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General: El comunismo va contra la naturaleza humana.
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De: 02ManuelA (Missatge original) |
Enviat: 31/08/2005 17:36 |
El totalitarismo y la naturaleza humana: Cómo y por qué fracasó el comunismo Conferencia pronunciada en Madrid el 21 de febrero de 2005 dentro del ciclo “La revolución de la libertad”, convocado por FAES en el Aula Magna de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU. A principios de la década de los noventa viajé a Moscú en varias oportunidades. El mundo había sido testigo de dos sucesos asombrosos: la pacífica desintegración de la URSS y la disolución por decreto del partido comunista más grande y fuerte del planeta. Ya gobernaba Boris Yeltsin, con quien, a su paso por Estados Unidos, había compartido una interesante mañana, en la que pude darme cuenta del increíble nivel de confusión e improvisación que existía en los altos mandos del Kremlin y el intenso miedo que este político, nacido en los Urales, en los confines de Europa, sentía a ser ejecutado por el KGB. Curiosamente, el entierro de la URSS podía verse como una victoria del nacionalismo ruso, que juzgaba ese desmembramiento como una suerte de deseada liberación que libraba a Moscú de un rosario de incosteables sanguijuelas. Sólo Cuba, en el remoto Caribe, había costado a los rusos más de cien mil millones de dólares en inútiles subsidios a lo largo de varias décadas. ¿Qué sentido tenía continuar sosteniendo a la Nicaragua sandinista, agregar a la lista de satélites la Etiopía de Mengistu y la Angola revoloucionaria, o insistir en la guerra colonial de Afganistán? Entonces se repetía una audaz frase que sintetizaba esta pragmática posición política: “Hay que liberar a Rusia de la URSS”. Al fin y al cabo, aún podándole las adherencias imperiales, Rusia seguía duplicando en tamaño a cualquiera de las otras grandes naciones de la tierra: Estados Unidos, China, Canadá, Brasil o la India. El mundo veía a los soviéticos como verdugos, mientras los rusos, en cambio, se percibían como víctimas de una ideología que había hipertrofiado el perímetro de sus responsabilidades económicas y militares en perjuicio del bienestar de la propia población eslava. Pero tal vez más sorprendente aún que la incruenta cancelación del imperio soviético fue el dócil comportamiento del PCUS: sus veinte millones de miembros acataron la orden de disolverse sin protestar, y el país de Lenin, el país de la “gloriosa Revolución de Octubre”, meca y mito de todas los revolucionarios radicales del siglo XX, a una sorprendente velocidad enterró los dogmas y doctrinas marxistas-leninistas con un universal gesto de fatiga. En ese viaje a Moscú, tras entrevistarme con el canciller Andrei Kozirev y el vicecenciller Georgi Mamedov para hablar de los inevitables asuntos cubanos, por medio del escritor Yuri Kariakin, un gran especialista en Dostoievski y en Goya, concerté un encuentro con Alexander Yakovlev, un personaje que ya estaba fuera del gobierno, ex embajador de la URSS en Canadá y tal vez el principal consejero e ideólogo de Mijail Gorbachov. Quería escuchar en su propia voz una explicación coherente sobre el proceso que había liquidado el sistema comunista en la nación que por primera vez lo puso en práctica. En ese momento Yakovlev era el funcionario clave de una fundación creada por Gorbachov, e irónicamente nos recibió en el enorme despacho que había ocupado Mijail Suslov hasta su muerte, ocurrida en 1982. Suslov había sido el implacable defensor de la ortodoxia comunista, el Torquemada de mano dura contra cualquier desviación de la obediencia al Kremlin, ya fuera el trotskismo, el titoísmo o la revuelta húngara de 1956. Si existía un símbolo del drástico cambio ocurrido en la URSS era que Yakolev estuviera sentado exactamente en el lugar que, en su momento, ocupara el temido Suslov. I. Un sistema contrario a la naturaleza humana La historia que me contó Yakovlev merece ser repetida. Este héroe de la Segunda Guerra Mundial, miembro prominente del Partido, a principios de la década de los setenta se atrevió a escribir que el comunismo soviético arrastraba un perverso componente de la historia zarista que lo llevaba a ejercer la violencia indiscriminada contra la sociedad, lo que, a su vez, impedía el desarrollo de la URSS en todo su enorme potencial. Tal vez para impedir que ese peligroso juicio se contagiara a otros camaradas, el entonces premier Leonid Breznev, quien poco antes, tras la invasión a Checoslovaquia de 1968, había formulado la doctrina imperial que le concedía al PCUS el derecho a decidir dónde y cuándo desplegar los tanques para preservar el comunismo en el planeta, que era tanto como asignarle a la URSS el derecho al uso indiscriminado de la violencia a escala internacional, procuró a Yakovlev un exilio dorado, nombrándolo embajador en Canadá, lejos de las intrigantes camarillas del Kremlin. Pero el destino, como en el reino de Serendip, a veces desemboca en el lugar exactamente contrario al procurado. Sucedió que un día llegó a Canadá en viaje oficial un joven técnico en desarrollo agrario, prometedora estrella del Partido Comunista, el señor Mijail Gorbachov, y se reunió con su embajador Alexander Yakovlev, y estuvieron conversando durante varios días, tal vez porque la misión de Gorchachov se prolongó más de lo previsto o tal vez porque el avión de Aeroflot, la línea aérea soviética, se averió más de lo acostumbrado. Es muy aleccionador pensar que aquellas pláticas amables pero apasionadas entre dos personas inteligentes, que podemos imaginar humedecidas por un buen vodka ruso, sin que nadie lo supiera, y sin que los interlocutores lo sospecharan, cambiaron el rumbo de la humanidad. Anécdota que nos recuerda la fragilidad de esa futurología mecanicista basada en el acopio de información económica o en las predicciones de los expertos. Fue allí y entonces, aparentemente, donde Gorbachov se convenció de que el comunismo era reformable si se eliminaba ese doloroso componente de violencia que impedía el libre examen de los problemas. Fue allí y entonces donde dos comunistas patriotas se persuadieron de que sabían exactamente qué hacer para que el país más grande del mundo se convirtiera, además, en el más rico, feliz y desarrollado. Era necesaria la reforma, la luego tan mentada perestroika. Pero para que la reforma diera sus frutos había que quitar las cadenas al juicio crítico: eso era la glasnost, la transparencia sin consecuencias ni represalias, la recuperación de la verdad como instrumento de análisis y corrección de los males. Si a la planificación colectivista y a la búsqueda de la justicia distributiva inherentes al marxismo se agregaba la libertad, el comunismo –concluyeron Yakovlev y Gorbachov– se convertiría en un modelo imbatible para lograr la felicidad de los pueblos. Andando el tiempo, de un modo casi mágico las cartas fueron cayendo ordenadamente sobre la mesa: tras la muerte de Breznev el poder quedó en manos de Yuri Andropov, un reformista moderado y prudente, ex jefe del KGB y amigo de Gorbachov, quien de la mano de su poderoso protector ascendió unos peldaños dentro de la burocracia soviética. Pero en 1984 murió Andropov y, en lo que parecía ser un retroceso, fue elegido Konstantin Chernenko, un “duro” de la época de Breznev –fue su jefe de gabinete–, mas llegó al poder a los 74 años, ya enfermo de muerte. Apenas un año más tarde, en efecto, Chernenko murió, y es muy probable que ese hecho haya convencido a la nomenklatura soviética de la necesidad de estabilizar la autoridad eligiendo a un líder razonablemente joven y saludable capaz de dirigir el país durante un largo periodo. Fue en ese punto en el que Mijail Gorbachov entró en la historia por la puerta grande. Sólo tenía 53 años y proyectaba una imagen vigorosa. Con él traería de la mano a Yakovlev, y lo colocaría al frente del aparato de propaganda para defender el novomyshlenie, o nuevo pensamiento. Los hechos que siguieron son más o menos conocidos. Gorbachov comenzó por continuar las reformas emprendidas por Andropov, entre ellas la de racionar el alcohol o aumentarlo significativamente de precio, dado que este vicio supuestamente debilitaba la capacidad productiva del país –una campaña en la que ya había fracasado el bueno de Nicolás II, último zar de Rusia–, pero lo verdaderamente decisivo fue la tolerancia con espacios de libertad crítica, que fueron aumentando de manera imparable en círculos cada vez más amplios. Poco a poco, los comentarios negativos dejaron de limitarse a los problemas concretos de la economía y se empezó a cuestionar la esencia del sistema soviético y los dogmas marxistas-leninistas. Todo ello llegaba acompañado de una aguda crisis de producción y abastecimiento, pero Gorbachov, lejos de amilanarse, extendió su voluntad de reformas al campo de los satélites europeos. Finalmente, en octubre de 1989 cayó el Muro de Berlín, y una tras otra casi todas las naciones de Europa Central fueron abandonando el comunismo y el campo soviético. ¿Por qué Gorbachov –pregunté a Yakovlev y a Kariakin, ambos conocedores íntimos del personaje–, pese a su temperamento enérgico, no intentó frenar la descomposición de la URSS y del llamado “campo socialista”? La respuesta que entonces me dieron me sigue pareciendo convincente: porque en la psicología profunda de Gorbachov, o en eso a lo que llamamos “carácter”, había un elemento genuino de aborrecimiento de la violencia. Gorbachov no ignoraba que se estaba desintegrando el mundo parido por Lenin a partir de 1917, pero sabía que para mantenerlo sujeto era indispensable sacar el Ejército Rojo a las calles y matar varios millones de personas. Seguramente es lo que hubieran hecho Stalin, Kruschov o Breznev, pero él era demasiado compasivo para ordenar una carnicería de esa magnitud. Tras la descripción histórica de los hechos, que consumió casi toda la entrevista, le hice a Yakovlev una pregunta final: ¿en definitiva, por qué fracasó el comunismo? Se quedó pensando unos segundos y me dio una respuesta probablemente correcta, pero que hay que abordar con cuidado y en extenso: “Porque –me dijo– no se adaptaba a la naturaleza humana”. Las reflexiones que siguen van encaminadas a explorar esa premisa, aunque se hace necesario cierto rodeo previo. II. El marxismo y sus fracasos En realidad, hay un primer elemento de bulto, extraído del método científico, que indica que, en efecto, hay algo en el sistema comunista que invariablemente conduce al fracaso. Cuando llevamos a cabo un experimento en un laboratorio, y luego podemos repetirlo en las mismas condiciones y los resultados son similares, de esta experiencia extraemos reglas y conclusiones. Por la otra punta, cuando intentamos obtener unos resultados previstos y realizamos el mismo experimento, pero variando las circunstancias, y en ningún caso logramos esos resultados la conclusión obvia debería ser que la premisa científica estaba equivocada. Test, por cierto que el propio Marx recomendaba vivamente, como se puede leer en su conocido ensayo Tesis sobre Feuerbach, firmado junto a Engels, en el que el pensador alemán afirmaba: “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica es un problema puramente escolástico”. Apliquemos, pues, ese criterio de Marx a la experiencia comunista. La premisa marxista establecía que al eliminar la propiedad privada y planificar la producción se produciría una mejoría intensa del modo de vida físico y espiritual de las personas, hasta alcanzar una sociedad justa, equitativa, feliz, en la que no estuviera presente la violencia coactiva del Estado porque éste habría desaparecido. Se llegaría a una sociedad en la que ni siquiera serían necesarios los jueces y las leyes, porque la convivencia entre los seres humanos estaría basada en una forma de espontáneo altruismo capaz de armonizar fraternalmente las necesidades e intereses de todas las personas. Esta premisa se sustentaba en los supuestamente providenciales hallazgos de Karl Marx en el terreno histórico, filosófico y económico, que Engels sintetizó hábilmente en la oración fúnebre que le dedicara en 1883, en el momento de su muerte, y que cito textualmente: “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales y, por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo. Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas”. Engels pudo agregar que Marx también trató de explicar la crisis final del capitalismo como resultado de una superproducción creciente, producto de la falta de planificación, dado que cada codicioso empresario ocultaba sus planes particulares a la competencia, acumulando stocks invendibles que generarían grandes masas de desempleados o de asalariados remunerados con sueldos decrecientes, provocando con ello una catástrofe económica que sumiría a los trabajadores en una espiral de progresiva miseria que no podía tener otro fin ni otro destino que la revolución mundial para terminar con ese criminal modo de explotación. Llegado ese punto, los obreros y campesinos –pero especialmente los obreros, que eran los sujetos históricos que habrían adquirido “conciencia de clase”- destruirían los Estados burgueses y los sustituirían por “dictaduras del proletariado” provisionales, hasta alcanzar el fabuloso mundo prometido por los marxistas. Provistos de estas fantásticas ideas, que a ellos les parecían “científicas”, aunque sólo eran hipótesis dudosas que casi inmediatamente comenzaron a ser desmontadas por otros pensadores –como Eugen von Böhm-Bawerk, quien ya en 1896 pulverizó la teoría del valor de Marx y sus postulados sobre la plusvalía–, en diversas partes del planeta numerosos reformadores sociales, llenos de buenas intenciones, sin esperar a la crisis final del capitalismo, encontraron una justificación para recurrir a la violencia, dada la santidad de los fines que se perseguían. Así las cosas, desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX surgieron figuras como Lenin, Trotski, Stalin, Kruschev, Tito, Enver Hoxha, Todor Zhivkov, Fidel Castro, Che Guevara, Georgi Dimitrov, Nicolás Ceaucesu, Mao, Tito, Walter Ulbricht, Kim Il Sung, Pol Pot y otras varias docenas de líderes que compartían un prominente rasgo biográfico: todos ellos se entregaron abnegadamente a una causa política por la que padecieron persecuciones y sufrimientos, y por la que arriesgaron la vida en numerosas oportunidades. Sin embargo, ese no era el único elemento que los unificaba: todos ellos, cuando ejercieron el poder dentro del sistema comunista, lo hicieron cruelmente, asesinando y encarcelando a millones de personas, acusándolas de traición, de rebelión o de simple desobediencia, cuando en la infinita mayoría de los casos se trataba de personas simplemente desafectas que sostenían puntos de vista diferentes o eran ex camaradas desengañados con las ideas marxistas. La represión brutal, pues, no parecía una aberración del sistema, sino la consecuencia natural de tratar de implantar un tipo de sociedad extraña a los valores y expectativas de las personas. Los revolucionarios rusos llegaron al poder en 1917, y un año más tarde Lenin ya daba la orden de crear “colonias penales” y de utilizar una feroz represión contra mencheviques, kadetes o cualquier fuerza acusada de simpatizar con los reformistas de Kerenski, tarea en la que Trotski colaboró con criminal energía, como recuerdan los historiadores que se han ocupado de la matanza de los marinos de Kronstadt. Pero las instrucciones de Lenin iban más allá todavía: era importante castigar indiscriminadamente, incluso a inocentes, para que nadie se sintiera seguro y todos obedecieran. Era el principio del Gulag, que luego Stalin continuaría con entusiasmo vesánico hasta dejar varios millones de muertos en las cunetas y calabozos, baño de sangre al que añadiría los juicios públicos a comunistas acusados de colaborar con el enemigo, farsas que solían culminar con la autoconfesión de crímenes nunca cometidos, gritos de militancia revolucionaria y la posterior descarga de los fusiles y el tiro en la nuca. Naturalmente, no hay nada desconocido en esta rápida descripción del terror comunista en las primeras tres décadas de su implantación en la URSS, pero a donde quiero llegar es a la siguiente observación: exactamente eso, o algo muy parecido, ocurrió luego en Bulgaria y en Rumanía, en Checoslovaquia y en Hungría, en China y en Corea del Norte, en Cuba y en Etiopía. Donde quiera que se implantaba el totalitarismo comunista aparecían el paredón de fusilamientos, las innumerables cárceles, las torturas, los juicios públicos, los siempre vigilantes cuerpos de delatores, la paranoica policía política, permanentemente dedicada a la búsqueda de traidores contactos con el exterior, los pogromos, los atropellos sin límite, las persecuciones a las minorías ideológicas, sexuales y, a veces, étnicas, y el control total de la vida de las personas, que ya ni siquiera podían emigrar, porque el deseo de marcharse resultaba ser una prueba clara de deslealtad a la patria. Daba exactamente igual que el proceso lo dirigiera un abogado cubano como Fidel Castro, educado por los jesuitas, un ex seminarista cristiano como Stalin, un maestro como Mao, un militar como Tito o un afrancesado y tímido burgués como Pol Pot. No era una cuestión de personas, sino de ideas y de métodos: todos no podían ser psicópatas malignos. No había diferencia en que se tratara de regímenes impuestos por el ejército soviético, como ocurrió en varios países de Europa Central, o que fueran el resultado de revoluciones, guerras civiles o golpes autóctonos, como en Albania, Cuba, China o Etiopía: el resultado -admitidas algunas diferencias de grado más que de fondo- acababa por ser muy parecido, como si la implantación del comunismo inevitablemente trajera aparejada una sanguinaria manera de maltratar a los seres humanos. ¿Por qué esa cruel fatalidad? ¿Cómo personas bien intencionadas, altruistas, que creen dedicar sus vidas a la redención de sus conciudadanos, incurren en esas monstruosidades? Seguramente, porque sacrificaban cualquier juicio moral con relación a los medios que utilizaban con tal de alcanzar los fines que se habían propuesto. Eso se ve con toda claridad en un párrafo clave del Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental –un cónclave planetario de guerrilleros, terroristas y radicales comunistas de medio mundo congregado en La Habana en 1966– enviado por el Che Guevara, quien entonces preparaba su aventura boliviana, en el que el médico argentino reivindicaba “el odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta y selectiva máquina de matar”. Odiar y matar a los enemigos era exactamente lo que debía hacer el revolucionario en nombre del amor a la humanidad, y por ello no debía sentir la menor vacilación o pena. Esta fanática certeza en las creencias comunistas, que ha convertido a Stalin, al Che, a Pol Pot y a tantos revolucionarios en criminales políticos, tiene, además, dos consecuencias nefastas. Por una parte, los lleva a crear un lenguaje compatible con el odio, inevitablemente precursor de la agresión. Los adversarios ideológicos son siempre “gusanos”, “apátridas”, “vendepatrias”, “lamebotas del imperialismo”, es decir, una gentuza infrahumana que se puede suprimir sin contemplaciones con un balazo en la cabeza o se puede internar para siempre entre rejas, como se hace en los zoológicos con los animales peligrosos. La segunda consecuencia de esta actitud dogmática es el autismo moral. En general, quienes permanecen fieles a las creencias comunistas se cierran totalmente a otros estímulos intelectuales críticos o a proposiciones más razonables, enterrando la cabeza en la arena, como afirman que hacen los avestruces cuando se sienten en peligro. ¿Cómo seguir creyendo en el análisis económico marxista tras la refutación impecable de Bohm-Bawerk y otros miembros destacados de la Escuela austriaca? ¿Cómo insistir en las bondades de la planificación centralizada cuando Ludwig von Mises, ya en 1922, en su obra Socialismo demostró la imposibilidad del cálculo económico en sociedades complejas, el valor de los precios como un sistema de señales y el mercado como la manera menos ineficiente de asignar recursos, prediciendo, de paso, el inevitable fracaso del entonces incipiente experimento soviético? ¿Cómo sostener el materialismo dialéctico y la superstición de que la historia se comporta de acuerdo con las leyes supuestamente descubiertas por Marx tras ponderar las reflexiones de Karl Popper sobre el historicismo? ¿Cómo insistir en la culpabilización de Occidente si se ha leído con detenimiento El opio de los intelectuales de Raymond Aron o los seminales ensayos de Isaiah Berlin? ¿Cómo no coincidir con Hayek cuando advierte que el camino socialista conduce a la servidumbre, o con Hanna Arendt cuando explica los tortuosos mecanismos que destruyen el equilibrio emocional en los regímenes totalitarios y generan ese odioso sentimiento de indefensión con que ese tipo de omnipresente dictadura castra y marca a los ciudadanos? Los marxistas, prisioneros de una injustificada arrogancia intelectual, para poder insistir cómodamente en sus errores descalificaban las observaciones de sus adversarios sin necesidad de conocerlas, o recurrían a una obscena aspereza en el lenguaje, siempre encaminada a tratar de destruir a los autores, no a sus ideas, y muy especialmente cuando se referían a personas de izquierda o ex comunistas que habían escapado de la secta y contaban sus valiosas experiencias, como Arthur Koestler, André Malraux, Albert Camus, George Orwell, John Dos Passos, Octavio Paz, Joaquín Maurín, Eudocio Ravines, Mario Vargas Llosa, Plinio Apuleyo Mendoza, Jorge Semprún y otras varias docenas o quizás centenas de valiosos intelectuales y pensadores desencantados con la praxis marxista-leninista, invariablemente calificados de agentes de la CIA, de asalariados de Wall Street o, más genéricamente, de “lacayos al servicio del imperialismo”. Otras circunstancias, los mismos resultados ¿Sería acaso un problema cultural? ¿Habría tal vez culturas más proclives a ejercer la violencia o a aceptar la tiranía y otras en las que el comunismo podía arraigar de manera más suave y natural? No parece. El comunismo se intentó en el enorme imperio ruso, en el que coincidían cien pueblos distintos; en la Alemania del Este, corazón de Europa, desarrollada y culta; en Checoslovaquia y Hungría, dos fragmentos gloriosos del viejo Imperio Austrohúngaro; en el mosaico yugoslavo; en la Albania culturalmente desovada por Turquía; en China, en Vietnam, en Camboya, en Corea del Norte; en Cuba y Nicaragua; en el África negra de Angola y Etiopía. Y en todos fue un desastre. Se intentó en pueblos de raíz greco-cristiana, como Rusia, Bulgaria y Rumanía; en pueblos católicos, como Hungría, Cuba o Nicaragua; en pueblos cristiano-protestantes, como Alemania o Checoslovaquia; en pueblos islamizados, como Albania, ciertas porciones de Yugoslavia y algunas repúblicas del Turquestán soviético; en otros de tradición confuciana, budista y taoísta, como China, Camboya, Vietnam y Corea del Norte. Y en todos fracasó. Lo ensayaron sociedades de origen eslavo, germánico, chino, subsahariano, latino, hispanoamericano, escandinavo y turcomano, y todas concluyeron en el desastre, el abuso, la pobreza y la mediocridad. Un fracaso del que sólo conseguían salvarse abandonando el sistema, o del que todavía hoy intentan huir mixtificándolo con medidas carácterísticas de las sociedades occidentales tomadas de la economía de mercado. Pero, ¿cómo y por qué podemos afirmar que se trata de experimentos fracasados? ¿No habla la propaganda comunista de sociedades dotadas de extendidos sistemas de salud y educación, en las que no existe el desempleo y todas las personas disfrutan de unos bienes mínimos, suficientes para sostener una vida feliz? Naturalmente, éxito y fracaso son siempre juicios relativos, pero, como en los laboratorios, contamos con experimentos de control y contraste que nos permiten calificar de total desastre la experiencia comunista: tras la Segunda Guerra Mundial varios países y sociedades homogéneas se dividieron en los dos sistemas antagónicos que durante medio siglo disputaron la Guerra Fría. Hubo dos Alemanias, dos Coreas, y dos o varias Chinas: la continental, Taiwán, Hong Kong, incluso Singapur. Hubo una Austria neutral en la que se instauró la democracia y se insistió en la economía de mercado, mientras Hungría y Checoslovaquia –los otros dos grandes fragmentos del viejo Imperio Austrohúngaro– quedaban tras el Telón de Acero. La comparación de los resultados no ha podido ser más humillante para el sistema comunista. Alemania Occidental, Austria, Corea del Sur, las Chinas capitalistas se desarrollaron mucho más eficaz y humanamente, desplazándose hacia formas de convivencia cada vez más democráticas y respetuosas de los derechos civiles, como sucediera en Taiwán y en Corea del Sur, convirtiéndose en un poderoso polo de atracción para quienes tuvieron la desgracia de quedar al otro lado de los barrotes. Las sociedades capitalistas no eran perfectas, por supuesto, y no estaban exentas de graves problemas, pero el flujo migratorio indicaba la clara preferencia de los pueblos. Nadie saltaba el muro en dirección al Este. Los chinos que lograban huir pedían asilo en Taiwán o en Hong Kong, nunca en el paraíso de Mao. La mayor parte de los prisioneros norcoreanos cautivos en Corea del Sur, terminada la guerra en 1953, imploraron no ser devueltos al país del que provenían. Cuba, tras ser un importante refugio de inmigrantes a lo largo del siglo XX, a partir de la revolución se convirtió en un pertinaz exportador de balseros y emigrantes. Los Estados comunistas, como observara la profesora y diplomática norteamericana Jeanne Kirkpatrick, eran las primeras entidades políticas de la historia que construían murallas no para evitar las invasiones, sino para impedir las evasiones de sus desesperados súbditos, y no hay un juicio más certero para medir la calidad de una sociedad que la dirección en que se desplazan los migrantes. ¿Sería, acaso, un problema de recursos materiales? Tampoco: resultaba evidente que el comunismo fracasaba en todas las circunstancias materiales posibles, aun cuando tuviera enormes posibilidades de triunfar. La URSS contaba con inmensos recursos naturales, mayores que los de cualquier otro país. Ucrania había sido el granero de Europa hasta la Primera Guerra Mundial. Bulgaria y Rumanía tenían una buena experiencia en el terreno agrícola. Alemania del Este, Checoslovaquia y Hungría poseían una antigua tradición industrial y científica, y podían exhibir un copioso capital humano formado en notables universidades. Todos esos países crearon un mercado común articulado en torno al Comecon –la respuesta soviética al Plan Marshall y a la Comunidad Económica Europea– y coordinaban sus esfuerzos económicos, financieros e investigativos. Sin embargo, todos esos factores positivos no eran suficientes para generar riqueza, tecnología o avances científicos en la cuantía en que Occidente lo lograba, y, visto ya con cierta perspectiva, resulta casi inexplicable que, con ese inmenso potencial a su servicio, el bloque comunista no haya sido capaz de originar siquiera una sola de las grandes revoluciones tecnológicas del siglo XX: la televisión, la energía nuclear, los antibióticos, la biotecnología, los vuelos supersónicos, los transistores o la computación. Sólo en un aspecto, el de carrera espacial, los soviéticos tomaron la delantera, por un corto periodo, tras el sputnik lanzado en 1957, pero ese episodio más bien parecía un subproducto de la cohetería militar, una industria favorecida por el Kremlin, donde también habría que inscribir la impresionante actividad espacial posteriormente desplegada por Moscú. No obstante, todavía existía una coartada final para no admitir que el marxismo partía de una serie de errores intelectuales originales que conducían al fracaso a todos los líderes, en todas las culturas y hasta en las más prometedoras circunstancias materiales. Ese pretexto era la idea de que existía un “socialismo real” que fracasaba por errores humanos en su torpe implementación y no por el carácter equivocado de los planteamientos originales. Se negaban a aceptar, entre otras evidencias, la melancólica observación de Yakovlev: el comunismo, sencillamente, no se adapta a la naturaleza humana. Exploremos ahora las razones de esta esencial incompatibilidad. |
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De: 02ManuelA |
Enviat: 02/09/2005 17:59 |
Si el comunismo hubiera cumplido sólo una pequeña parte de las mentiras de su propaganda, los trabajadores de los países capitalistas hubieran emigrado en masa a tales paraísos. Pero la realidad es exactamente la contraria. Y ahí os duele, y mucho, porque esa es la prueba de los nueves de vuestra estafa. El muro de Berlín no lo levantaron precísamente los alemanes occidentales. Ni son los norteamericanos quienes necesitan permiso especial para salir de su país, y mucho menos aún para circular de una parte a otra de su propio territorio, como sí ocurre en otros países que todos sabemos demasiado bien. Este argumento de la constatación en la práctica es tan contundente, y tan interno al propio marxismo, que todos los demás palidecen en comparación. Hablemos también, no obstante, de las diferentes concepciones de la naturaleza humana. El comunismo, que se dice materialista (o se decía, porque después de la contaminación cristianoide actual yo ya no sé a qué atenerme en este aspecto), ha mantenido históricamente una doblez, un doblepensar evidente en cuanto a este tema. En la propaganda se ha manifestado generalmente de un rousseauniano na챦f, próximo a la ridícula estampita de la Arcadia feliz, mientras que en el interior de los partidos y de las sociedades gobernadas por ellos, la rigidez y la intensidad de la disciplina y la represión interna superan con mucho a la de los más literales seguidores de Hobbes y su homo lupus homini. El capitalismo ha seguido históricamente, por el contrario, un desarrollo mucho más ajustado a la realidad biológica y social de la naturaleza humana, en el sentido de lo que en sociobiología se llama el "altruismo egoista". Porque, en términos de especie, ningún diseño apriorístico, ninguna teoría, es capaz, hoy por hoy, de igualar en términos de eficacia a los propios mecanismos evolutivos. La insustituibilidad del mercado en el desarrollo económico es una muestra importante de ello. Otra son las formas de sociabilidad natural, fundamentalmente la familia consanguínea, igualmente insustituíbles pese a todos los esfuerzos, intrínsecamente criminales, del Estado por fagocitarlas. En resumen, el capitalismo ha demostrado ser un sistema infinitamente más realista, flexible y dialéctico, en buena medida por los grandes espacios de espontaneidad que le son connaturales, dejando actuar a la capacidad de adaptación que poseen genéticamente individuos y sociedades para retroalimentarse indefinidamente. Dicho en términos vulgares: lo que no mata, engorda; lo que ayer era un arma contra el sistema hoy es una más de sus mercancías. Esa es la clave de su triunfo. El capitalismo no es ninguna doctrina mesiánica; su objetivo no es arreglar el mundo ni elevar utopías al cielo como brillantes pompas de jabón, sino algo tan natural para todo organismo como sobrevivir y prosperar. Hacerlo más justo es sencillamente extender al máximo de personas las oportunidades para ello; nunca inventarse un mundo inexistente para que, al igual que el opio, nos permita olvidar la inseguridad y el hambre sin defendernos ni comer, simplemente ensoñando. Las utopías (todas, no solamente las religiosas) son el opio del pueblo. Necesarias para poder soportar el dolor de la vida muchas veces. Absolutamente respetables, como el consumo de drogas en el ámbito privado. Pero, para utopías colectivas, para hermosas borracheras a coro, ya tenemos el Reino de los Cielos. Claro que como vosotros ya ponéis al Che en los altares, disfrazado de virgen... (Manuel, como ves, yo de Opus nada de nada. O sea, que ya puedes seguir dando en hierro frío por ahí). |
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De: matilda |
Enviat: 02/09/2005 17:59 |
Hablemos también, no obstante, de las diferentes concepciones de la naturaleza humana. El comunismo, que se dice materialista (o se decía, porque después de la contaminación cristianoide actual yo ya no sé a qué atenerme en este aspecto) Después de la contaminación cristianoide??no estarás viendo el libro del revés, no será que la Iglesia, sobre todo en AL, y un sector nada más, ha tomado las herramientas teóricas del marxismo por considerarlas las mas justas, las que mejor se adaptan a la realidad, a la praxis latinoamericana? , ha mantenido históricamente una doblez, un doblepensar evidente en cuanto a este tema. En la propaganda se ha manifestado generalmente de un rousseauniano na챦f, próximo a la ridícula estampita de la Arcadia feliz, mientras que en el interior de los partidos y de las sociedades gobernadas por ellos, la rigidez y la intensidad de la disciplina y la represión interna superan con mucho a la de los más literales seguidores de Hobbes y su homo lupus homini. El capitalismo ha seguido históricamente, por el contrario, un desarrollo mucho más ajustado a la realidad biológica y social de la naturaleza humana, en el sentido de lo que en sociobiología se llama el "altruismo egoista". honestamente acá yo no entiendo, puede ser que mi ignorancia me lleve "a priori" a suponer que nos es posible conjugar dos oposiciones, o se es altruista o se es egoísta, o como se es? nunca vi, un noble -vil o un sano-enfermo mucho menos un capitalista-comunista! lejos de ver un egoísta capaz de ser altruísta!!!!!pero bueno si hay que tirar de los pelos a la teoría para que "encaje" a "posteriori" innovaciones se sacan de la galera del mago mas mediocre.....Quijote sabio diría...cosas vedere Sancho.....(algo que me resulta altamente interesante es ver cómo surgen`pseudos ciencias, que combinan a la perfección pero cuyo paradigma no resiste ni el soplido de una brisa) Porque, en términos de especie, ningún diseño apriorístico, ninguna teoría, es capaz, hoy por hoy, de igualar en términos de eficacia a los propios mecanismos evolutivos. La insustituibilidad del mercado en el desarrollo económico es una muestra importante de ello. Insustitubilidad que por otra parte es impuesta a nuestra sociedad original por la conquista y que luego se sigue imponiendo desde arriba, no solo lo insustituible sino la condición previa de producir "lo que" o "para que" llámese ALCA,CAFTA o cualquier mierdilla de éstas para condicionar más la dependencia para el desarrollo económico teledirigido ¿no te enteraste que la "teoría del desarrollo" fracasó? que sólo se trató de una jugarreta más tendiente a la internacionalización del capital financiero, la introducción del mismo en los sistemas productivos autónomos, la corrupción de los órganos políticos y la inserción de los países dependientes (por fuerza) al nuevo "orden mundial"centro y periferia para siempre. Otra son las formas de sociabilidad natural, fundamentalmente la familia consanguínea, igualmente insustituíbles pese a todos los esfuerzos, intrínsecamente criminales, del Estado por fagocitarlas. bueno, concuerdo en las formas de sociabilidad natural, que por supuesto han sido hasta la irrupción del capitalismo comunitarias, las cuales se han visto corrompidas,desestructuradas por las buenas o por las otras para el único beneficio del pez grande que se come al pequeñito y fagocitadas si, por el Estado Nacional, o sea el Estado capitalista. En resumen, el capitalismo ha demostrado ser un sistema infinitamente más realista, flexible y dialéctico, en buena medida por los grandes espacios de espontaneidad que le son connaturales, dejando actuar a la capacidad de adaptación que poseen genéticamente individuos y sociedades para retroalimentarse indefinidamente. En esto concuerdo también,pero yo le agragaría capacidad de absorción, de captación de las miserias ,de lo peor del ser humano hasta convertirlo en fetiche de consumo, al punto de que te pueden vender lo mismo una heladera que una modelo por tv, el hombre enajenado de su escencia diría don Marx, el hombre convertido en mercancía, al que le guste que se adapte a los que no ya sabemos lo que tenemos que hacer.Y le sumaría algo más capacidad de reacción y de reaccionarios, el zarpazo siempre listo, lo mismo dá una "democracia" apadrinada que una guerra y si no te entra el librito apelaremos a la sangre que seguro así la letra con sangre entra, para eso están los milicos, no necesariamente en América Latina, ejemplo de ello fueron las dictaduras de Grecia , España y portugal. Hacerlo más justo es sencillamente extender al máximo de personas las oportunidades para ello; Que no hombre, si el máximo fuera el mínimo lo mismo dá, y que será el máximo? nunca el todo por supuesto que para eso hemos venido a éste mundo, a sufrir se ha dicho y no se hable más, otra cosa si a la "persona" se le escapa la tortuga o mejor dicho la oportunidad, es culpa de ella y que se joda, acaso no es lo mas frecuente? llegar siempre tarde donde nunca pasa nada? en vez de ligar un trozo de la torta convertirse en el chivo expiatorio de la fiesta? noooooo, el convite era sólo para algunos,y como convenientemente podemos ser capitalistas ateos ya no nos pueden reclamar que todos somos iguales a la vista del creador, si lo hubiera. nunca inventarse un mundo inexistente para que, al igual que el opio, nos permita olvidar la inseguridad y el hambre sin defendernos ni comer, simplemente ensoñando. Las utopías (todas, no solamente las religiosas) son el opio del pueblo. Un paso adelante y otro más...para que servían las utopías??? ah, si, al decir de Galeano, para eso para caminar, hacia adelante. Y no os olvideis de la inseguridad y el hambre, no os olvideis que no son ensoñaciones, que no son designios del cielo ,que son efectos de....causados por...Concuerdo también, hay que defenderse y comer.. Necesarias para poder soportar el dolor de la vida muchas veces. El dolor de la vida es necesario? cómo vos no eras ateo?para qué es necesario? Larguen la utopía ché! Dejen de lado la resignación de que éste es el único mundo posible, que la neurosocio-biología extirpadora de ideas quiere condenarnos al orden establecido. Absolutamente respetables, como el consumo de drogas en el ámbito privado. Pero, para utopías colectivas, para hermosas borracheras a coro, ya tenemos el Reino de los Cielos. Por eso mismo nosotros no queremos cielos, nosotros somos los demonios al asalto del cielo en busca de un paraíso gratis para todos aquí y ahora.......y a eso le tienen MIEDO. saludos Matilda |
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De: 02ManuelA |
Enviat: 05/09/2005 12:00 |
Empiezo por algo muy sencillo, lo del altruismo egoista, y sigo enseguida con lo demás.. Altruismo egoista es, por ejemplo, aguantar que un minúsculo espermatozoide que quizás hasta entró en tí sin pena ni gloria, engorde dentro de tu cuerpo hasta los 3 o 4 kilos y te haga gritar de dolor, y hasta arriesgar tu vida, para sacarlo convertido en una fuente de trabajos y preocupaciones para largos años, los mejores de tu vida. Nada tan altruista y, a la vez tan egoista, puesto que es la perpetuación de tus propios genes, el objetivo más importante, biológicamente hablando, de tu vida. Hablaré ahora de un concepto abstracto, imposible en la vida real: lo total, es decir, TODOS. La palabra TODOS debería estar excluída de los diccionarios, Matilda. No hay otra más nefanda; es la raiz negra del TOTALITARISMO, y no sólo gramatical, sino conceptualmente. Cada una de sus 5 letras es una mentira demagógica y potencialmente criminal. No hay todos que valga, en ningún aspecto de la vida. No hay nada que todos tengamos igual; cada persona es única. Por más esfuerzos que se hagan, jamás todos querremos la misma cosa, jamás todos veremos ni sentiremos de la misma manera. Por suerte, por grandísima suerte nuestra, la evolución nos ha llevado por este camino de la individualidad a los humanos, en lugar de hacernos piezas intercambiables de una comunidad, como a vuestro modelo en el mundo animal, las hormigas. Vosotros suspiráis por un mundo de hormigas. Yo lo veo como la peor de las pesadillas. Si donde tú dices todos, pusiéramos la mayoría, o hasta la inmensa mayoría, yo podría estar de acuerdo. Pero de todos, NADA. Esa palabra es el Mal, así, con mayúscula y en negrita. En mi inmensa mayoría no caben, pongamos por caso, quienes gozan con el sufrimiento ajeno, quienes ponen a los conceptos abstractos por encima de las personas de carne y las atormentan, martirizan y asesinan en nombre de ellos, por su bien  . Esas personas, un Pol Pot por ejemplo, para mí, no caben sino en los cementerios. Ahí se ve lo que yo decía antes de la contaminación cristianoide. Ellos han tomado de vosotros lo que les interesaba para mantener abiertos templos que habían quedado vacíos, sí, pero vosotros os habéis contaminado también de su doctrina para remendar burdamente la vuestra, hecha pedazos tras el derrumbe. Habéis adoptado un mesianismo voluntarista absolutamente en las antípodas de Marx, que se hubiera reído a carcajadas de vuestro "Reino de los Cielos", donde el lobo redimido y el cordero pastarán juntos quién sabe qué hierba sintética El dolor de la vida quizás no sea necesario, no sé, pero de lo que no hay duda es de que es INEVITABLE. Eso lo sabe cualquiera que esté vivo y se sienta latir la vida dentro y sepa que en cualquier momento puede morir, y pueden morir aquellos a quienes ama. Si en tu vida lo único importante son conceptos tan sagrados como abstractos y todo lo demás es anécdota, quizás lo ignores. Yo no; por suerte y por desgracia, lo siento muy vivamente. Es lo que me hace sentir de manera inequívoca persona humana. Y al al lado de eso que siento, todos los conceptos sagrados y abstractos del mundo no son para mí más que pendejadas y dibujitos en las nubes. Es tan vivo, a veces, el dolor de la vida que, para soportarlo y seguir andando, se hace preciso adormecerse con lo que haya a mano, fruto de la naturaleza o del imaginario colectivo. Sagrados esos analgésicos, ellos sí; mucho más que todos los conceptos tramposos acuñados por todos los pastores de ganado humano a lo largo de la historia. Porque alivian efectivamente la angustia de las personas y permiten que sigamos vivos cuando ya estamos a punto de entregar voluntariamente la cuchara. Saludos, Matilda. |
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De: mfelix28 |
Enviat: 05/09/2005 12:00 |
Manuel A.: Me corroe una duda, ¿ que opinas sobre ayudar a Nueva Orleans y demás territorios devastados del yanqui? ¿Compasión? En teoría para mi desarrollo socio-economico, como residente en España, sería magnifico que estas desgracias socavasen el poderio economico USA ( ya bastante yocado), con USA fuera del mercado mundial por tener que atender ( ¿ los atenderá?) sus problemas internos, queda más trozo de tarta para repartir entre el resto. ¿Que raro mecanismo de la sociedad capitalista permite la ayuda internacional sin que sea clasificada "sopa boba"? Quizás el mismo mecanismo que nos deja insensible ante esto, pero que lloramos ante una catastrofe en USA de rango mucho menor y con medios suficientes para que sus efectos hubieran sido menores y para recuperarse: . Hambre Más de 800 millones de personas pasan hambre todos los días...300 millones son niños. De estos 300 millones de niños, sólo el ocho por ciento son víctimas de la hambruna o de otras situaciones de emergencia. Más del 90 por ciento sufren de malnutrición y deficiencias de micronutrientes crónicas. Cada 3,6 segundos una persona muere de hambre y la gran mayoría son niños menores de 5 años. Agricultura En 1960, África era un exportador neto de alimentos; actualmente el continente importa una tercera parte de sus cereales. Más del 40 por ciento de los africanos no tiene siquiera la capacidad para obtener alimentos suficientes todos los días. La disminución de la fertilidad del suelo, la degradación de la tierra y la pandemia del SIDA han causado una reducción de la producción de alimentos per cápita del 23 por ciento en los últimos 25 años, pese al notable aumento de la población. El agricultor africano paga por los fertilizantes convencionales de dos a seis veces más que su precio en el mercado internacional. Saludos |
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De: matilda |
Enviat: 06/09/2005 12:00 |
Nada tan altruista y, a la vez tan egoista, puesto que es la perpetuación de tus propios genes, el objetivo más importante, biológicamente hablando, de tu vida. ManuelA: me pregunto porqué en ustedes, en la mayoría, se presentan tantas contradicciones, pero asi de evidentes a flor de piel,mira que llamarle altruísmo egoísta a parir, a concebir un hijo , es un toque de rebuscado, ahora si yo te hablo de aborto......que será el aborto??? Jamás de los jamases consideraría, la concepción y parición de mis hijos como un acto de perpetuación de la especie,ni siquiera de mi vida, y me parece que estás negando a sabiendas la voluntad, como si el ser humano solo se guiara por instintos o deseos, una concepción además (de determinista) machista que coloca a la mujer en el plano del "instinto materno".Ningún altruísmo ni egoísta ni del otro, son elecciones de vida. La palabra TODOS debería estar excluída de los diccionarios, Matilda. No hay otra más nefanda; es la raiz negra del TOTALITARISMO, y no sólo gramatical, sino conceptualmente. Cada una de sus 5 letras es una mentira demagógica y potencialmente criminal. Por más esfuerzos que se hagan, jamás todos querremos la misma cosa, jamás todos veremos ni sentiremos de la misma manera. Por suerte, por grandísima suerte nuestra, la evolución nos ha llevado por este camino de la individualidad a los humanos, en lugar de hacernos piezas intercambiables de una comunidad, como a vuestro modelo en el mundo animal, las hormigas. Oh,muy bien vamos progresando, ya no somos altruístas al menos, sólo nos quedó el egoísmo,mejor cuanto mas despejado mejor, a ver, claro que si yo doy vuelta la mesa solo se ven las patas.dejemos de lado la palabra todos por ahora y pasemos al concepto querremos. QUERER NO ES LO MISMO QUE PODER diría mi abuela, la sabia, o el abuelo de una gran amigo,mas sabio todavía,es claro como el agua que el todos , está relacionado con poder, con poder acceder. Porque hay muuuuuuuucchas cosas que TODOS queremos, por ejemplo COMER, ya ni aunque no quisiéramos,necesitamos.........ahora TODOS PODEMOS????Qué le decimos a los que NO PUEDEN? mmmmmm te paras enfrente ,lo miras fijamente a los ojos y le dices..USTED NO QUIERE,...USTED NO QUIERE,....NO QUEREMOS LAS MISMAS COSAS.....vamos hombre!! que ya estamos grandecitos para jugar al hipnotismo. Y que hay si quiero.....por ejemplo (tomando en cuenta el concepto de libertad capitalista eh?)...si quiero....la parte del planeta que me corresponde??? que pasa con toooooooooda la gente que QUIERE SALUD IGUAL QUE TODOS QUEREMOS??......... VERÁS MANUEL....LO TUYO ES UN VERSO QUE YA COMPRAMOS,YA ROMPIMOS Y YA QUEMAMOS, Y QUE POR SI FUERA POCO ,CON EL DESASTRE ACONTECIDO EN NEW ORLEANS QUEDÓ TAN EXPUESTO, PERO TAN EXPUESTO QUE VAN A TENER QUE REMOVER MONTAÑAS PARA JUSTIFICARSE. Habéis adoptado un mesianismo voluntarista absolutamente en las antípodas de Marx, que se hubiera reído a carcajadas de vuestro "Reino de los Cielos", donde el lobo redimido y el cordero pastarán juntos quién sabe qué hierba sintética. QUIENES?? quienes han adoptado?no interpretas bien las ironías ,hay que explicarte los chistes dos veces?a qué le llamas voluntarismo? que yo sepa ,los troskistas jamás hemos sido voluntaristas,por lo menos no intentamos hipnotizar a la gente y Marx está a buen resguardo con nosotros. El dolor de la vida quizás no sea necesario, no sé, pero de lo que no hay duda es de que es INEVITABLE. Eso lo sabe cualquiera que esté vivo y se sienta latir la vida dentro y sepa que en cualquier momento puede morir, y pueden morir aquellos a quienes amas ama Es tan obvio esto, pero tan obvio, que no entra en una discusión política, pero ni te imaginás lo que se siente ver morir a quien podría evitarse, sea o no tu flia (perdón me olvido del egoísmo)aunque no los ames, basta conque los consideres, conque consideres que TODOS tienen el mismo derecho a vivir y a no morirse de hambre, guerra o epidemias. Sagrados esos analgésicos, ellos sí; mucho más que todos los conceptos tramposos acuñados por todos los pastores de ganado humano a lo largo de la historia. Porque alivian efectivamente la angustia de las personas y permiten que sigamos vivos cuando ya estamos a punto de entregar voluntariamente la cuchara. Mirá muy sagrados no deben ser (desde ya que yo no considero nada sacralizado) porque a mucha mas gente de la que ustedes quisieran no le hacen efecto ya que la angustia no les pasa por ahí,por el sagrado ALTRUISMO EGOISTA. saludos Matilda |
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De: 02ManuelA |
Enviat: 06/09/2005 12:00 |
Matilda, lamento mucho que sea imposible dialogar contigo, puesto que tú te dedicas a repetir lo que he dicho y glosarlo tergiversándolo. Viejísima táctica, llevada al más alto grado de perfección por los secuaces del Zar Rojo, y según yo entiendo -y perdona- triste de ver en alguien que se dice trotskista. Voy a intentar aclarar en lo posible -a tí y a quién lo lea- lo que yo decía en el mensaje anterior. Por favor, si me contestas de nuevo, hazlo con tus propias palabras, no utilizando las mías. ' Hablando en términos biólógicos (no olvides estas dos palabras: términos biológicos, no psicológicos, ni filosóficos, ni sociales) el acto de perpetuar la vida, de transmitir los genes a un nuevo individuo, es el más importante en la vida de todo organismo y en función del cual se organizan todas las restantes funciones vitales. Piensa en una mariposa de la seda, p. ej.; todo el complicado proceso de metamorfosis para 48 horas de fase adulta, sin aparato digestivo siquiera; todo con la única función de aparearse, poner huevos y que la especie sobreviva. Nosotros, en tanto y en cuanto somos organismos naturales vivos, estamos en las mismas como especie. Ni tú ni yo ni nadie que lea esto estaría en este mundo de no ser por eso. Que me tildes de machista porque diga algo tan elemental e indiscutible como esto es risible hasta perder el control del esfínter.  Propio de un feminismo de pacotilla con vocación de inquisición, que no sabe distinguir entre la realidad y el deseo; la realidad biológica de la especie y el legítimo deseo nacido de la libertad del individuo humano. Yo jamás he dicho, aquí ni en ninguna parte, que lo más importante en la vida personal de un individuo, mujer u hombre, tenga que ser por fuerza el hecho de procrear. Cada individuo humano es dueño de su propio cuerpo y muy libre de hacerlo o no y de centrar su vida en lo que crea conveniente: el trabajo, la lucha política o la cría de cangrejos. Así como de parir o de abortar en el caso de una mujer; allá cada uno que se las arregle con sus propios códigos éticos. Te repito que somos seres humanos, individuos libres. Ahora bien, la naturaleza funciona sin pedirle permiso a Marx y Engels y ni siquiera a los dioses. Y empeñarse en negar que los animales, las plantas y, en general todos los organismos vivientes estamos diseñados para, antes de morir, transmitir nuestros genes a nuevos individuos, es como negar que la Tierra gira alrededor del Sol o que las masas se atraen por la ley de la gravedad. Pero claro, los dogmas políticos están para tí por encima de las leyes naturales y de la misma realidad. Como para quienes encarcelaron y obligaron a desdecirse a Galileo por no ajustarse a lo políticamente correcto en su época. Ni en esto ni en nada, afortunadamente, jamás todos los humanos querremos ni podremos ni sentiremos ni pensaremos exactamente lo mismo. Esa es justamente la dignidad humana: nuestra individualidad, que es precísamente lo que nos hace seres humanos y no hormigas ni mulas ni ballenas azules. La libertad de elegir, que incluye irrenunciablemente la de equivocarnos de manera consciente y deliberada, saltarnos a la torera nuestras propias normas y comernos con patatas fritas las contradicciones. En cuanto al carácter sagrado de los analgésicos para soportar el dolor de la vida, si no has sentido nunca de manera perentoria la necesidad de agarrarte a ellos como a un clavo ardiendo para seguir viva, no lo entenderás. No es cosa de razonar; por eso justamente son sagrados. Importa un carajo si no existen en el sentido que existimos tú y yo o lo que ves por tu ventana. Son cosa de agarrarte para sobrevivir, tomar fuerzas de dentro de tí mismo y no acabar muerto por tus propias manos o convertido en algo que no es ya humano. Si funcionan, son sagrados. Nada hay más sagrado para uno cuando está en esa tesitura. Saludos. |
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De: matilda |
Enviat: 07/09/2005 23:55 |
bbuen Manuel, yo entiendo que te sea difícil dialogar conmigo, sobre todo si te vas por las ramas,y te vas y te vas,el método que tan bien practicamos los rojos según vos, te diré que es una forma de asegurarse el "que yo no dije lo que dije,porque en realidad quería decir otra cosa".Lo voy a obviar en éste caso, pero lo que sí resulta de una lamentable calidad ,es tu respuesta. Verás , algo que creo tener es memoria, y no es que no entienda,sino que justamente para que no ocurra lo que ahora sí está ocurriendo con tu respuesta, debería copiar lo que dijiste al principio, pero cumplo en obviarlo, Manuel,yo comprendo perfectamente la diferencia entre biológico, filosófico y psicológico,etc....pero al parecer vos no comprendés, según lo mencionado al inicio de la discusión,se trataba de política, de concepción del hombre e ideología no? o estaba en otra discusión y no me dí cuenta? Puedo pensar en la mariposa de seda, muy bonito, pero no puedo justificar el capitalismo por ningún gusanito,ni de seda ni de los otros, a ver si te animás con otro argumento más sólido. Que la naturaleza funcione sin pedirle permiso a Marx ,es algo que el mismo Marx planteó,ahora que la naturaleza humana sea propia del capitalismo,o que a la inversa el capitalismo sea natural de la naturaleza humana, por mas biológico que sea tu argumento no logra sostenerse, ya le pasó a Adam Smith y a David Ricardo, antes que a Montaner y toda su escatología de biólogos, pero en todo caso preferiría ,para tener undiálogo de nivel, discutir a Smith,ya que por lo menos coincido con él acerca del egoísmo y no necesita recurrir a ningún altruísmo,ni disfrazarse de nada. Y puede ser que yo dé vuelta tus argumentos,pero en cambio vos no respondés a los míos, que hay del querer es poder? De la individualidad,nada se discute ,resulta tan obvia, pero no como propuesta política, te imaginás un estado tratando de pensar en individuos y no en un cuerpo social?? La libertad es una idea encantadora, siempre y cuando se pueda tomar no? ese es el meollo de la cuestión...sin falso humanismos y sin anestesia, la libertad bien entendida debe respetar el derecho y proteger el derecho, porque de nada sirve ,si sssólo sirve para unos ccuantos,por muchos que estos sean, ya que como te decía anteriormente,hay individualidades que son superadas por las generalidades del hambre, la salud, la educación y no me quiero poner sentimental,no se vería bien en mí, pero no se trata de ballenas, sino de seres humanos,que no es poca cosa no? saludos matilda |
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De: 02ManuelA |
Enviat: 08/09/2005 05:59 |
Título de la discusión: el comunismo va contra la naturaleza humana. Tú dices que lo entiendes, pero yo constato que no entiendes o no quieres entender, que para el caso es igual, las diferencias entre biológico, psicológico, social y político. Para tí todo es POLÍTICA. Pues si así entiendes la política, al modo totalitario, con tu pan te la comas, no con el del vecino. Desayuna, almuerza y cena política, si gustas. Acuéstate o cásate con ella, párela o abórtala; respira, suda y defeca política en un falansterio, si esa es tu opción. Ahora bien, espero que nunca puedas imponer a la fuerza ése tu punto de vista a las personas que no lo compartimos, a quienes pensamos y sentimos que hay cosas más importantes en la vida. Y que la política no debe ser sino un instrumento más, al servicio de los seres humanos y para facilitarles lograr esas metas que son las que realmente importan: una vida más libre, sana, próspera, plena y feliz, que cada uno es responsable de alcanzar para sí mismo mediante el propio esfuerzo, en un marco de justicia y oportunidades mantenido en última instancia por los poderes del Estado. Tu eres perro y yo gato. Tú ladras; yo maúllo. Nunca podremos entendernos. Saludos. |
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De: 02ManuelA |
Enviat: 08/09/2005 11:59 |
..."Ahora bien, espero que nunca puedas imponer a la fuerza ése tu punto de vista a las personas que no lo compartimos"... POR SUERTE, QUERER NO ES PODER. |
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De: matilda |
Enviat: 08/09/2005 17:59 |
Manuel: si es todo lo que tienes para responder, ya veo porqué NO PUEDES discutir conmigo, no me vengas con boberías ahora, TODO el discursete de Montaner ,que lamentablemente me he leído, es político, porque decime si podés a quién se le ocurriría discurrir largamente sobre el comunismo y su contariedad con la naturaleza humana, desde el título hasta el punto final, la intención del texto es política o ideológica como quieras llamarle. Luego resulta que somos nosotros quienes cambiamos la lógica, sino tenes nada para argumentar por lo menos ,mutis por el foro, es mas respetable que hacer el ridículo. Y al final me dás la razón...tanto argumentar al cuhete...QUERER NO ES PODER. Matilda |
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De: 02ManuelA |
Enviat: 08/09/2005 17:59 |
Por suerte, ya te digo. Si querer fuera poder, ya tendríamos a todo el mundo uniformado en un solo rebaño hambriento y babeante, pastoreado por un loco voluntarista. Stalin, Hitler, Pol Pot, Fidel, el subfarsante, qué más da... Es a tí misma a quien tienes que aplicarte el necio consejo que me das. Para argumentos nulos, los tuyos. No existen, 0. Si todo lo que vas a decirme es que en su conferencia Montaner hablaba de política, pues...  ...bingo, qué lista eres. ¿cómo lo has adivinado?  Después de leer a Montaner y a partir de ahí, hemos hablado muchas cosas. Al menos yo he hablado de muchas cosas, por cuenta propia. Tú no; te has limitado a tergiversarme, a intentar descalificarme sin conseguir rebatir seriamente nada y a buscar una salida facilona para tu ego, tan aparentemente altiva como en el fondo impotente. Vuelves de un volantazo a Montaner, visto que conmigo no puedes. Porque a mí la escolástica, marxista o liberal, me la trae al fresco. Y tú, en cambio, sin prótesis librescas no vales nada, eres una empolloncilla, no tienes nada, absolutamente nada que decir como tú misma, si no puedes repetir algo que haya dicho antes Trotsky, Lukács, Ricardo, tu jefe o San Filipichín de Alcoy. Para ese tipo de diálogo no hace falta interlocutor; con unas cuantas antologías de citas y frases lapidarias hay más que suficiente para entretenerse. Yo prefiero conversar con personas de carne y hueso, tal vez menos eruditas o pretenciosas de serlo, pero con opiniones y vivencias propias y personales y capacidad de expresarlas. Si tú no estás dispuesta a mojarte en ningún momento, es a tí a quien corresponde hacer mutis. Saludos. |
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De: 02ManuelA |
Enviat: 09/09/2005 03:59 |
Manuel, me enfrasqué en la discusión con Matilda y no contesté a las preguntas que me hacías sobre el hambre en África. Disculpa. Aquí puedes leer las respuestas, en palabras de una africana. Saludos. |
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De: mfelix28 |
Enviat: 09/09/2005 07:59 |
Si, Manuel A.: lo mas normal en una africana, vamos, que esta chica es exactamente la rèpresentante de una africana: En una web "Liberalismo.org" defensora de un tipo muuuuuuy solidario de sociedad. De los descendientes liberales que esclavozaron Africa, la dividieron en parcelitas y luego de 100 años de ex`plotación incapaces de formar medicos, ingenieros, etc. decidieron que era mejor y más barato independizarlos. Con frases de antología como esta: Aseguras, pues, que la ayuda externa es inútil para desarrollar África. Pero, aparte de inútil, ¿podría ser dañina? Ciertamente, puede ser muy dañina Lo realmente insultante para una mente normal es esto: Para terminar. Nuestro “ingenuo” presidente ha propuesto en la ONU un proyecto denominado “Alianza de Civilizaciones” para solucionar el terrorismo Silencio con cara de sorpresa y extrañeza) Como buena chica de derechas no se entera de lo que pasa, pues mire señorita, el jefe de gobierno de donde reside lo conoce y lo aprueba. La ONU, la Unión Europea y la Liga Arabe, son más importantes que el mentiroso y ladrón Bush, y resulta que esa gente apruebe el proyecto de Zapatero. ¿Que va a saber de Africa esta personita? http://www.diariodirecto.com/DESARROLLOS/4_27072005_blair_zp_alianza_civilizaciones.htmlBlair apoya la "Alianza de Civilizaciones" de Zapatero |
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De: YoelA |
Enviat: 09/09/2005 11:59 |
Manuel A, muy buena entrevista a la africana. Lo mismo aplica para la dictadura en Cuba. Si el gobierno dejara el derecho de la propiedad privada, hoy en dia Cuba andaría por otros rumbos bien prosperos. Tambien aplica como anillo al dedo esto que dijo: "Cuando tienes gente al borde de la subsistencia puedes organizarla y dirigirla de la manera que tu desees, puedes hacer incluso que te besen los pies. El perder todo eso poder les horroriza. Por tanto, el reto para quienes quieran ver florecer la libertad y la riqueza en África sería encontrar incentivos para que los tiranos se pudieran beneficiar en cierto modo de las reformas. Es decir, hacer que las pérdidas que sufrirían los tiranos al reformar sean de alguna manera compensadas. En caso contrario, seguirán matando a todo aquel que se oponga a su poder". Saludos, Yoel. |
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De: 02ManuelA |
Enviat: 09/09/2005 15:59 |
Manuel, ¿qué es para tí lo normal en una africana? ¿una mujer analfabeta dándole rítmicamente al mortero, con un bebé a la espalda y rodeada por una nube de chiquillos algo más mayorcitos y otra de moscas, mientras su esposo fuma y bebe todo el día, contándose batallitas con el resto de zánganos de la vecindad? Para que esa imagen de Ãfrica, la que nos enseñan los profesionales del paternalismo, desaparezca cuanto antes (a la vez que otras mucho más tremendistas que todos tenemos en la mente), es preciso que estas africanas atípicas, educadas en Europa y en Norteamérica, muestren el camino a sus hermanas del mortero. Habiendo asimilado las claves de la civilización occidental, sin por ello haber vuelto la espalda a su gente y a aquellas de sus tradiciones que son compatibles con la dignidad de la persona y los derechos humanos, son ellas las que tienen en sus manos el futuro de sus sociedades en el contexto globalizado en el que ya hoy viven. Ellas y los hombres que sepan despojarse de los "malos usos" tradicionales (en todos los aspectos y no sólo en el del machismo) para aprovechar adecuadamente, por el contrario, los elementos positivos de su cultura. Ahora la mayoría de los africanos padecen un híbrido que reúne lo peor de Occidente y lo peor de Ãfrica; se trata de darle la vuelta y acceder a lo mejor de cada cultura. El único camino es el de siempre: aguzar la inteligencia y crear riqueza. Para repartirla mejor, primero hay que crearla. Las limosnas no son solamente denigrantes por una cuestión de orgullo, que también, sino sobre todo por su carácter castrador y acomodaticio, que degrada y pervierte a la larga a quien las recibe. En un momento de hambruna aguda nadie puede dudar de que son necesarias, pero un continente entero no puede vivir indefinidamente de la ayuda exterior. Eso es ni más ni menos que un crimen contra la humanidad. Saludos. |
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