Luego de actuar seis meses en París, Gardel actuó un mes más en Barcelona y Madrid, antes de retornar a Buenos Aires, donde llegó el 16 de junio de 1929, nueve meses después de su partida. En Madrid, tras catorce años con Gardel, Ricardo decidió dejar el grupo de guitarristas, al parecer disgustado con el protagonismo instrumental que pretendía Aguilar.
Permanecerá en Buenos Aires durante un año y medio. En ese plazo se presentó en Buenos Aires y Montevideo, realizó una extensa gira por las provincias argentinas, cantó por Radio Nacional, se sometió a una pequeña operación en sus cuerdas vocales y contrató a Domingo Riverol para reemplazar a Ricardo.
El 6 de septiembre de 1930 se produjo un golpe de Estado cívico-militar en Argentina que derrocó al presidente democrático Hipólito Yrigoyen. Fue el primero de una serie de interrupciones de la institucionalidad democrática que se extendería hasta 1983. En esa ocasión, Gardel asumió una posición de apoyo al golpe grabando el tango «¡Viva la patria!», de Aieta y García Jiménez, que lo enfrentó con los sectores yrigoyenistas de la Unión Cívica Radical, que al menos en un par de ocasiones boicotearon sus actuaciones.Simultáneamente, Gardel comienza a tener dificultades económicas y diferencias con Razzano, quien se desempeñaba como su representante, que le granjean enemistades en la barra de amigos que compartían y en el medio artístico y periodístico.
Finalmente, en 1930 Gardel iniciaría una nueva modalidad para difundir su canto, que redefinirá radicalmente su carrera y la masividad de su arte: el cine.
Estrella de cine
A fines de los años 20 la industria cinematográfica argentina mostraba una enorme vitalidad que la convertía en una de las tres más importantes de América Latina, junto a México y Brasil.Carlos Gardel, por su parte, ya había tenido una importante incursión cuando el cine era mudo, demostrativa de su sensibilidad para detectar los mecanismos modernos de construcción de la popularidad masiva, más allá incluso de las fronteras nacionales. Su amigo Enrique Cadícamo diría que:
...Gardel, en la hora de su apogeo, no pensaba en otra cosa que no fuera el cine.
Enrique Cadícamo
En muchos aspectos, Gardel se anticiparía en décadas a fenómenos culturales de masas en los que se unen la pasión, la identificación personal y la música, como la beatlemanía de los años 60, o fenómenos latinos equivalentes como Sandro, Soda Stereo y Luis Miguel, en los años 70, 80 y 90.El crítico Claudio Iván Remeseira ha utilizado incluso la palabra «gardelmanía» para referirse a esta última etapa de la vida de Gardel.
Los cortometrajes musicales argentinos de 1930
En 1930 Gardel protagoniza quince cortometrajes musicales sonoros, cada uno sobre una canción, con dirección de Eduardo Morera y producción de Federico Valle, uno de los pioneros del cine latinoamericano. Valle había nacido en Italia en 1880, y luego de trabajar con los Hermanos Lumière y tomar clases con Georges Méliès, emigró a la Argentina en 1911 y desde entonces produjo decenas de obras cinematográficas de gran valor, incluyendo los primeros noticieros y los largometrajes animados de Quirino Cristiani, los primeros en la historia del cine mundial en su género.
De los quince cortos, cinco resultaron arruinados en el laboratorio, entre ellos uno titulado Leguisamo solo, en el que aparecía el jockey Irineo Leguisamo. En 1995 fue hallado otro de los cortos no lanzados, El quinielero, de Luis Cluzeau Mortet y Roberto Aubriot Barboza.
Los diez cortos lanzados fueron: El carretero, Añoranzas, Rosas de otoño, Mano a mano, Yira, yira, Tengo miedo, Padrino pelao, Enfundá la mandolina, Canchero y Viejo smoking.
El más elaborado de todos es Viejo smoking, un tango con letra de Celedonio Flores y música de su guitarrista Guillermo Barbieri, en el que Gardel, antes de cantar, protagoniza un sketch dramático con César Fiaschi e Inés Murray sobre el desempleo, la pobreza y el desalojo, en el contexto de la Gran Depresión. También se destacan Yira, yira, El carretero, Mano a mano y Rosas de otoño, en los que Gardel sostiene diálogos muy significativos con sus autores, Enrique Santos Discépolo, el payador Arturo de Nava, Celedonio Flores y Francisco Canaro, respectivamente.
Los cortometrajes fueron filmados en Buenos Aires entre el 23 de octubre y el 3 de noviembre de 1930 y estrenados el 3 de mayo de 1931 en el cine Astral de la calle Corrientes. En algunos casos fueron presentados como «tangos teatralizados».
Se ha afirmado que los cortometrajes de Gardel fueron los primeros videoclips de la historia del cine y la primera producción de cine sonoro de Argentina y eventualmente América Latina.La afirmación es parcialmente cierta. Los cortometrajes de Gardel constituyeron la primera producción de cine sonoro con banda de sonido incorporada en la película (sistema Movietone) realizada en América Latina, pero desde 1927 en el mundo (El cantor de jazz) y 1929 en América Latina (Mosaico criollo) se habían realizado películas sonoras musicales, utilizando el sistema de discos sincronizados (sistema Vitaphone), y también con anterioridad se había utilizado el sistema Movietone (banda de sonido) para filmar clips musicales de Sofía Bozán con dirección de José Bohr, aunque realizados en Nueva York.Más allá del debate sobre la prioridad cronológica, los diez cortometrajes de Gardel, dirigidos por Morera y producidos por Valle, constituyen un esfuerzo pionero tanto de la industria cinematográfica latinoamericana como del videoclip musical.
Las películas francesas
En enero de 1931 Gardel emprendió una nueva gira por Francia, iniciada con dos meses de presentaciones exitosas en Niza, donde despide a su guitarrista Aguilar por un comentario homofóbico en su contra.A fines de abril llegó a París con la firme determinación de filmar una película en los estudios que la empresa estadounidense Paramount tenía en la localidad de Joinville-le-Pont, a 40 kilómetros al sudoeste de la capital francesa, dedicada a producir películas para los mercados no estadounidenses. Pocos días después, el 1 de mayo, lograba su objetivo y firmaba un contrato que lo incluía en un largometraje musical protagonizado por las figuras de la compañía de revistas del Teatro Sarmiento de Buenos Aires, propiedad de Augusto Álvarez, encabezada por Manuel Romero y Luis Bayón Herrera. La película estuvo finalizada a fin de mes y se llamó Las luces de Buenos Aires.
El director fue el chileno Adelqui Millar y los guionistas Manuel Romero y Luis Bayón Herrera. Los actores principales eran Gardel, en el papel protagónico del estanciero Anselmo Torres, y Sofía Bozán, como su novia que está a punto de ser corrompida por un empresario de Buenos Aires, al igual que su amiga, interpretada por Gloria Guzmán, y que termina siendo rescatada por los gauchos, para devolvérsela al estanciero (Gardel). El elenco se completaba con Vicente Padula, Pedro Quartucci y Carlos Baeza, entre otros.
La película incluye escenas de canto y baile (tango, malambo y otras danzas folklóricas). Para componer la música se contrató a Gerardo Matos Rodríguez, el autor de «La cumparsita», y para ejecutarla a Julio de Caro (violín), su hermano Francisco de Caro (piano) y Pedro Laurenz (bandoneón). Gardel canta dos canciones, un tango propio titulado «Tomo y obligo», con letra de Romero, que canta en una cantina de La Boca en una famosa escena que generaba el delirio popular, y el vals «El rosal», de Matos Rodríguez y Romero, que es el tema romántico con el que cierra la película, mientras Gardel besa a su novia (Bozán). Bozán también canta dos canciones, en tanto que Guzmán canta una.
Las luces de Buenos Aires fue estrenada en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1931. Primero en los cines más importantes de Buenos Aires y luego en los cines de barrio y del resto del país, con enorme éxito.Pero lo más importante fue la recepción de la película en los países de habla hispana que nunca habían podido ver a Gardel. En Guatemala se exhibió durante tres años, en Madrid todos los días durante tres meses, y en Barcelona y Nueva York el público obligaba a los operadores a rebobinar la película una y otra vez para oír nuevamente «Tomo y obligo». En Ecuador, el escritor Ricardo Descalzi recordaba aquel momento:
Fue en este momento cuando nos impresionó la voz y la figura de Carlos Gardel en su primera película: «Las luces de Buenos Aires», con tal impacto en el ambiente, que de inmediato lo empezamos a admirar y a querer. Esta película nos trajo «Tomo y obligo», que el público asistente a los cines aplaudía con tal vehemencia que el operador se veía obligado a detener la proyección para reprisarla dos o tres veces... Desde entonces el anuncio de una película de Carlos Gardel abarrotaba las salas, transformándose en el ídolo del tango.
Ricardo Descalzi
Gardel comenzaba a concretar la imagen de galán-cantor que había constituido la médula de su proyecto artístico desde un inicio. Su figura se había estilizado y continuaría estilizándose hasta pesar 76 kilos, luego de haber llegado a los 120 kilos.
En agosto de 1931 volvió a Buenos Aires, donde permanecería nueve semanas. Paradójicamente, al mismo tiempo que su popularidad en Argentina, Uruguay y todo el mundo hispanohablante comenzaba a alcanzar proporciones nunca antes vistas, en el mundo artístico y los medios de comunicación de Buenos Aires crecía un sentimiento de rechazo a Gardel por lo que se percibía como una pérdida de contacto con sus raíces «criollas». El 15 de septiembre de 1931, su amigo, el escritor Carlos de la Púa, publicó en el diario Crítica una dura carta abierta, titulada «Che Carlitos, largá la canzoneta»:
Largá las gringadas esas que serán muy bonitas, pero que nosotros no las concebimos cantadas por vos. No profanés, hermano, las cosas nuestras que te dieron gloria y guita alternándolas con esas macanas franco-napolitanas que no nos interesan, no las sentimos y que... bueno (...) Tu querido Buenos Aires, la calle Corrientes, la Cortada, los burros, el tango, la milonga, esa es tu vida, tu verdadera vida, lo demás es grupo. Abrite de esas cosas raras... y algún día me lo vas a agradecer.
Carlos de la Púa, 1931.
Nunca como en esas brevísimas nueve semanas que estuvo en Buenos Aires, percibió tan fuertemente la hostilidad de la farándula y el periodismo porteño.
Al volver a París, Gardel encontró a la Paramount francesa en plena crisis, en el marco de la depresión mundial y de un clima político que se enrarecía, pocos meses antes de que Hitler tomara el poder en Alemania. Transcurrido el primer semestre de 1932 sin novedades y cuando Gardel ya había decidido volver a Buenos Aires, la empresa decidió realizar nuevas películas con el cantor argentino. Para ello designó al experimentado director francés Louis Gasnier, definió un guion adaptado de otro proveniente de Estados Unidos y fijó la fecha de filmación en septiembre de 1932 de una película que llevaría el título de Espérame, con el subtítulo de Andanzas de un criollo en España.