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Mujer y Familia: 2.- El Matrimonio el, El Divorcio Y 2das. Nupcias
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ** Genesis **  (Mensaje original) Enviado: 13/03/2011 17:51
su-iglesia.com 
Parte 2: El Divorcio
 
 

 

La Biblia dice:

No seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio (Malaquías 2.1516).

En la parte anterior se explica que el plan de Dios para nuestro matrimonio es que represente la fidelidad de Dios aquí en la tierra. Esto se hace real cuando, como cónyuges, nos entregamos únicamente el uno al otro, pase lo que pase, hasta la muerte. En tal cuadro obviamente no cabe el divorcio. En gran parte, el mundo evangélico estaría muy de acuerdo en que el divorcio no es bueno.

Sin embargo, cuando se trata de matrimonios con problemas, sea el propio o el de conocidos, yo encuentro que muchas veces las personas tienen una serie de excusas para justificar los divorcios que hay entre ellos. En la primera parte de este artículo le llamamos a esta actitud la “cultura de la indiferencia” con relación a los mandamientos de Dios. Nuestra oración a Dios es que él pueda usar esta parte acerca del divorcio para que se efectúe un cambio, primero en nuestra propia vida personal y luego a nivel familiar, congregacional, e incluso nacional, cambiando nuestra “cultura de indiferencia” a una “cultura de atención” a lo que Dios manda.

Pues, ¿qué nos manda Dios en relación con el divorcio? En primer lugar, pongámonos de acuerdo sobre un punto muy esencial: Dios aborrece el divorcio. Él así lo dice en Malaquías 2.1516. Dios aborrece cualquier infidelidad a los pactos o contratos que hayamos hecho. ¿Cómo no va a aborrecer también la infidelidad a los votos matrimoniales? En esto está de acuerdo casi todo el mundo religioso, ¿verdad? A nadie le gusta el divorcio.

Pero no siempre estamos en el mismo parecer cuando surgen situaciones matrimoniales difíciles. Por ejemplo, si mi cónyuge incumple su parte del contrato matrimonial, ¿me libera esto para invalidar mi responsabilidad también? ¿Existen situaciones en que Dios bendice a los que están bajo divorcio? Y si existen, ¿cuáles son?

Para contestar estas preguntas, trataremos de despegarnos de todas las emociones y toda la polémica que siempre acompaña este asunto. Queremos entender con claridad cuál es el corazón de Dios para su pueblo con respecto a esta cuestión.

A. ¿Por qué aborrece Dios el divorcio?

Hemos visto que Dios aborrece el divorcio. Pero, ¿por qué lo aborrece? ¿Qué hay en el corazón de Dios que lo hace sentir tanta repugnancia para el divorcio? Primero, es porque…

1. El divorcio rompe el significado simbólico del matrimonio

Dios nos ha dicho que la relación del matrimonio simboliza la relación entre él y su pueblo. Note que al leer Malaquías capítulo dos, aun es difícil ver cuáles versículos hablan de la relación entre el hombre y su mujer y cuáles de la relación entre Dios y su pueblo Israel. Esto es porque ambas relaciones son muy semejantes. En ambos casos, Dios exige la fidelidad absoluta.

¿Qué tal nosotros, los maridos? ¿Vivimos nosotros con nuestra esposa de tal forma que representamos sinceramente la fidelidad de Dios para con su pueblo? Y ustedes, esposas, ¿reflejan la fidelidad del verdadero pueblo de Dios para con él en la manera en que viven con su marido?

Dios siempre cumple sus promesas. La Biblia dice que él no puede mentir. La fidelidad de Dios es una parte integral de su carácter. Es la verdadera expresión de su persona.

En fin, Dios aborrece el divorcio porque constituye una burla descarada ante el mundo con respecto a la fidelidad de Dios. Además, Dios lo aborrece porque…

2. El divorcio es un intento de separar lo que Dios juntó

En Mateo 19.3 los fariseos le preguntaron a Jesús: “¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” Jesús les respondió en los versículos 4–6: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.”

Efectivamente, ante Dios el divorcio no deshace el lazo matrimonial, pues Romanos 7.13 dice que el matrimonio es de por vida. Pero ante los ojos de los hombres, el divorcio sí deshace el matrimonio. Los cónyuges divorciados viven separados, desafiando de esa manera al Dios altísimo que los creó y los juntó en una sola carne. ¡Esto no debe ser!

Además, Dios aborrece el divorcio porque…

3. El divorcio demuestra otro espíritu que no es de Jesús

Jesús vino a este mundo como Príncipe de paz. Pedro escribió esto acerca de lo que Jesús hizo mientras andaba en la tierra: “Cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2.23). Luego, el apóstol nos amonesta en 1 Pedro 4.19: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”.

Por lo general, el divorcio es directamente contrario a este espíritu que demostró Jesús. El divorcio es una reacción. Sólo mencionarle la posibilidad del divorcio a su cónyuge es amenazarlo. El divorcio clama: “Yo tengo el derecho a vivir mi propia vida como yo quiera vivirla”. Por eso, Dios aborrece el divorcio. Además, lo aborrece porque…

4. El divorcio priva a los hijos de un ambiente seguro

Los especialistas muchas veces están equivocados, pero en lo que voy a decir, creo que están en lo correcto. Ellos dicen que los hijos de los padres divorciados tienden a la delincuencia. Son más propensos al robo, al homicidio y a un sinfín de crímenes. Las calles y las cárceles están llenas de jóvenes delincuentes que son producto de hogares despedazados por el divorcio. Satanás saca ventaja y oprime cada vez más a estos jóvenes con los lazos del vicio. ¿Cuántos desventurados acabarán en el infierno como resultado de la decisión de sus padres de divorciarse?

No sabemos. Pero las siguientes palabras de Jesús acerca de los que hacen tropezar a los “pequeños” deben alarmarnos: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18.6). Dios aborrece el divorcio porque hace tropezar a los hijos. Además, Dios lo aborrece porque…

            5. El divorcio engendra más divorcio

No hace tantos años que el divorcio casi no se conocía en las Américas. Pero, ahora es una práctica desenfrenada. Se dice que de cada cien matrimonios, aproximadamente unos cincuenta terminarán en divorcio.

¿Por qué ha cambiado tanto este tema desde la época de mis abuelos? ¿Será que ahora hay menos religión de la que había en ese tiempo?

No, no lo creo. Los Estados Unidos, por ejemplo, sigue siendo un país bastante religioso. Y lo que es peor, las estadísticas demuestran que en las regiones más religiosas de este país el índice de divorcios es más alto que en las menos religiosas.

¿Será que hoy día la gente se esfuerza menos que antes por salvar los matrimonios? Tampoco lo creo. Lo cierto es que nunca se han visto tantas instituciones que ofrezcan orientación matrimonial como en la actualidad. A nadie le gusta el divorcio.

¿Será que ahora es más fácil tramitar y obtener un divorcio? Sí, es más fácil, y estoy seguro de que esto es un factor determinante en la causa del aumento de las tasas del divorcio. Sin embargo, no creo que sea el factor principal, porque hay iglesias cristianas actuales que viven bajo las mismas leyes fáciles del estado y están completamente libres del azote del divorcio. ¿Por qué? Porque no permiten que el divorcio eche raíces en sus congregaciones y por eso no puede reproducirse.

El divorcio corre tan desenfrenadamente hoy día porque la generación actual está cosechando lo que sembraron sus padres, y es una cosecha bastante amarga. La generación anterior y la que la antecedió sembraron el divorcio al abrir la puerta (aunque inicialmente la abrieron sólo un poquito) a la idea de que el divorcio es una opción en el caso de matrimonios difíciles. Lo que hoy vive nuestra generación es testimonio de la veracidad de la Biblia cuando dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6.7).

Existe también otra manera en que el divorcio engendra más divorcio. Dios instituyó el pacto matrimonial para la seguridad emocional de los cónyuges. ¿Qué sucede si surgen disputas entre esposos y ambas partes saben que si no pueden llegar a un acuerdo, queda la opción del divorcio? Sin ningún lugar a dudas, tal posibilidad le quita a los cónyuges la seguridad misma que el pacto matrimonial debería darles en medio de las dificultades.

Pensemos ahora en la próxima generación. Se dice que los hijos de padres divorciados se divorcian con más regularidad. De aquí a veinte años, ¿qué pasará con los matrimonios de nuestros hijos? ¡Volvamos, pues, a Dios! ¡Clamemos a él por su misericordia! ¡Dejemos de traicionar a nuestros cónyuges y a nuestros hijos!

  B. Pero, ¿será que Dios aborrece todo divorcio?

En Mateo 5.32 y 19.9 Jesús dijo unas palabras que han sido motivo de numerosas disputas en el mundo evangélico. En Mateo 5.32 dice: “Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere”. Aquí presento tres maneras de interpretar esta frase “a no ser por causa de fornicación”:

Interpretación #1: Algunos creen que la frase “a no ser por causa de fornicación” se refiere a la costumbre de las parejas judías de desposarse o comprometerse el uno al otro unos meses antes de la boda. Durante ese período de desposorio, la gente se refería a ellos como “marido” y “mujer”, aunque aún no vivían juntos. En tal caso, si se hallaba que la mujer le había sido infiel a su “esposo”, él no debía casarse con ella, sino que hacían un divorcio legal para anular el compromiso de desposados. Todo esto era antes de consumar el matrimonio. Considere el caso de José y María, los padres de Jesús. Ya que María se halló embarazada antes que ambos vivieran juntos, José creía que ella había cometido fornicación y pensó repudiarla (véase Mateo 1.18–22).

Interpretación #2: Otros creen que esta frase trata la situación donde uno de los cónyuges vive en la práctica de la fornicación, y que en tal caso el cónyuge fiel se volvería partícipe del pecado si siguiera viviendo con él.

(Véase también Salvo por la causa de fornicación, que da otra interpretación)

Interpretación #3: Aun otros creen que esta frase le da derecho al cónyuge “inocente” a divorciarse del otro cónyuge por casi cualquier infidelidad matrimonial. Miles de “cristianos” se han aprovechado de esta interpretación para así justificar su propio divorcio.

Ahora bien, en realidad, ¿qué quiso decir Jesús con la frase “…a no ser por causa de fornicación”?

Considérela de esta manera. En Mateo 19 los fariseos le habían preguntado a Jesús: “¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” En su respuesta, Jesús claramente estableció una norma mejor que la de la ley o el permiso de Moisés, pues dijo que “por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así”.

Pero sucede que hoy día muchos se aprovechan de la frase de Jesús, “a no ser por causa de fornicación”, permitiendo aun más divorcio que lo que permitió Moisés. ¡Abundan los pastores que no sólo permiten el divorcio, sino que hasta aconsejan a sus miembros a que se divorcien.

Además, hoy día muchas iglesias permiten que las mujeres se divorcien de sus maridos. ¡Esto ni Moisés lo permitió! Toda referencia al divorcio en el Antiguo Testamento se refiere al marido que se divorcia de su mujer. No hay excepción alguna. (Busque en su Biblia si no lo cree.)

Las interpretaciones uno y dos concuerdan más con la enseñanza general de Jesús, así como con las demás escrituras sobre este asunto. La interpretación número uno es muy común entre los anabaptistas conservadores de hoy. La interpretación número dos es la que comúnmente abrazaron los primeros cristianos después de los apóstoles. La interpretación número tres es un instrumento en las manos de Satanás para obrar en contra de Dios.

Con todo, si en algunos casos Jesús permitió la separación, nunca hallamos que él permitiera las segundas nupcias a menos que uno de los cónyuges haya muerto.

 


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