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1º Serie Dulce Venganza: Capítulo 9
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: NeΪida  (Mensaje original) Enviado: 25/03/2014 03:41

58

 

Capítulo 9

Caitlyn miró a Jefferson, que estaba sentado al otro lado de la mesa, y supo que no podría seguir fingiendo durante mucho más tiempo. Cuando lo miraba, sentía un profundo peso en el corazón. Afortunadamente, Debbie y Janine estaban a punto de llegar. Necesitaba a sus amigas. Si les hubiera contado a sus amigas su estúpida idea de volver en contra de Jefferson su estúpido plan de seducción, ellas le habrían convencido para que no lo hiciera. Precisamente por eso había guardado silencio.

Cada vez que sus amigas llamaban por teléfono, evitaba por completo el tema de Jefferson, lo que no resultaba fácil dado que ambas querían estar al tanto de lo que ocurría en aquel asunto. ¿Cómo podía explicarles a sus amigas algo que ni siquiera ella misma comprendía? Se había metido en aquella situación conscientemente, con la idea de enseñarle a Jefferson una lección que necesitaba desesperadamente. Con la idea de darle un poco de su propia medicina. Para hacerle daño tal y como él había pensado en hacerle a ella.

El problema era que no le estaba haciendo daño en absoluto, pero ella se sentía desgarrándose por dentro. Cada día que pasaba a su lado, sólo conseguía que lo amara y lo deseara más de lo que había imaginado al principio. Aunque sabía que él sólo estaba fingiendo, se había enamorado de aquel Jefferson relajado, feliz y afectuoso y ya no había salida. Deseaba de todo corazón que él sintiera algo por ella. Era un hombre divertido, inteligente y atento, además de un amante fabuloso. El hombre perfecto… si todo no fuera una enorme mentira.

Mientras acariciaba la pequeña tabla de surf con un dedo, recordó con gesto ausente el día anterior, cuando Jefferson le compró la pulsera. El gesto de sorpresa que se reflejó en sus ojos al ver que ella no se había fijado en los diamantes había resultado casi irrisorio. Casi. Le había hecho comprender la verdad.

Jefferson no la veía por quien era. Para él, sólo era otra de las muchas mujeres que andaban siempre a su alrededor. Una mujer a la que utilizar durante un tiempo para luego olvidarse de ella. Una mujer que estaría dispuesta a aceptar un puñado de diamantes en vez de cariño verdadero. Había esperado que Caitlyn ocupara su lugar en la legión de mujeres que mantenía a raya con caros regalos. Y, cuando todo hubiera terminado, esperaría que ella regresara a trabajar para él para que la vida volviera a la normalidad según Jefferson Lyon.

Aquél había sido el momento en el que ella había aceptado por fin que tenía que terminar con aquello. Tenía que conseguir que Jefferson regresara a casa. Quería disfrutar de algún tiempo con sus amigas, tiempo para acostumbrarse al hecho de que Jefferson no iba a volver a ser parte de su vida.

—¿Hola? —preguntó él chascándole los dedos delante de los ojos. Ella se sobresaltó—. ¿En qué estabas pensando? ¿Tan aburrido soy?

—Lo siento —contestó ella. Tomó su copa de vino para no llorar delante de él—. Nada de aburrido. Simplemente estaba… pensando.

—Eso ya lo veo…



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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 03:43

59

 

Estaban cenando en el restaurante que había en la azotea del hotel. Efectivamente, Fantasías merecía la fama que tenía. Llevaba viviendo una fantasía desde hacía más o menos una semana. Había disfrutado cada minuto de ella porque, en realidad, había sabido que no iba a durar.

Sin embargo, cuando el final era ya inminente, Caitlyn se resistía a contarle a Jefferson la verdad. ¿Qué tenía de malo disfrutar de una noche más? ¿No sería igual de válido el día siguiente para terminar la magia?

—Estás haciéndolo otra vez. ¿En qué estás pensando? Tienes un aspecto muy serio — dijo él, colocando una mano encima de la de ella.

—No. Tal vez esté un poco cansada —replicó ella, tratando de ignorar el contacto.

—No me sorprende. ¿Cuántos kilómetros hemos recorrido hoy en esas bicicletas? ¿Ciento veinte?

Caitlyn se echó a reír. No pudo evitarlo. ¿Por qué tenía que ser tan encantador y tan mentiroso a la vez?

¿Por qué no podía amarla?

—Pero si esta isla sólo tiene un diámetro de quince kilómetros y no los recorrimos enteros.

—Pues lo parece, pero mereció la pena sólo por encontrar ese lugar para hacer un picnic —afirmó él apretándole de nuevo la mano.

—Sí. Era muy bonito.

Efectivamente, había sido un delicioso jardín tropical, con catarata incluida. Se había sentido como si los dos fueran las dos últimas personas sobre el planeta. Después de comer, se habían desnudado para bañarse en las cristalinas aguas.

Al recordar lo que había ocurrido a continuación, cuando ella se había tumbado desnuda bajo el sol mientras que Jefferson besaba cada centímetro cuadrado de su cuerpo, deseaba poder pasar más tiempo con él. Más tiempo disfrutando de aquella mentira a la que los dos estaban jugando.

—Podríamos regresar mañana —sugirió él con voz tentadora.

Aunque volvieran todos los días, la situación no cambiaría. Seguirían atrapados en una red de mentiras.

Tomó un sorbo de vino y dio las gracias a Dios cuando el teléfono móvil de Jefferson comenzó a sonar. Así, no tuvo que contestarle.

Al mirar la pantalla, Jefferson frunció el ceño y musitó:

—¿Qué diablos? Sólo voy a tardar un minuto. ¿Max? ¿Cómo has conseguido este número? ¿Que te lo ha dado Georgia?

Jefferson había realizado la última pregunta con evidente irritación. Caitlyn sabía que su compañera acababa de cometer otro error.

—Bien. ¿Qué es tan importante que has tenido que llamarme a mi móvil?

Fuera lo que fuera lo que Max le estaba diciendo, no parecían ser buenas noticias. El rostro de Jefferson estaba tenso y la furia relucía en sus ojos azules.

—¿Cómo lo has sabido? —preguntó—. Ah. Georgia otra vez. Es una verdadera fuente de información. Está bien. Espera un momento.


Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 03:44

60

 

—¿Qué es lo que pasa?

—Oh, nada —dijo Jefferson extendiendo el teléfono hacia ella—, pero tal vez podrías decirme por qué Max se ha molestado en llamarme tan sólo para poder hablar contigo.

—¿Conmigo? ¿Y cómo voy a saberlo yo?

—En ese caso, ¿por qué no lo averiguas?

Caitlyn tomó el teléfono y, tras mirar de nuevo a Jefferson, dijo:

—Max, ¿por qué querías hablar conmigo?

—Ah, cielo. Me alegra poder escuchar tu voz. Deberías haberme advertido que ibas a dimitir de tu puesto en Lyon.

—Fue una decisión que tomé en el momento.

—Y, en mi opinión, muy acertada. Sin embargo, imagínate mi desolación cuando llamé al despacho el otro día y descubrí que habías dejado tu trabajo y que te habías marchado de vacaciones.

—Sí, seguro… —dijo. Sonrió a Jefferson y él le devolvió simplemente una fría sonrisa. Aquello iba muy bien—. Mira, Max, sea cual sea el problema que tienes, Georgia puede ocuparse de ello.

—Estoy seguro de que se trata de una mujer encantadora, pero ése no es el motivo de mi llamada.

—Entonces, ¿de qué se trata?

—Quiero reiterar mi oferta de empleo, por supuesto. Ahora que ya no trabajas para Lyon, me gustaría que vinieras a trabajar para mí. Serías mi ayudante ejecutiva.

—¿Trabajar para ti? —repitió. Enseguida comprendió que no debería haberlo hecho. Jefferson se puso en estado de máxima alerta. Se tensó y la miró fijamente—. Max, yo… —Te prometo un bonito ascenso —dijo Max—. Junto con una casa que la empresa tiene en Knightsbridge. Puedes alojarte en esa casa tanto tiempo como quieras, hasta que encuentres tu propia casa.

—Suena fantástico, pero…

—No digas que no al menos hasta que no lo hayas pensado.

—Muy bien —replicó ella mirando fijamente a Jefferson—. Te prometo que lo pensaré.

—Eso es lo único que te pido, cielo. Ahora pásame de nuevo a Jefferson.

Caitlyn le entregó el teléfono, pero él se limitó a cerrarlo sin hablar con Max. —Te ha vuelto a ofrecer un empleo.

—Sí.

—¿Y por qué no le has dicho que no?

—¿Y por qué iba a decirle que no? —le espetó ella.

—Porque trabajas para mí.

—Ya no. ¿Te acuerdas, Jefferson?

De repente, se sintió como una pelota de ping-pong y se sintió hastiada. Estaba cansada de ser el trofeo por el que Max y Jefferson se peleaban. No era una completa idiota. Max sólo quería que ella trabajara para él porque quería fastidiar a Jefferson. Y éste sólo la quería porque sabía tanto de los asuntos de su empresa. En realidad, ninguno de los dos la quería.


Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 03:44

61

 

—¿Sabes una cosa? Estoy harta. Yo no quería hablar con Max. Él me llamó a mí. Y ahora no quiero hablar contigo —repuso poniéndose de pie—. Gracias por la cena —añadió y, tras agarrar su bolso, salió del restaurante.

Oyó que él la llamaba, pero no se detuvo. La ira acicateaba sus pasos. Los comensales del restaurante la observaban atónitos mientras que Jefferson, el hombre más controlado del mundo, gritaba su nombre a voces a sus espaldas. Sin embargo, a Caitlyn ya no le importaba lo que la gente, o Jefferson, pensaran. En aquellos momentos sólo quería poner distancia. Tanto de Jefferson como de la situación.

Tomó el ascensor y apretó el botón del vestíbulo. Una vez allí, salió por la puerta principal. Se detuvo tan sólo el tiempo suficiente para quitarse las sandalias. Entonces, con ellas en una mano, saltó un macizo de áster y se dirigió hacia la arena.

La brisa del mar le alborotaba el cabello y el bajo del vestido negro que llevaba puesto. La arena aún estaba templada, al menos hasta que se acercó hasta la orilla. Allí, su fría humedad se le metió hasta los huesos. Empezó a caminar con fuerza, tratando de deshacerse del dolor, de la ira, de la desilusión. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

Siempre había sabido que no iba a durar.

—¡Maldita sea, Caitlyn! ¡Detente!

Ella no aminoró el paso. No quería verlo. Cuando lo tuviera delante, ya no podría evitar la confrontación entre ambos. No quería terminar con las mentiras por medio de un momento de verdad que haría pedazos la hermosa fantasía en la que había estado viviendo.

Por eso, cuando Jefferson la agarró por el brazo, ella se soltó inmediatamente.

—Vete, Jefferson.

—No —dijo él, agarrándola de nuevo y obligándola a que se diera la vuelta para mirarlo—. Quiero saber por qué no le dijiste a Max que no. Por qué le estás dando largas y le estás haciendo creer que vas a trabajar para él… ¿O es a mí al que estás dando largas?

Caitlyn se quedó boquiabierta.

—¿Hablas en serio? —le espetó, sin poder contenerse—. ¿De verdad me puedes decir eso mirándome a los ojos? ¿De verdad me puedes decir que yo te estoy dando largas a ti?

—¿Cómo lo llamas tú entonces?

—Yo lo llamo jugar según tus reglas, Jefferson. Lo llamo atraparte con tu propia trampa.

Lo llamo ser más lista que tú.

—¿De qué diablos estás hablando?

—Escuché la conversación telefónica que tuviste con Jason la semana pasada.

Jefferson se quedó completamente inmóvil.

—¿De qué estás hablando?

—No te molestes en volver a mentirme. Sé que ibas a seducirme, a utilizarme y luego prepararlo todo para que yo te dejara a ti. Entonces, te imaginaste que me sentiría tan mal que regresaría a trabajar para ti.

Jefferson apretó la mandíbula y lanzó un suspiro. Entonces, se giró para mirar el mar brevemente antes de volverse de nuevo a mirarla a ella.


Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 03:45

62

 

—No deberías haber escuchado eso.

—No. Eso es cierto. Se suponía que debía «entrar en razón». Creo que ésa fue la expresión que utilizaste.

—Ojalá no hubieras escuchado esa conversación.

—De eso al menos sí estoy segura de que dices la verdad.

—Yo no quería perderte…

—Y, en vez de eso, decidiste utilizarme.

—Dado que ahora sé que lo sabes todo desde el principio, creo que tú también me utilizaste a mí.

—Sólo quería atraparte con tu propio juego.

—Enhorabuena. Ha funcionado.

—¿De verdad?

Jefferson se echó a reír.

—Espero que no vayas a fingir ahora que no te divertiste.

—No. No voy a hacerlo, pero todo ha terminado. El juego ha finalizado.

Con eso, se dio la vuelta y regresó al hotel. No se volvió para mirarlo, pero Jefferson no estaba dispuesto a permanecer allí mirándola a ella sin hacer nada. Cuando la alcanzó, la agarró por el antebrazo. Ella se detuvo y miró con desprecio la mano con la que él la había agarrado.

—Suéltame.

Jefferson no lo hizo.

—Todo ha terminado, Jefferson. Al menos, pierde con elegancia.

—Yo no pierdo. Tú más que nadie deberías saberlo.

—Algunas veces no queda elección. Y te recuerdo que yo ya he tomado la mía. Dimito. No quiero trabajar para ti. Los dos sabemos que no somos pareja, por lo que ahora mi elección es regresar a mi suite y estar sola.

—Te recuerdo que también es mi suite.

—Ya no. Ahora, te pido que me dejes sola —le espetó.

Entonces, tiró del brazo y se soltó, tras lo cual se dirigió de nuevo hacia el hotel.

Bien. La dejaría marchar… por el momento. Jefferson no iba a salir corriendo detrás de ella. Él era Jefferson Lyon y no salía corriendo detrás de nadie.

Iba a darle a Caitlyn aquella noche para que se tranquilizara. Al día siguiente, le diría lo que tenía que decirle.


Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 04:18
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