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FRANCISCO NÁCHER: EN EL PARQUE...DEL LIBRO "AMIGO INVISIBLE"
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 29/03/2010 19:28

 I.-

 

I.-AMIGO INVISIBLE

(A modo de prólogo)

Ya va siendo hora de que el mundo se conciencie de que, por encima o,

mejor dicho, por dentro de él, hay otros mundos que lo observan, lo influyen,

lo controlan, lo ayudan o lo descarrían, y de los cuales viene y a los cuales va,

lo quiera o no.

Ya es hora de que se levante un poco más el velo y el hombre de

nuestros días pueda asomarse al otro lado y respirar hondo, deshaciéndose de

la sensación de abandono y de aislamiento que, tanto en el orden individual

como en el colectivo, le embarga por momentos.

Porque, no estamos solos. Ni como individuos ni como conjunto. Ni

siquiera como planeta. El universo todo, es uno, y está vibrando de vida. De

vida de muchas clases, de seres que llenan todas las posibilidades

imaginables, pero todos ellos, la mayor parte de ellos sin saberlo, proceden de

una misma fuente y se dirigen, a lo largo de sus diferentes evoluciones, a su

origen, ya desarrollados, como el brillante tras la talla que, aparentemente, fue

un tormento para el diamante.

Este libro, que publico con la autorización expresa de su autor y

protagonista, no puede ser sino un boceto, un muestrario pobrísimo, una serie

de fugaces fogonazos de una actividad que ha existido siempre, pero de la que

no se ha creído conveniente decir demasiado, ya que la Humanidad no estaba

preparada para ello, pero que ha llegado ya a un punto en que puede

comprenderla. Una actividad que cada día prolifera más, gracias a las semillas

plantadas antaño por una serie de hombres avanzados que dedicaron su vida al

estudio y a la enseñanza de lo que se conoce como la Sabiduría Occidental,

una de cuyas facetas comprende la actividad de los llamados “auxiliares

invisibles” o “amigos invisibles”.

De todos modos, aún resuenan en los ámbitos del mundo aquellas

palabras de Cristo, llenas de amor y de tristeza: ‘’La mies es mucha, los

operarios son pocos. Pedid al Señor de la mies que envíe operarios a su

mies’’ (Mateo, 9:38).

Ojalá este libro haga que la semilla que todos tenemos incrustada en

nuestro semillero interior, la del amor desinteresado, germine en cuantos más

mejor, y la plantilla actual de Amigos Invisibles se amplíe hasta cubrir las

necesidades que, precisamente en nuestros días, son acuciantes.

Porque hay una ley oculta según la cual “el mal, basado en el egoísmo,

acaba destruyéndose a sí mismo; mientras que el bien, libre de él, y basado

en el amor, se suma y se acumula y, por tanto, crece’’.

* * *

II.- EN EL PARQUE

Corría el año 1985. Dejando mi cuerpo dormido, me elevé sobre mi

hogar. Vi el paisaje acostumbrado: La silueta de la casa, las luces del pueblo

y, un poco más allá, las de Madrid. Allí me dirigí, a realizar mi labor. Eran las

veintitrés treinta.

Aquella noche tenía el proyecto de ir a un parque, conocido lugar de

encuentro, al que prostitutas de todo tipo, casi todas ellas víctimas de las

drogas, acudían para tratar de ganar, ofreciendo su cuerpo a cambio, el dinero

necesario para conseguir la próxima dosis.

Al llegar, prácticamente en un segundo, las vi, con una distancia de diez

a veinte metros entre una y otra, envueltas en su aura oscura, rodeadas de

seres repulsivos, unos desencarnados que murieron con el vicio del sexo a

cuestas, otros, de naturaleza no humana, larvas horribles que se alimentan de

las vibraciones de las bajas pasiones. El cuadro que ofrecían todas era

tristísimo. Ellas no lo sabían, claro. Ellas creían estar solas, ser libres y actuar,

por tanto, libremente. Porque eso es lo que les sugerían esos desencarnados

que esperaban participar, aunque fuera en un ínfimo porcentaje, de las oleadas

de placer sexual que ellas iban a producir en sus ‘’clientes’’.

Como otras veces, sentí un dolor inmenso por esas mujeres, la mayor

parte de ellas muy jóvenes, que habían visto truncada su vida de un modo

inesperado, a traición, y que, una vez enganchadas a la droga, eran incapaces

de salir del círculo vicioso en que se las había introducido. ¿Qué hacer? ¿Qué

se puede hacer ante la ceguera de los hombres? ¿Cómo se puede comprender

que padres, que darían su vida por sus hijas, sean capaces de frecuentar a estas

mujeres, perpetuando así una de las mayores lacras sociales de la Humanidad,

sin darse cuenta de que también ellas son hijas y tienen padres y familias y

que tenían ilusiones y sueños y esperaban un futuro mejor?

Las contemplé, una por una, para ver de encontrar alguna posibilidad de

ayuda, de luz. Pero no. Sus auras estaban totalmente ocupadas por vibraciones

negativas que me impedían sugerirles un cambio en sus vidas.

Me di cuenta de que muchas de ellas eran portadoras del sida. ¡Qué

horror! Horror por ellas, por la enfermedad en sí y por la responsabilidad que

contraían contagiando, en una especie de venganza inconsciente contra la

sociedad que de tal modo las maltrataba, la terrible enfermedad, que un

desaprensivo les había contagiado, también sin avisar.

Los presuntos clientes, por otra parte, no ofrecían mejor aspecto interno.

Llegaban en sus coches, llenos de deseos pasionales, furtivamente, sin

plantearse siquiera la degradación que suponía su propósito y el daño moral

interior que iban a producir a una muchacha, aprovechándose de su necesidad

de dinero, al incrementar con sus vibraciones negativas, la dependencia de la

pobre desgraciada de las larvas etéricas y astrales y de los viciosos

desencarnados. ¡Si los hombrees pudiesen ver lo que yo veo - pensé -

cambiarían radicalmente! Pero no pueden. Y no pueden precisamente porque

son así y su egoísmo ciega los ojos del espíritu. De modo que, como no ven,

niegan lo que no pueden ver.

Poco que hacer, pues, con aquellos ‘’clientes’’ que iban llegando,

parando sus vehículos, discutiendo el precio y llevándose a las muchachas en

cuestión o satisfaciendo sus deseos allí mismo. Constaté, una vez más, que

muchos de esos ‘’clientes’’ eran hombres casados y con familia. Y, sin

embargo, no tenían ningún escrúpulo en arriesgarse a contagiar luego a sus

cónyuges lo que allí se exponían a contraer. Ni mucho menos, les remordía la

conciencia por su infidelidad que, eso sí, serían incapaces de admitir por parte

de sus esposas.

De pronto, vi llegar a un joven cuya aura era distinta. No estaba

dominada por el rojo oscuro de la pasión. Era más bien desesperación

emocional lo que le embargaba. Lo rodeaban varios desencarnados viciosos

del sexo, haciéndole sugerencias. Pero su aura de buena persona me ofrecía un

resquicio para ayudarle. Investigué su vida contemplando sus átomos

simiente. Era estudiante. Había tenido un amor no correspondido y ello le

había producido una frustración muy grande que desembocó en una especie de

depresión, que los desencarnados se encargaron de incrementar. Por fin, había

caído: Iría al parque y entregaría a otra mujer todo el amor que su elegida

había despreciado. Una vez más, observé la terrible confusión entre deseo y

amor que las fuerzas negativas se dedican a propalar.

El joven estaba nervioso. Era la primera vez que intentaba un contacto

sexual. Pasó junto a una joven morena que le hizo señas. No se atrevió y

siguió adelante, mientras observaba la larga fila de candidatas. En ese

momento, intervine. Le sugerí fijarse en una rubia que se veía a lo lejos.

Aceptó la sugerencia y aceleró hacia ella. La joven se acercó y se asomó a la

ventanilla de la derecha, previsoramente abierta por el joven. En ese instante

le hice observar el enorme parecido que había entre su propia madre y la

prostituta. El parecido no consistía sino en el pelo rubio, que en ambas era

teñido; pero la sugestión surtió su efecto. El joven reaccionó inmediatamente

y aceleró, dirigiéndose a su hogar. Aquella noche meditó, impresionado, sobre

lo sucedido. Con una pequeña ayuda por mi parte, imaginó a su madre en

aquel parque, acuciada por la necesidad, y sintió que su corazón se le partía. E

imaginó a la joven rubia, antes de ser prostituta, llena de vida y de ilusiones y

de proyectos... Y se vio a sí mismo, intentando irresponsablemente hundirla

más aún en el cieno, en vez de tenderle una mano.

Por esa vez, se había salvado. Además, observé que la joven en cuestión

era portadora del sida.

* * *

AMIGO INVISIBLE.- Francisco-Manuel Nácher López

 

Puedes seguir leyendo en el enlace

 

http://www.fraternidadrosacruzmadrid.com/fmnacher/libros/AMIGO%20INVISIBLE.pdf

 

 

 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Mitzi Enviado: 29/03/2010 20:35
Para Paco Nacher por escribir....  y para Joan Marin por presentar....
 


 
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