Por otro lado, tenemos que mientras los ingresos de los obreros azucareros se reducen por rebaja de jornales y disminución de los días efectivos de labor, el costo de la vida se mantiene inconmovible por todo lo alto. Con la libra de papas a 8 y 10 centavos, la de arroz a 16 y a 20, la de manteca a 25 y 30, no hay jornal (bueno al menos ya sabemos cuánto costaba el arroz ,considerando que era el alimento básico, cuánto de los 75 pesos se consumía en arroz? Habría manisfestaciones por las ollas arroceras?) suficientemente elástico en el campo cubano para alimentar con lo más necesario a una familia . Esta realidad del alto costo de la vida, es casi siempre desconocida por los economistas oficiales, los dirigentes de los hacendados y los grandes colonos, cuando se refieren al “alto costo de producción” de nuestra industria azucarera. Un fenómeno expresivo Tales problemas han dado lugar a la aparición de ciertos fenómenos sociales, que hacía años no tenían lugar en Cuba, al menos con la intensidad con que ahora se están produciendo. Nos referimos, por ejemplo, a esa suerte de migración interna que se está desarrollando de modo impresionante en el país de un tiempo a esta parte. Este hecho es bien palpable en los pueblos del interior, a los que han estado arribando durante los últimos años, en cantidades cada vez mayores, miles de hombres y familias que abandonan el batey, empujados por la perspectiva de perecer de hambre y necesidad. Por supuesto, debido a la ausencia de centros fabriles donde encontrar trabajo y con las actividades comerciales reducidas a su mínima expresión por la propia situación azucarera, estas gentes que huyen del campo no hacen sino gravitar pesadamente sobre las ya maltrechas economías locales, y acentuar su propia desesperación al no encontrar empleo, ni parientes ni amigos capaces de aceptar una nueva carga. La mendicidad, es casi siempre la solución obligada en estos casos. De un lado para otro El fenómeno migratorio a que hacemos referencia, es tan importante desde el aspecto señalado, de traslado masivo de familias del campo para los pueblos y ciudades, como cuando ocurre en forma individual. En nuestro viaje por el interior para recopilar datos para esta serie de reportajes azucareros de Carteles, nos encontramos en el mismo tren procedente de Antilla, a dos hombres jóvenes, trabajadores azucareros que pueden resultar ejemplos típicos de lo que decimos. Uno, era un muchacho negro, de fornido aspecto, que nos dijo ser estibador. Venía del central “Cayo Mambí”, donde se le acabó el trabajo. Luego, había estado en Antilla, pero tuvo que abandonar este puerto también por falta de empleo. En el momento que nos tropezamos con él se dirigía a “San Germán”; “y si tampoco encuentro trabajo allí, vendo la ropa y sigo viajando hasta donde me alcance el dinero”, decía. Más dramático era el caso del otro obrero que venía en el propio tren, y con el cual conversamos durante largo rato. Este, trabajaba en los campos de caña de la “United Fruit Co.”, en Banes. Pero como este año las cañas no se limpiaron ni asistieron, y como estaba “empeñado hasta los ojos”, dejó la mujer y los hijos en casa de sus padres, y salió desesperado a buscar trabajo “donde lo haiga”. A pie… ¡desde Camagüey ! Pero nada comparable con otro caso que vimos. Fue en el camino hacia “Paraná Cinco”, precisamente. Íbamos en un jeep y de pronto nos encontramos con un hombre todo harapiento, barbudo y sucio, que nos hacía señas desde la vía ferroviaria por donde venía caminando con paso lento y cansado, para que detuviéramos la marcha. Lo hicimos, y en cuanto se acercó nos pidió, casi nos suplicó que le lleváramos de balde hasta la próxima colonia. Para justificar la petición, agregó: —Aunque no lo crean… ¡vengo a pie desde Camagüey! Luego comprobamos que no mentía. La falta de trabajo le había hecho caminar a este hombre de un pueblo a otro, de una colonia a otra, cientos de kilómetros. Pero por toda la zona en que ahora se encontraba no había posibilidad de trabajar. —Compadre —le dijo compasivamente uno de nuestros acompañantes, dirigente obrero de la región— aquí no hay trabajo para nosotros, ¿cómo crees que lo va a haber para uno de fuera? No obstante, como es costumbre en estos casos, comenzaron a gestionarle que pudiera cortar “un bulto” de caña (400 arrobas) para que cobrara el jornal “y siguiera camino”. Así están las cosas. Los problemas planteados La situación de los obreros azucareros —y ya nos estamos refiriendo al sector completo: agrícolas e industriales— plantea cuestiones de vital trascendencia para el país. Se trata de los hombres que laboran en nuestra fundamental fuente de ingresos. Y se trata nada menos que del destino de medio millón de personas, cifra cuadrupicable si se las considera en unión de la familia. Cuando estamos escribiendo —miércoles 19 de enero— aún no se han fijado las condiciones en que va a desenvolverse la próxima zafra y hay una cuestión planteada entre el sector obrero y el de los hacendados y grandes colonos, con relación a la ascendencia de la producción y a la congelación de los salarios del sector. Refirámonos a esto último. Los dirigentes de los hacendados piden la descongelación de los salarios para rebajarlos. Y los trabajadores se han opuesto a la medida. La posición de éstos, si se la analiza objetivamente, está justificada. La realidad es que se les ha dejado caer encima el peso de la crisis azucarera, reduciéndoseles los días efectivos de labor y los jornales, negándoseles el pago de la llamada superproducción, demorando el inicio de las reparaciones y cerrándoles el crédito en las bodegas. Todo esto, ha venido a agravar las terribles condiciones en que estos obreros viven, como hemos visto en el curso del reportaje. El ángulo económico Pero tal cuestión no debe ser juzgada solamente desde un ángulo puramente humano. Interesa plantear el aspecto estrictamente económico. Y desde este punto de vista lo que importa preguntar es: ¿qué efectos puede traer a la economía cubana un nuevo reajuste en los salarios azucareros?, ¿es de verdad imprescindible esta rebaja para la supervivencia de las empresas? La economía del país Como señalábamos, en los momentos en que estamos escribiendo aún el Gobierno no ha fijado las condiciones en que ha de producirse esta zafra. Sin embargo, cualquiera que sea su decisión al respecto, es conveniente analizarla teniendo en cuenta los hechos siguientes: La zafra de 1953 duró 29 días menos que la de 1952. La zafra de 1954, a su vez, duró cinco días menos que la de 1953. Esta reducción en el número de días de labor, ha representado para los obreros azucareros una pér dida total en jornales (sumados los dos años) por valor de 270 millones de pesos . Y esa cantidad debe ser apreciada, tomando en consideración el papel tremendamente decisivo que juega en la economía cubana el jornal azucarero. Sobre esto hay que insistir poco. Porque ya es del dominio común los efectos que en las otras ramas de la producción y el comercio nacionales han causado esos 270 millones de pesos dejados de circular. Así, ante la perspectiva de una zafra aún más restringida, y ante la petición de los hacendados y grandes colonos de descongelación de salarios, la opinión verdaderamente responsable del país se ha estado preguntando inquieta durante las últimas semanas, hasta qué punto la economía cubana, en su conjunto, será capaz de resistir otro rudo golpe como los recibidos durante los años 1953 y 1954.
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