De vuelta al hogar... Nada tranquiliza más, actualmente, a Serafina, que la calma del mundo marino. El arrullo de las corrientes alrededor de la Atlántida, el suave pasar de bancos de peces y otros seres acuáticos, solo conocidos en la mitología.
Su larga cabellera, de color oceánico, se agita suavemente una vez pone los pies en su territorio. En su casa. Mas cuando esto sucede, una sombra se cierne sobre su mirar. Una gelidez mortal comienza a arremolinarse por todo su cuerpo, al mismo tiempo que los orbes aguamarinas de la reencarnación de Poseidón brillan con la agitación propia de los mares.
- Sorrento... -
Apenas es un susurro lo que sale de entre sus labios. No mira a su Comandante, pero éste sí puede percibir que algo no va totalmente bien en el Imperio. El rictus tremendamente serio de la mujer que lleva, dentro de sí, el alma del Emperador de los Mares, le indica que algo sucede.
- Lo has notado, ¿no es así...? - Como un funesto augurio, las corrientes marinas se vuelven más violentas, y el ambiente se enrarece en sobremanera. - Averigua de qué se trata. - Ordena, de manera meliflua pero imperativa.
Acto seguido, el cuerpo físico de Serafina se dispersa en millares de gotas marinas, y su cosmos vuelve a sentirse en el interior de la edificación que le pertenece por derecho: El Gran Templo de Poseidón.
Serafina
"La nueva Utopía se extenderá, por todo el mundo, a través de la voluntad de los Mares."