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LUNFARDEANDO: Inmigración y lunfardo
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De: 2158Fenice  (Mensaje original) Enviado: 06/12/2009 07:18
Inmigración y Lunfardo
 
Ricardo Terrio

El lunfardo: su origen

Como consecuencia de la inmigración masiva que caracteriza el periodo que va desde mediados del siglo XIX hasta la mitad del XX, la cultura argentina de hoy resulta modificada por las costumbres de los europeos y en particular las de los italianos. La gran incidencia que tuvieron los rasgos culturales italianos en este proceso de asimilación tiene principalmente dos razones.

La primera es de carácter cuantitativo y se explica mirando los datos estadísticos del proceso inmigratorio. La idea de una repoblación de Buenos Aires se sostiene en las cifras demográficas y en los porcentajes de inmigrantes que en 1914 alcanza el valor del 49 por ciento. Casi 12 millones de descendientes de italianos, emigrados cuando Europa no podía saciar sus poblaciones, llevaron valores y tradiciones que representaban todo lo que quedaba en sus manos y también la base sobre la cual construir y cambiar gradualmente sus propias costumbres, según lo que se les presente en el nuevo mundo.

La segunda es de tipo cualitativo y concierne a las semejanzas entre los elementos culturales que entran en contacto. Tener raíces comunes, como en este caso el hablar una lengua de derivación latina, es un catalizador para una fusión de valores porque contribuye a derrumbar las barreras culturales y los prejuicios. Suele decirse con razón que no hubo en Buenos Aires un proceso claro de asimilación de tipo tradicional; esto es, cuando una sociedad receptora sólidamente constituida desde el punto de vista sociodemográfico recibe migraciones externas y les impone un sistema cultural más o menos uniforme. En tales casos tradicionales, los inmigrantes deben sufrir un proceso de adaptación a la situación preexistente y, en muchos casos, constituyen una minoría étnica. El camino entonces fue inverso, la existencia de ciertos ámbitos de integración (barrio periférico, escuela nacional obligatoria y gratuita, ciertas formas de expresión artística, etc.) que fueron borrando paulatinamente las diferencias culturales está comprobada por varios especialistas, como Francis Korn y James Scobie; así que más que asimilación lo que hubo en Buenos Aires fue fusión lisa y llanamente. Los estilos de vida que los inmigrantes iban a aprender no revolucionaban completamente los valores sedimentados y por lo tanto los viejos modelos de vida no se perdían, servían de puente hacia los nuevos.

Siguiendo una perspectiva histórica podemos decir que el fenómeno inmigración se coloca en un periodo en que la Argentina se estaba organizando y consolidando como estado. El país entró en una etapa de crecimiento económico basado en la exportación de productos agropecuarios y la clase dirigente decidió que había que insertarse en el mercado europeo, cuyas necesidades fueron especialmente que se los proveyera de materias primas, como lana, carne, cereales, etc. (por eso la zona del litoral, que en un primer tiempo era más atrasada con respecto al interior, gracias a la presencia de los puertos comerciales, fue el motor de la economía argentina).

Para llevar a cabo este objetivo era indispensable cambiar la estructura económica Argentina, y nada mejor que tomar como ejemplo a Estados Unidos. El inicio de la modernidad en el país trajo consigo nuevos valores y problemas propios como el surgimiento de nuevos sectores sociales: la clase obrera, la burguesía industrial y las capas medias; a los que se sumaron grandes cantidades de inmigrantes europeos (en su mayoría italianos y españoles).

Respecto a las condiciones receptivas de América latina, luego del período prohibitivo colonial, los liberales del siglo XIX fomentaron la inversión extranjera y la inmigración, especialmente la europea que llevaría experiencia y la tecnología (el inmigrante ideal del Facundo de Sarmiento). El inmigrante era parte de la política poblacional de las repúblicas agrarias de América Latina, puesto que se concebía que la abundancia de ciudadanos simbolizaba grandeza.

Puede decirse que hasta la independencia, el interior era la parte más poblada y rica. El litoral, más atrasado y pobre, comenzaba apenas su expansión. Las fronteras internas del país ceñían aún estrechamente la región pampeana y el norte santafesino. El sur de Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza, y toda la pampa y la Patagonia eran inhóspitos, como también, hacia el norte, El gran Chaco y Misiones. Sólo los aborígenes, cuyas cifras no alcanzaban a la vigésima parte de la población total, vivían fuera de esos límites.

Ese carácter desértico e inexplorado del territorio argentino fue el punto de partida de todos los proyectos de transformación nacional. Los políticos de la época reclamaban más hombres fuertes para poblar las tierras asoladas por los indígenas. Juan Bautista Alberdi al preparar las bases jurídicas de la nación reafirmaba la idea:"En América, gobernar es poblar". Colonizar el desierto y hacer producir la tierra era el paso ineludible para llegar a ser un país independiente. Así pensaron también los Constituyentes en Santa fe en 1853, cuando otorgaron derechos a todos los habitantes, sin distinción de nacionalidades.

Se hicieron grandes obras públicas como las instalaciones de agua corriente y de salubridad, se expandió la red de ferrocarriles, se construyeron edificios públicos y viviendas privadas, y por esto comenzaron a llegar miles de inmigrantes quienes trasformaron la sociedad tradicional con nuevas pautas culturales. La mayoría de ellos se hacinaron en las grandes ciudades y no en el campo, se calcula que nueve de cada diez inmigrantes se instalaron en la región litoral-pampeana, y en la ciudad de Buenos Aires quedaron de dos a tres de cada diez de los que llegaban al país.

En la perspectiva socio-cultural el proceso que se manifiesta expresa una amalgama, una interrelación cultural y una fusión étnica; esto sucede con la penetración de la lengua del inmigrante en la literatura. A fines del siglo pasado Buenos Aires fue parangonada frecuentemente con una torre de Babel: "promiscuidad de tipos y promiscuidad de idiomas. Aquí los sonidos ásperos como escupitajos del alemán, mezclándose impíamente a las dulces notas de la lengua italiana; allí los acentos viriles del inglés haciendo dúo con los chisporroteos maliciosos de la terminología criolla; del otro lado las monerías y suavidades del francés, respondiendo al ceceo susurrante de la rancia pronunciación española".

La literatura argentina en los años que van desde 1870 hasta 1930, reproduce el complejo proceso de asimilación de la temática, de la lengua, de los contrastes culturales, provocados por el fenómeno inmigratorio. Desde la década del 50, en la literatura, en la música popular (el tango), en los mass-media (dramas radiofónicos, historietas) y en el cine, el inmigrado sigue cubriendo papeles notables. El lenguaje del italiano y el mismo lenguaje del español en sus peculiaridades regionales (gallego, catalán, andaluz, etc.) se convirtieron en el núcleo de la comicidad, en el sainete (género teatral popular que tuvo gran difusión en los años 30). Los diálogos más serios del inmigrante se convierten en cómicos en su lenguaje, como si su imperfección formal no pudiese tener contenidos serios. Sin embargo, en el momento en que hace la caricatura del interlocutor inmigrante, el argentino absorbe el lenguaje del otro.

Los italianismos se difundieron, al principio, en los estratos más bajos de la sociedad, contribuyendo al enriquecimiento del vocabulario "lunfardo". En la zona del Río de la Plata se da la tendencia a designar como lunfardo al lenguaje de los suburbios, o sea, la jerga de los delincuentes. Los barrios de Buenos Aires fueron el escenario donde se encontraron los gauchos que llegaban del interior y los inmigrantes europeos en busca de su primera ocupación. En estos lugares de marginación, las dos culturas establecieron los primeros contactos y produjeron, al principio, esta forma de comunicación que tiene como su objetivo principal el de disimular las intenciones de quienes las practican. La estructura del lunfardo se nutre de la sustitución de sustantivos, verbos, adjetivos e interjecciones castellanas por términos, a los que les cambia el significado, provenientes del italiano, de sus dialectos, de las lengua indígenas y hasta de palabras españolas. Un elemento auxiliar del lunfardo es el vesre, o sea, la pronunciación de las palabras cambiando el orden de las sílabas: tango es gotán, bacán es camba, viejo es jovie, cabeza es zabeca y así sucesivamente.

Obviamente ese "idioma" no tiene reglas fijas y muestra un enorme dinamismo; la gente del hampa y los internos de las cárceles ensayan continuamente variaciones que, cuando tienen éxito y son aceptadas, se expanden a velocidad vertiginosa. Por lo tanto el lunfardo entendido como forma de comunicación entre delincuentes representó solamente una etapa de desarrollo de esta jerga que con el pasar del tiempo fue convirtiéndose en una lengua popular hablada por diversos sectores de la población.

La inmigración italiana dejó en las letras de tango y en las conversaciones de los argentinos un número considerable de vocablos de los dialectos peninsulares y del italiano. Los italianismos conservados con el mismo significado, o con una extensión del significado y con modificaciones en la grafía que adaptan aproximadamente la pronunciación de la palabra italiana al castellano, se ven en la siguiente lista. Es notable la forma directa, casi brutal y sin embargo muy eficiente con la que se castellaniza la palabra italiana: generalmente eliminación de las "dobles","sh" por "sc", "yi" por "gi", "ch" por "cc", agregado de una vocal ("es") para expresar la "s" inicial, vocal que se suprime casi siempre al final, a la manera de los dialectos del norte de Italia.

Los verbos secar, estufar, escochar vienen de los italianos "seccare", "stufare" e "scocciare", con el mismo significado; son de uso frecuente.

Cafishio: sufre una adecuación de la pronunciación, es una adaptación del italiano "stoccafisso" (bacalao), sustantivo empleado para denominar al "ruffiano" (rufián; como adjetivo puede significar elegante).

Fiaca: viene de "fiacca" (pereza, dialectal, por "pigrizia").

Mufa: de "muffa" (moho). En Buenos Aires se usa para designar un estado de ánimo, en el que el alma se recubre de "mufa".

Crepar: de "crepare" (morir, más fuerte que "morire").

Laburo: de "laburar" (trabajar), adaptación dialectal (lavurer, lavurar) del italiano "lavorare".

Pelandrún: de la forma dialectal "pelandrone" ("sfaticato" en italiano, haragán en castellano).

Pasticho: de "pasticcio", pastel o albóndiga en italiano, por extensión enredo, confusión o lío.

Esquifoso: del italiano "schifoso", asqueroso.

Atenti!: Exclamativo que significa ¡cuidado! ¡Atención! Muy parecido al italiano "attenti"!

Fachatosta: de "facciatosta", literalmente "caradura".

Afilar: del dialectal italiano "filare" (corteggiare, o sea cortejar).

Chau: del dialectal "ciao" (hola, adiós, hasta pronto, hasta luego) pero usado solo cuando se despide una persona, y no cuando se la encuentra; los argentinos nos encontramos castellanos y nos despedimos italianos.

Chuca: de "ciucca" (borrachera). El sobrenombre Coco o Coca, de "cocco" (o "cocco della mamma"), a su vez del verbo "coccolare", que significa halagar, complacer, satisfacer, tratar afectivamente, sobre todo a un niño, hasta llegar el extremo de malcriar o sofocar de cariño.

Pibe: muchacho del dialectal "pive" (xeneize, lengua de Genova) que significa aprendiz o muchacho de los mandados de un artesano o comerciante. Era desconocido en Italia fuera de Liguria, hasta que volvió a entrar desde Argentina por medio del lenguaje futbolístico (el pibe de oro, referido a Maradona).

Manyar: de "mangiare" (comer en italiano).

Yiro: de "giro, girare" (en italiano la "g" de giro se pronuncia como la "y" de "ya" en el castellano argentino), La expresión verbal significa girar, deambular, por la calle o por los caminos. Como sustantivo (exclusivamente en masculino) se utiliza para designar las prostitutas, sobre todo desde cuando "mina" perdió su significado original y pasó a ser mujer en general.

Bachicha: sustantivo y adjetivo que significa muy gordo/a y deriva del italiano "ciccia" que literalmente significa "carne" .

Bochar: de "bocciare" (aplazar un examen) es el equivalente del bochar castellano que en italiano tiene también un acepción escolar.

Capo: Jefe.

Contamuse: del homónino italiano, es un sustantivo usado para indicar a los mentirosos.

Enyetar: del dialecto napolitano "jettatura", "jettatore". Figura del imaginario colectivo que designa a los individuos cuyos poderes ocultos tienen la capacidad de transmitir mala suerte

Festichola: palabra que se dice cuando hay una fiesta con excesos de comida y bebida. Del italiano "festicciola", "fare una festicciola".



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