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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: marce702  (Mensaje original) Enviado: 02/04/2011 04:35

El Mundo es Reflejo de Tí Mismo.
A través de tus propios pensamientos,
creas o arruinas tu vida, tu mundo, tu universo.


Tus pensamientos, tus deseos y aspiraciones comprenden tu mundo, y, para ti, todo lo que hay en el universo de bello, feliz y bendito, o de fealdad, dolor y sufrimiento, está contenido en ti mismo. Al construir dentro tuyo el poder del pensamiento estarás modelando tu vida exterior y tus circunstancias. Lo que sea que guardes en las recámaras de tu corazón, tarde o temprano, por la ley inevitable de la reacción, modelará tu vida externa.
 
Eso que eres, eso es tu mundo. Todo lo que hay en el universo se resuelve en tu propia experiencia interior. Poco importa lo que haya fuera, pues todo es el reflejo de tu propio estado de conciencia. Todo lo que importa es lo que tienes dentro, pues todo lo exterior se reflejará y tomar color de acuerdo con ello.
 
Todo lo que sabes está contenido en tu propia experiencia; todo lo que aprenderás deberá atravesar la puerta de la experiencia y, así, convertirse en parte de ti. Cada alma atrae a la suya, y nada puede venir a ella que no le pertenezca. Darse cuenta de esto es reconocer la universalidad de la Ley Divina.
 
Los incidentes de cada vida humana, que la crean o la arruinan, son atraídos por la calidad y el poder de su propia vida interior. Cada alma es una compleja combinación de experiencias y pensamientos, y el cuerpo no es más que un vehículo improvisado para su manifestación. Lo que, en consecuencia, son tus pensamientos, eso es tu verdadero yo; y el mundo que te rodea, tanto animado como inanimado, tiene el aspecto con el que tus pensamientos lo viste.

De todo esto se sigue que, si un hombre es feliz, es porque tiene pensamientos felices; si es miserable, es porque tiene pensamientos desalentadores y debilitantes.

El que alguien sea temeroso y valiente, tonto o sabio, problemático o sereno, significa que dentro, y nunca fuera, de esa misma alma yace la causa de su propio estado. Y ahora escucho un coro de voces que dicen “Pero, ¿en verdad quieres decir que las circunstancias exteriores no tienen efecto en nuestras mentes?”. No digo eso, pero sí sostengo, y sé que es una verdad infalible, que las circunstancias sólo pueden afectarte en la medida en que tú lo permitas.
 
Estás influido por las circunstancias porque no entiendes correctamente la naturaleza, el uso y el poder del pensamiento. Crees (y sobre esta palabrita, “creencia”, pesan todos tus sufrimientos y alegrías) que las cosas exteriores tienen el poder de crear o arruinar tu vida; al hacerlo estás subordinándote a esas mismas cosas, confesando que eres su esclavo y que ellas son tu amo incondicional; al hacerlo las envistes de un poder que, por ellas mismas, no poseen, y sucumbes, en realidad, no a las meras circunstancias, sino a la tristeza o a la alegría, al miedo o la esperanza, a la fuerza o a la debilidad, que han sido envueltas con el alcance de tus pensamientos.
 
Conocí dos señores quienes, perdieron los ahorros de toda una vida que tanto les costó obtener. Uno estaba realmente deprimido, y lo envolvió la desazón, la preocupación y el desaliento. El otro, al leer en el periódico una mañana que el banco donde había depositado su dinero estaba en quiebra, serena y firmemente aseguró: “Bueno, se fue, y la preocupación y la angustia no me lo devolverán, pero sí lo hará el trabajo duro”. Volvió a trabajar con renovado vigor y rápidamente se hizo próspero, mientras que el primer hombre, que seguía lamentándose por la pérdida de su dinero y maldiciendo su “mala suerte”, siguió siendo un juguete de las circunstancias adversas, por causa de sus pensamientos débiles y esclavizantes.
 
La pérdida de su dinero fue una maldición para uno porque vistió al evento con pensamientos oscuros y densos; y fue una bendición para el segundo, pues lo rodeó de pensamientos de fuerza, de esperanza y de renovado esfuerzo.
 
 
Si las circunstancias tuvieron el poder para bendecir o hacer daño, bendecirán o dañarán a todos los hombres de la misma manera, pero el hecho de que la misma circunstancia haya sido buena o mala para dos almas diferentes prueba que el bien o el mal no se encuentran en la circunstancia misma, sino que sólo existe en la mente de aquel que la experimenta.
 
 
Cuando comienzas a comprender esto, empezarás a controlar tus pensamientos, a regular y disciplinar tu mente, y a reconstruir el templo interior del alma, eliminando todo el material inútil y superfluo, e incorporando en tu ser sólo pensamientos de alegría y serenidad, de fuerza y de vida, de compasión y de amor, de belleza e inmortalidad; y a medida que lo hagas te irás llenando de alegría y de serenidad, de fuerza y de salud, de amor y compasión.

Estoy list@ para recibir la
Prosperidad en mi Vida.
Metafísica Práctica.



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