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LUNFARDEANDO: Delimitación / Lunfardismos
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De: 2158Fenice  (Mensaje original) Enviado: 10/12/2009 08:09
Delimitación de los "lunfardismos"

 

Un intento de delimitación de los lunfardismos podría afirmar que:


* Los lunfardismos son argentinismos, aun cuando palabras que se consideran lunfardismos son usadas en otros países hispanohablantes con un significado similar o igual. (El Diccionario de la Real Academia Española trae torta relación sexual entre mujeres o jalar esnifar, inhalar cocaína como peruanismos; también da fetén, sin marca alguna, considerándola tan castellana como mesa o cielo).

A la vez, hay un gran número de argentinismos que no son lunfardismos (desde regionalismos hasta palabras formales).

** Los lunfardismos son coloquialismos. Pero hay un gran número de coloquialismos que no son lunfardismos (neologismos, extranjerismos, palabras usadas únicamente por una persona o un grupo pequeño, etc.).

*** Los lunfardismos son regionalismos propios de la ciudad de Buenos Aires y las zonas urbanas que lindan con ella; lo que podríamos llamar porteñismos. De todos modos, muchas palabras lunfardas son usadas en el resto del país, especialmente en las áreas urbanas.

Sin embargo, hay un número considerable de porteñismos que no son lunfardismos. (Se trata de cosas que en esta zona reciben un nombre y en otras, uno diferente: por ejemplo, batata, tubérculo conocido en casi todo el país como camote).

**** Luego, están las voces de las jergas de los distintos ámbitos, ocupaciones, etc. Solo se pueden considerar lunfardismos las que han trascendido esos ámbitos y son usadas en buena parte de la sociedad.

Aun corriendo el riesgo de la arbitrariedad, considero importante plantear algunos límites, porque si todo [lo que se usa en Buenos Aires y no está canonizado por el Diccionario de la Real Academia] es lunfardo, algunos pueden plantear, y de hecho lo hacen, que [casi] nada es lunfardo.

Gobello, en su diccionario de 1990, afirma que el lunfardo es "un repertorio de términos traídos por la inmigración, durante la segunda mitad del siglo pasado y hasta el estallido de la primera gran guerra, y asumidos por el pueblo bajo de Buenos Aires, en cuyo discurso se mezclaban con otros de origen campesino, y quechuismos y lusismos que corrían ya en el habla popular, conformando un léxico que circula ahora en todos los niveles sociales de las repúblicas del Plata".

De esta forma, quilombo, guita y pucho no son lunfardismos, sino voces populares. En cambio, mufa, fiaca o curda aparecen en su diccionario con marca de lunfardismo. Y eso es algo de lo que disiento: pocas palabras connotan más porteñidad que estas, más allá de su origen, que es, seguramente, la razón de la diferencia en la categorización. Por otra parte, plantear una oposición entre lunfardo y popular es llamativo: considero que una palabra lunfarda es por definición popular.

En Aproximación al lunfardo (1996), e incluso antes, expone la definición que tomo como base para poner en palabras lo que entiendo por lunfardo: Dice: "Vocabulario compuesto por voces de diverso origen que el hablante de Buenos Aires emplea en oposición al habla general".madrileños a punto de ahogarse en el eurocentrismo que exudan. ¿Alguien puede explicar por qué kit es palabra española y grip u okey no? ¿Por qué airbag aparece en el DRAE 2001 en redonda y no en cursiva? ¿Es que los españoles pronuncian airbag en lugar de érbag? Lo mismo vale para gay. ¿Por qué linier, mánager, mogollón gran cantidad de algo; mucho, follón, jolín, paro desempleo, estraperlo y tantas otras son palabras castellanas sin más, y carecen de la marca de regionalismo que se les pone a los americanismos?

Nora López

Pero en una nota publicada por el diario Clarín de Buenos Aires en noviembre de 2003, amplía enormemente su espectro: "Son lunfardo todas las palabras de uso cotidiano en Buenos Aires que no tienen un significado que figure en el DRAE".

Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras, señala en la presentación del Diccionario del habla de los argentinos (2003) que el lunfardo "es un léxico nacido de una triple fuente: la jerga delictiva de los ladrones, como base, el habla del arrabal y la fusión lingüística inmigratoria representada en el conventillo porteño. El primero de sus constituyentes fue el elemento de peso, incluso el que le dio nombre a esta habla popular, pero no se limitó a él. El lunfardo se gesta y desarrolla entre 1870 y 1920, aproximadamente, y se difunde por escrito en letras de tango y en textos de sainetes y comedias. (...) Se trata de una de las hablas populares porteñas, no del habla popular porteña. El lunfardo, pues, no agota lo popular. Hay, actualmente, una tendencia a un panlunfardismo, que consiste en considerar y calificar de lunfarda toda manifestación coloquial del habla de Buenos Aires: la de los drogadictos, el fútbol, el hipismo, la música popular actual, etc. Esto es excesivo".

Barcia cae en el eterno error de asociar de modo fundamental lunfardo y delito; si bien señala que la jerga ladronil es solo una de sus fuentes, la reputa como la más importante. Cualquier recorrido por los vocabularios lunfardos, incluyendo los del siglo XIX, como el artículo "Caló porteño", de Juan Piaggio, publicado en La Nación en 1887, demostrará que las palabras delincuenciales no son mayoría. Y así como algunas palabras de la jerga delictiva, las que llegaron a oídos de los recopiladores, aparecieron en los vocabularios lunfardos, palabras de distintas jergas actuales, cuando trascienden sus ámbitos originales, pueden considerarse lunfardas.

Es cierta la tendencia al panlufardismo, que aquí criticamos, pero palabras vinculadas con los consumidores de drogas, la prostitución, la actividad hípica o la música popular llevan décadas apareciendo en los diccionarios lunfardos: voces como fueye, corte, lata, franelear, batacazo, cafishio, cocó, fija o madama son registradas en el Breve diccionario lunfardo de José Gobello y Luciano Payet (1959).

Por otra parte, resulta arbitrario limitarlo temporalmente. No creo que sea sólo el habla de una coyuntura de fusión, sino el habla de lo que comenzó con esa fusión, que es la Buenos Aires cosmopolita, la megalópolis que hoy disfrutamos y padecemos.

Lo más extraño de las afirmaciones de Barcia es lo siguiente: "Muchos lunfardismos fueron cayendo en desuso (canasta, cufa, beguén, esquenún, musolino, yacumín, etc., a los que se ha llamado arcaísmos lunfardos (Teruggi, 1989), y otros han pervivido en el tiempo hasta nuestros días, y se han expandido en un uso más generalizado, a todos los niveles sociales y en distintas latitudes del país, más allá de lo porteño, por ejemplo, mina, laburo, morfar, bacán, etc. En estos casos, se señala [en el diccionario] su origen con la marca lunfardo, y se agrega otra, coloquial, que indica que forma parte del vocabulario activo actual". Interpreto que se considera "lunfardo" sólo el origen de estas palabras, y que "coloquial" se emplea para indicar que no son palabras caídas en desuso. Si esto es así, no comprendo el motivo. Sería entendible decir que algunas palabras tienen un origen lunfardo, aun cuando se lo circunscriba a un contexto espaciotemporal agotado, lo cual no comparto. Pero asociar lo coloquial con lo actual, con la vigencia, me resulta incomprensible: ¿Acaso en otros momentos las palabras de origen lunfardo no eran coloquiales?

Conde, por su parte, sostiene que los americanismos no deben ser confundidos con lunfardismos. Se refiere a "palabras que son utilizadas en gran cantidad de países latinoamericanos, como por ejemplo mordida fruto de cohechos o sobornos, chivarse enojarse, pitar fumar o rumbear encaminarse". Ahora bien: ¿Sólo porque se usan en otros países no son lunfardismos? ¿Cómo estar seguros, por ejemplo, de que no aparecieron debido a procedimientos similares a los que hicieron nacer otras palabras que son aceptadas como lunfardismos sólo porque no se usan en otros países? Incluyo entre esos "procedimientos similares" la mera supervivencia de arcaísmos españoles que forman parte del vocabulario lunfardo.

También es taxativo al excluir del conjunto de los lunfardismos los que él llama pseudolunfardismos: "Como se sabe bien, muchísimas palabras consideradas popularmente lunfardas no lo son. Se trata, en cambio, de vocablos de la más rancia estirpe española, y que, como tales, aparecen en el diccionario académico. Los ejemplos son incontables, pero elijo algunos: espichar morir, fiambre cadáver, castañazo puñetazo, plomo persona pesada y molesta, pollo escupitajo, mechera ladrona de tiendas, tranca borrachera, descolgarse decir o hacer una cosa inesperada, aportar llegar, lanzar vomitar, o las expresiones de buten excelente y al pelo a punto".

Ocurre que nadie habla –y casi nadie escribe– con todo el DRAE en la cabeza o en la computadora, de modo que resulte automática la identificación de una palabra como española ortodoxa, y su posterior reemplazo por un sinónimo lunfardo o, para decirlo más neutralmente, por una palabra que tenga una resonancia similar a la que tienen palabras que todos los investigadores consideran lunfardas.

Cuando usamos la palabra mosca dinero le estamos dando a nuestro discurso una connotación que considero inconfundiblemente porteña: está claro para mí que no es lo mismo tener la mosca que tener mucho dinero. No creo que muchos de los hablantes que la utilizan sepan de su larga tradición española, y es seguro que desconocen lo que de ella dice Corominas.

Todo esto para no hablar de los límites del español, manejados por unos señores

Con respecto a las palabras más nuevas, las que no pertenecen a ninguna forma del español, inventadas o llegadas de otros idiomas –con las excepciones que veremos más adelante–, permiten más fácilmente su categorización como lunfardismos.

Las palabras españolas totalmente resignificadas o con un significado tomado de palabras similares de otros idiomas (por ejemplo, algunas palabras que vienen del portugués de Brasil, como curtir, pegar, careta) tampoco ofrecen mayores obstáculos para ser consideradas lunfardas.

Sin embargo, aquellas que designan un hecho único o de improbable repetición, como corralito (conjunto de medidas económicas cuya repercusión mayor en la población fue la restricción del uso de dinero en efectivo) y corralón (conjunto de medidas económicas cuya mayor repercusión en la población fue la imposibilidad temporal –hasta que perdieran buena parte de su valor...– de disponer de los depósitos bancarios), me resultan más cercanas a la categoría de argentinismo.

Las palabras inventadas sobre una base española con procedimientos y afijos similares a los del castellano (de pastilla, empastillar o empastillarse; de cartón, cartonero; de boquete, boquetero) están más cerca del límite –subjetivo, por cierto– con los coloquialismos o incluso con los regionalismos más o menos formales. A mí, por ejemplo, me resulta muy difícil encuadrar como lunfardismos los sustantivos terminados en -ero que derivan de palabras castellanas.

También considero limítrofes palabras españolas cuyo significado presuntamente lunfardo es una extensión más o menos amplia de su significado original: bajar, zafar, delirar, etc.

No me parece que puedan considerarse lunfardismos las palabras extranjeras –fundamentalmente inglesas– usadas internacionalmente, como e-mail, marketing, gay, pizza, pero tampoco las que se usan especialmente aquí, como outlet, default o delivery. Creo que es la connotación la que define las cosas, y esta se vincula indisolublemente con lo subjetivo. De todos modos, no es lo mismo decir que Fulano es un winner porque se levanta muchas minas, que decir que alguien fue a un outlet o a un shopping (aunque en Buenos Aires llamemos outlet o shopping a lugares distintos de los que reciben ese nombre en el mundo anglohablante), o que estuvo horas chateando.

Por último, habría que considerar las palabras que históricamente han estado en diccionarios lunfardos, especialmente algunas del ámbito del fútbol, del turf o del tango. Una aplicación rigurosa de las expurgaciones que propone Conde dejaría de lado a unas cuantas de ellas. El caso extremo es el de la palabra lunfardo: salvo con el significado hace años desusado de ladrón, no se la usa como lunfardismo, sino como palabra formal para referirse a un conjunto de palabras cuyos límites, como vemos, son objeto de análisis, pero no de conclusión definitiva. Más bien, parecen ganarse su lugar en los diccionarios lunfardos porque nos suenan a pasado común –aun cuando sigan vigentes–, a tango, a barrio, a esquina.

Por otra parte, entre los términos que se repiten en los diccionarios lunfardos encontramos albergue transitorio. Estoy segura de que no hay modo más formal de nombrar esos establecimientos comerciales que ofrecen habitaciones por horas para que las parejas tengan relaciones sexuales. Sin embargo, Gobello y Conde, en sus diccionarios de 1998, la dan como lunfardismo. Algo similar ocurre con penal, situación de un partido de fútbol –y de otros deportes– que en algunos lugares de América y en la misma España tiene otros nombres, como pénal o penalti, pero que está perfectamente tipificada en el reglamento. No se trata de una jugada propia de la habilidad y la picardía que consideramos porteñas, como un túnel o caño, o una rabona. Sin duda, estas dos y algunas más también deberían estar fuera de los diccionarios lunfardos.

Está claro que no existe un hiperescáner que pueda determinar el grado de lunfardidad de una palabra, y en los diccionarios lunfardos, sobre todo en los más serios y rigurosos, se dependerá del criterio del autor, que, por otra parte, supongo que será amplio, especialmente a la hora de considerar esas palabras "limítrofes".

Los lunfardismos, más allá de estos límites, arbitrarios, como todos los límites, pero que pretenden acotar el tema que tratamos, tienen una característica particular: un toque distinto, divertido, desacartonado, y con una connotación inequívocamente porteña que el hablante decide darle a su discurso. Esta connotación y sus alcances son siempre subjetivos, pero están presentes cada vez que usamos o escuchamos un lunfardismo, y ese es el límite más importante dentro del cual se hallan.



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