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Dioses: LA MADRE CÓSMICA
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ☼TäRA☼  (Mensaje original) Enviado: 01/07/2010 17:20
LA MADRE CÓSMICA



La Madre del Universo, Jagadamba, aparece representada portando diversos dones en sus manos, es una de las muchas formas, bajo la cual se le adora en la India como aspecto femenino de Dios.
¿Debemos considerar a Dios solamente como un infinito Espíritu impersonal, desprovisto de toda forma y sexo? ¿No podemos apelar al Creador concibiéndole bajo un aspecto más familiar a la mente humana? En éste último caso, ¿cómo deberíamos llamarle, Padre o Madre?
En verdad, Dios es ambos, Padre y Madre. Una porción de su Ser permanece siempre oculta más allá del espacio y del Universo, allí donde no existe sino sabiduría pura, tal es el aspecto de Dios como Padre. La naturaleza entera, en cambio, es una manifestación de Dios en su aspecto de Madre, pródiga en belleza, dulzura, bondad y ternura. Las flores, las aves, los árboles, los ríos, todos hablan, en su hermosura, del espíritu creador y artístico del Señor en su aspecto maternal. No podemos evitar sonreír al pensar en la Madre, con su vía Láctea plena de diamantes estelares, sus perfumadas flores, la risa de sus fluyentes aguas y su belleza manifestada en la creación entera.

Cuando contemplamos la fecundidad de la tierra, el desarrollo de las plantas y los seres, el amor de todas las criaturas hacia sus pequeñuelos, una honda ternura surge en nuestro interior, vemos y sentimos aquí el instinto maternal de Dios. Y si, en algunas ocasiones, la conducta de la naturaleza se nos torna cruel e inexplicable ( en la India se le da el nombre de Kali a la Madre cuando se presenta bajo éste aspecto), así también suelen parecerle al niño algunas de las medidas disciplinarias y protectoras de su madre.
Cuando nos sentamos en medio de un bosque sombreado y silencioso, cuando, en la cumbre de una montaña, nos erguimos bajo el azul del cielo, cuando hollamos la blanca arena, junto a un mar refulgente, no podemos dejar de experimentar una cierta ternura en nuestro interior, ésta es nuestra reacción frente al aspecto maternal de Dios. Si al cerrar los ojos, evocamos interiormente la imagen de vasto espacio, nos sentiremos fascinados por el sentimiento de la infinitud, y no percibiremos en ella sino la vibración de la sabiduría pura, nada más que sabiduría. He aquí el aspecto de Dios como Padre, la ilimitada esfera en la cual no existe creación alguna, ni planetas ni estrellas, sino solo el informe poder de la sabiduría. Este es el Padre. Así pues, Dios es tanto un Padre como una Madre.

Cuando se concibe a Dios como una trinidad compuesta por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, podemos ver en el Espíritu Santo a la Madre, en la creación entera al Hijo, y en el Señor mismo al Padre. Así como la madre se refleja en su Hijo, la Naturaleza se refleja en la creación Dios en su aspecto de Padre y Madre dio nacimiento al Hijo, el cual es un símbolo o expresión de su amor. Y nosotros, como parte de la creación, integramos aquél símbolo del amor divino.

En la familia humana, podemos ver una reproducción en miniatura de aquella gran familia divina. Dios se manifiesta tanto en el padre como en la madre, y en la expresión de su amor mutuo, el hijo. ¿ A qué se debe que ésta trinidad se exprese en la familia humana? Ello ocurre porque los hombres somos parte de Dios y Él es esa trinidad. El creador con su sabiduría infinita y en su sentir infinito, dio origen a vehículos a través de los cuales deseaba El expresar tales cualidades. Y ha sido así como, al manifestarse la creación, la sabiduría del Señor asumió la forma del padre, y su sentir adoptó la forma de madre.
Cada uno de nosotros no es sino una expresión parcial del infinito, ya que el padre humano actúa siempre de acuerdo a la razón, mientras que la madre es guiada por el sentimiento. Y ambos son imperfectos. El padre procura educar al hijo a través de la razón y la fuerza, en tanto que la madre lo hace mediante el sentimiento y la ternura. Al golpear a una criatura que se encuentra semiahogada en la maldad, con el objeto de salvarla de tal desesperado estado, la severidad del padre solo conseguirá hundirla más en el mal. La madre en cambio dirá ¨ enseñadle a través del amor. En ocasiones conviene hacer uso de una cierta austeridad, mientras que en otras es preferible brindar una gran dosis de amor. Mas si el niño recibiese solamente dulzura, éste exceso le perjudicaría. Ambos aspectos de Dios son necesarios para mantener el equilibrio.

Si bien el amor paternal es ocasionalmente demasiado severo, el amor maternal tampoco es perfecto. Fritz Kreisler comentó en cierta ocasión... ¨ mi madre me amaba tan profundamente que se opuso siempre a que yo abandonara Europa, sin embargo yo no sería Kreisler hoy día si no hubiese afrontado el amor de mi madre.¨ Semejante amor es egoísta y esclavizante.
DIOS MANIFESTADO EN EL PADRE HUMANO


Jesús solía referirse a Dios en su aspecto de Padre. Algunos santos hablan de Dios como Madre. Si concebimos a Dios en su aspecto trascendental no podemos considerarle como Padre ni como Madre, no obstante, tan pronto como pensamos en Él en términos humanos, Dios se convierte en el padre, la madre, el amigo, el hijo, o el Bienamado. Y vemos entonces que tanto la maternidad como la paternidad de Dios se encuentran presentes en nuestra propia familia. Personalmente cuando pienso en mis padres, jamás les considero simplemente como un padre o una madre humanos, sino manifestaciones celestiales del Señor.

Aún cuando todo hombre es una encarnación de la sabiduría de Dios, en ocasiones parece difícil apreciar éste hecho. Habrá quienes dirán quizás...¨ tal vez el Padre Celestial resida en éste hombre, mas él parece tan malo que me es imposible percibir divinidad alguna en su ser ¨. No obstante, deberíamos ser capaces de aislar el bien del mal. Si cubrimos de lodo una pepita de oro, por ejemplo ¿diremos por ello que el oro se ha desvanecido?. Ciertamente que no, el sentido común nos indica que éste yace oculto bajo el lodo.

Tanto la razón como el sentimiento, en sus expresiones más elevadas, están provistos de cualidades intuitivas. Así por ejemplo, la razón pura, manifestada en el hombre, es capaz de discernir tan claramente como el sentimiento puro encarnado en la mujer. Es un hecho reconocido el que las mujeres están dotadas de una aguda intuición, solamente cuando se excitan pierden ellas tal capacidad. Mas la razón en su aspecto más elevado en también una facultad intuitiva. Si basamos una conclusión en una premisa errada, tal conclusión también será equivocada. La intuición en cambio jamás puede equivocarse.

El hombre divino alcanza un estado de equilibrio perfecto, a través del desarrollo de las cualidades tanto paternales como maternales de su ser. Al concentrarse en el corazón, puede él desarrollar las buenas cualidades del aspecto maternal de Dios. Y si se concentra en cambio a nivel del ojo espiritual, el centro de la sabiduría (ubicado sobre el entrecejo) cultivará las cualidades paternales del Señor. Cuando yo me concentro en el corazón, experimento la infinita ternura de la Madre, y siento allí un divino gozo. Y toda la sabiduría del Padre brilla para mí en el centro de dicha cualidad, cuando concentro mi atención en Él.

El hombre perfectamente equilibrado, es capaz de sentir hacia todo ser el mismo amor de la madre hacia sus hijos. Eso es lo que sintió Jesucristo, y por ello pudo decir...¨ Padre , perdónales porque no saben lo que hacen ¨. ¿Cómo le fue posible a él sentir semejante amor por aquellos que le estaban crucificando? Cristo había desarrollado en su ser tanto el aspecto maternal como el paternal de Dios. Aquellos hombres provistos de lanzas que estaban clavándole a la cruz, no eran para él sus enemigos, sino sus hijos. ¿Quién sino una madre podría haber experimentado lo que Jesús sintió?. Aun cuando aquellos hombres eran incapaces de comprender, ellos eran sus hijos. Cuando una madre es torturada por su hijo, lo único que le preocupa es lo que le pueda sobrevenir a éste. Esto fue lo que sintió Jesús. Pienso que si hubiese dicho... ¨ Madre, perdónales, ésta habría sido una expresión aún más tierna de su amor.
Todo ser humano ( en verdad, todo hombre, ya que todos son potencialmente padres) debiera recordar que su cuerpo y su mente son un templo del Padre Celestial, un templo que no debería ser profanado por bajas pasiones, ya que el único propósito de las leyes de la creación sexual es la propagación de las especies. Tales templos corporales no debieran albergar jamás ni pasiones ni deseos bajos, su poder creador debe en cambio, encauzarse hacia el celestial anhelo de proveer vehículos para otras almas. Y aún más, todo padre debería recordar que el Ser divino mora en el templo de su propio ser. La suprema creación del padre humano, es cultivar sus propios pensamientos espirituales, considerándolos como sus hijos divinos, y producir en sus hijos terrenales, pensamientos divinos.

Cada padre, al sentir la tentación de reconvenir a su hijo con dureza, debería pensar lo siguiente... ¨ mi mente debe ser cual ventana transparente, a través de la cual la luz del Padre se derrame sobre mis hijos. Sus hijos. Y puesto que mi voz es un instrumento del Padre Cósmico, no puedo yo hablar a mis hijos en mala forma.
¿Y quienes son vuestros hijos? Vuestros hijos terrenales no son vuestra única responsabilidad, todos ellos os serán arrebatados algún día. El Señor os ha dotado de ésta relación humana, en particular, solo con el objeto de capacitaros para ofrecer sabia guía y protectora ayuda a toda mujer desvalida y a todo niño que cruce vuestro camino. Toda mujer, por otra parte, debería irradiar su puro amor maternal hacia cada hombre y cada criatura que encuentre, cuando quiera que sea necesario proteger o ayudar a alguien a levantarse del pozo en que ha caído, debería ella ofrecer su amor materno. Personalmente, veo tal aspecto maternal en cada mujer. No hay nada que pueda igualarse a aquella simpatía pura e incondicional que la mujer puede brindarle al hombre.

Todo hombre capaz de ofrecerle a cada mujer el respeto que se merece, comenzará muy pronto a ver en ella algo de lo cual jamás se había percatado anteriormente. Mas, quien mira a la mujer como un mero objeto de lujuria, cultiva ese mismo mal dentro de sí. El instinto maternal le fue concedido a la mujer a fin de que ella pudiese salvar al hombre de las garras del mal, tal es el propósito de la mujer. Ella no fue creada para estimular la lascivia del hombre.

Hubo un gran santo que ejemplificó lo dicho anteriormente. Ciertos discípulos suyos, deseando ponerle a prueba, le enviaron algunas hermosas prostitutas para tentarlo. Mas cuando ellas llegaron ante él, no hallaron ni lujuria ni ira en su reacción, irguiéndose rápidamente, en cambio. El santo exclamó... Divina Madre, has venido hasta mi en éstas formas... te reverencio en todas ellas. Ante tal conducta, los discípulos arrepentidos, le reverenciaron. Y las mujeres sensuales se prosternaron ante él avergonzadas. El gran amor del santo, lavó la lujuria que las contaminaba y fueron totalmente transformadas.
El hombre debería considerar a toda mujer como una madre. ¡Es tanto lo que pierde cuando mira a la mujer meramente como un objeto de pasión! Un individuo puede ser juez en la corte suprema, mas en su hogar, para su esposa él es un niño. Debido a que el torrente del amor divino fluye a través de la madre, la cual es el instrumento humano de tal amor, aun los más grandes maestros espirituales han honrado a sus madres. Swuami Shakara, por ejemplo, a pesar de sus votos (a través de los cuales había renunciado a todo lazo familiar, con el objeto de servir a una familia mayor, la humanidad), retornó junto a su madre cuando ésta yacía agonizante y cremó su cuerpo mediante una llama materializada en forma sobrenatural.


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