Los hilos del destino manipulan a todas y cada una de sus víctimas con inmutable crueldad...

 

Recientemente, entre la inmundicia que representa una sociedad con afán de autosuperación incluso si por ello hay que pisar sus propios principios, una tenue pero firme tela de hilos casi imperceptibles al ojo humano se disuaden con ágil curiosidad entre todos y cada uno de los edificios de Pekín.

 

Su población, entre el caos de verse agredida por las fuerzas de la oscuridad dirigidas por el Emperador del Inframundo, sucumbe irremediablemente antes de que su salvador, sea cual sea, llegase a remediar aquélla situación.

 

Un ejército de soldados infernales se adelantan con impecable movimiento, con impecable fuerza entre la sociedad, entre el ejército Chino que sin duda alguna sucumbe y al cual neutralizan sin aparente esfuerzo aunque las bajas no son imposibles.

 

La ciudad sucumbe por sectores poco a poco, por barrio, los gritos se difunden entremezclados junto con las risas del ejército del Verdadero Emperador así como también los hilos que manipulan el destino de toda humanidad reptan por cada calle, cada hogar...

 

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