- Sean todos bienvenidos a mi humilde morada, mi nombre es Luco, el curandero de Egipto...-
Son las palabras de un hombre de avanzada edad, cuya capucha oculta parcialmente los ragos de su rostro, dándole un toque misterioso y esotérico que claramente lo mantienen cercano al ocultismo...
La suavidad de sus palabras y la delicadeza de sus gestos logran una intensa conexión con los primeros enfermos, los cuales, con síntomas que en la médicina común conducirían a un diagónostico fatal, son arribados con esperanzas por el afamado mago curandero...
- Mi método es la fitoterapia, pues a través del poder de las plantas curaré cada una de sus enfermedades...-
Exhibe con seguridad, en el momento que un hombre reacciona molesto...
- ¡USTED ES UN FARSANTE! -
La sorpresa no tarda en asomar...
- Plantas, en el medio del desierto, acaso usted está loco... ¿Cómo pretenden que crezcan aquí las plantas que usted dice?...-
- No es el medio en el que crezca la planta lo importante, sino lo que necesite para crecer...-
Son las palabras sabias de Luco, quien se agacha en la arena arrastrando parte de la misma con su mano izquierda, mientras que con su mano derecha revela una serie de semillas que ante un suave movimiento deja caer en aquel lugar, enterrándolas en acto siguiente...
Es en ese momento que la luz del sol comienza a mengüar, como si un repentino eclipse empezara a consumir momentáneamente su intensidad...
- Cómo, un eclipse, pero si no he sabido nada de eso...-
"Ha comenzado..."
Es el pensamiento de Luco, quien se pone de pie para observar con una sonrisa extraña...
- Lamento informarles que no es exactamente un eclipse lo que ven, sino la desaparición de la tierra de la planicie solar tal y como se la conoce...-
- CÓMO, CÓMO ES POSIBLE ESO...-
Son alarmados todos, sanos y enfermos, en el momento que regadas por un intenso manto de oscuridad sobreviniente aquellas semillas comienzan a florecer de una forma repentina, transformandose en perfectos liros blancos de enormes petalos que nacen en el medio de la arena, para sorpresa de todos los presentes, que pierden por un momento el foco de atención de aquel fenomeno astral...
- Qué hermosas, qué hermosas flores...-
- Si, así es, estos son los liros blancos con los que curaré sus enfremedades...-
Son las fragantes y convincentes palabras de Luco, el cual extendiendo su brazo en direccion hacia la masa de gente parece activar de una sutil ventisca a aquellos liros, los que liberan un intenso polem que de manera milagrosa va mermando los daños físicos producidos por la malaria, siguiendo indefectiblemente con los síntomas internos y no visibles...
- Zaid, tú...tú...-
Dice aquel voluntarioso padre, en el momento que ve cómo su hijo va recuperando la normalidad de sus rasgos, sonriendo de una manera extremadamente esperanzadora...
- Usted, Luco, es verdaderamente milagroso...-
Son las voces que se escuchan, en el momento que Luco apaga su mirada tras el decaer de sus párpados como respuesta, abriendo sus brazos amablemente...
- No, yo tan sólo soy un mensajero... Esto no me lo deben a mi, se lo deben al Faraón...-
- ¿Al Faraón?...-
- Sí, su nuevo Monarca, al cual deberán rendir tributo a partir de ahora...
Él está allá, en lo alto de la Esfinge, aguardando para conocerlos y para bendecirlos...
No deben fallarle, recuerden que él les devolvió la vida...-
Son las enigmáticas palabras de Luco, en el momento que a lo lejos la Estrella de la Oscuridad parece divisarse, como epicentro de un inmenso poder que concentra aún más la sensación de muerte en aquellas planicies, una oscuridad irreversible...
La gente se conduce hacia la Esfinge en busca del nuevo monarca...
Un nuevo misterio cubre las milenarias tierras de Egipto...
La oscuridad, muerte disfrazada de milagro...
...CONTINUARÁ...