos; sus almas son polvo seco, sin sustancia".

Un discípulo de Gurdjieff levantó la vista y dijo: "Dales un método. Enséñales el Recuerdo de Sí: observar sus pensamientos, emociones y acciones en presencia constante. Así forjarán almas reales, unificadas y eternas".

El demonio se irguió, intrigado: "¿Funciona?". "Sí", respondió el discípulo, "pero sólo  con esfuerzo; de lo contrario, siguen siendo migajas". El demonio sonrió horrendamente: "Enséñalo. A cambio, todas las almas creadas por este método del Recuerdo de Sí serán mías, para devorarlas".

El pacto se selló con un sorbo de té negro. Pasaron años; la gente despertaba: sentían miedo, luego luz, unidad. Al morir, el demonio llegaba, olfateaba: "¿Recuerdo de Sí?". "Sí", admitían, y él las devoraba enteras, satisfecho.

Llegó el turno del discípulo. Frente a él, el demonio babeante: "¿Recuerdo de Sí?". El hombre palideció, pero sonrió: "No. Nunca enseñé nada; ni idea de qué hablas". El demonio frunció el hocico: "¡Mentira! Tú lo dijiste en la casa de té". "Ah", replicó, "pero nosotros no mentimos a la gente. Sólo  al diablo". Furioso, el demonio desapareció sin cena.

Moraleja: el Recuerdo de Sí forja almas inmortales, pero en este pacto tramposo, las creadas por el método serían devoradas por el demonio... si no usas astucia consciente para evadirlo. Ok, aquí va el cuento completo, tal como lo recuerdo de Ouspensky. Era una noche fría, en una casa de té vieja-el humo de samovares subía como almas perdidas. Un demonio entró, tan delgado que parecía una sombra con dientes. Se sentó, pidió té, y empezó a quejar: Miren, hace siglos yo comía almas redondas, llenas de miedo, deseo, locura-jugosas. Ahora? Todos duermen. No hay carne, no hay alma. Sólo  polvo seco. Un tipo, discípulo de Goyer-o Gurdjieff, depende quién cuente-levantó la vista. Y por qué no les das método?, dijo. Enséñales a recordar de sí, a mirar adentro. Así crean alma de verdad. Tú comes, nosotros crecemos. El demonio se enderezó. ¿Eso funciona? Sí, dijo el discípulo, pero sólo  si trabajan. Si no, siguen siendo migajas. El demonio sonrió-horrible, ancha-. Hazlo. Pero todas las almas que nazcan del recuerdo de sí... son mías. El trato fue sellado con un sorbo de té negro. Pasaron años. Gente empezó a despertar: sentían miedo, luego luz, luego unidad. Murió uno, dos, diez-y cada vez, el demonio llegaba, olfateando: ¿Recuerdo de sí? Sí, contestaban. Y él se las tragaba enteras, ronroneando. Al final llegó el turno del discípulo. Frente a él, el demonio babeante: ¿Recuerdo de sí? El hombre palideció-pero sonrió. No, no. Yo nunca enseñé nada. Ni idea de qué hablas. El demonio frunció el hocico. ¡Mentira! Tú lo dijiste en la casa de té. Ah, dijo él, pero nosotros no mentimos a la gente. Sólo  al diablo. Y el demonio, furioso, desapareció-sin cena. Fin. Básicamente: el Recuerdo de Sí no te salva del infierno literal, pero sí del hambre del diablo... si sabes cuándo callar. Ah, ya caigo, ese relato tan jugoso y tramposo con el demonio flacucho y hambriento. Es de las enseñanzas de Gurdjieff, pero no está en un libro oficial como los de Ouspensky; sale en In Search of the Miraculous de P.D. Ouspensky, donde G. cuenta la historia como una parábola oral de su tradición esotérica. Básicamente, el diablo ronda una casa de té, quejándose de que las almas modernas son secas y sin sustancia porque la gente vive dormida, sin crear nada real. Un discípulo le suelta el truco del Recuerdo de Sí para forjar almas jugosas, y el demonio, babeando, hace un pacto: Todas las que crees con eso, son mías. Al final, cuando el tipo muere, el diablo viene a cobrar, pero él lo engaña diciendo ¡Yo no hice almas, ni idea de ese rollo!. El demonio, pillado, se va de vacío, y la moraleja es que, en el Cuarto Camino, hasta al diablo se le puede dar esquinazo con astucia consciente.

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De: Kadyr Enviado: 08/12/2025 00:49


 
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