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General: EL MITO DE LA TORRE DE BABEL Y LA MASONERÍA- Parte 1
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Respuesta  Mensaje 1 de 23 en el tema 
De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 12/03/2019 05:25

EL MITO DE LA TORRE DE BABEL Y LA MASONERÍA- Parte 1

 

En algún momento luego de mi iniciación se me explicó que en Logia deberíamos llegar a algo consensuado , a un entendimiento entre nosotros los masones y no en una confusión como pasó en la Bíblica Torre de Babel ,  donde nadie comprendía , a los demás , llegar a comprendernos todos es una de las metas de la Masonería.

Etimológicamente mito significa "relato" en griego una narrativa imaginaria.Se relaciona con una gran experiencia humana al darle una dimensión edificante y universal donde se cuenta la vida, de las figuras ejemplares, la riqueza de lo imaginario, en torno a cultura humana. Evocan tanto la fuerza como la debilidad de los seres humanos, sus límites con la consciencia de incesantes esfuerzos por realizar algo que antes nadie se atrevió a hacer.

 

Los grandes mitos de la humanidad son una escuela de vida , que se caracterizan por exponer arquetipos, símbolos, metáforas. Esto no es no son historias  o hechos reales y  que pueden parecer ingenuos a primera vista, pero que encierran una realidad que trasciende incluso lo histórico o lo que nosotros consideramos verídico.

 

Los mitos como el de la Torre de Babel surgen de la necesidad de comprender la naturaleza humana, su condición, sus restricciones, sus pasiones, sus deseos, sus ideales. Estas son referencias esenciales, bocetos de unas respuestas a preguntas existenciales.

Expresan la posibilidad de emanciparse de la tutela, de dominar el destino, la fatalidad y hasta lo inevitable como lo es la Muerte. A partir de entonces los hombres no son sólo sujetos o elementos incomprensibles, sino personajes que pueden ir más allá de lo accidental de la vida y por tanto realizar hazañas que parecieran imposibles .

 

Todas las culturas tienen su mitología con sus héroes, sus tragedias, su dosis de moral y una también una  representación de su propia realidad . Los autores son casi siempre anónimos. Los mitos y las leyendas están en los orígenes de la humanidad, y en todas la épocas. Tenemos El  relato de  un Paraíso Perdido, La Edad de Oro que llegará ,  una Atlántida en el inconsciente colectivo,  los mito de Prometeo, de Osiris, de Noé y el diluvio, Gilgamesh, Orfeo etc.

 

El mundo moderno también tiene sus propios mitos contamos con mito por poner ejemplos como: el del superhombre (superman), el mito del dinero que lo soluciona todo, el mito del consumo desenfrenado que te hará feliz, el mito de un líder político izquierdo -socialista  latinoamericano  que llevará al  progreso  a una nación etc.

 

 Pero tenemos en el inconsciente colectivo de la humanidad el EL MITO DE LA TORRE BABEL.

El primer significado de Babel se explica por la raíz "bll" palabra hebrea que significa"Confundido" el nombre de Babilonia en realidad significa "puerta de Dios" o "puerta de la cielo ".

La Torre de Babel se evoca en el Antiguo Testamento (Génesis 11: 1-9) de la siguiente manera:

Toda la Tierra tenía un solo idioma y un solo discurso. Hombres que van a Oriente (el texto dice ni de dónde vinieron ni quiénes eran) se establecieron en una Valle en la tierra de Shinar en Mesopotamia, "Babilonia".  Que para no ser dispersos, construyeron una ciudad y una torre cuya cima alcanzaría los cielos. Dios viendo que eran un solo pueblo con un solo idioma.

Viendo que sería imposible controlarlos , se dio que Dios les confundió su lenguaje y Dispersó a los hombres sobre toda la superficie de la tierra. Dejaron de construir la Ciudad y la Torre, la construcción se detiene porque los trabajadores ya no se entienden. Entonces, al tratar de elevarse  tan alto como Dios, todos los habitantes de la tierra serían  castigados por tal atrevimiento  y ya no podían comunicarse entre sí , pues nadie se entendía con los demás,  todo por la multiplicación de idiomas causando luego la confusión y la anarquía. Yo en lo personal pienso que todos hablaban el mismo idioma , pero como pasa hoy , nadie comprendía a sus semejantes.  Podemos estar hablando de lo mismo , pero , cada quien entenderá según su criterio personal. En logias intentamos y nos hacemos entender entre hermanos masones, porque en logias se da ese fenómeno milagroso diría yo , de que entre masones  si nos entendemos, o al menos entre masones ya con cierta madurez estructurada dentro de las logias, y claro que hay personas que nunca en logia llegan a hacerse entender , ni menos entender a otros , pero , estos regularmente dejan de ser masones y de asistir a logias-

Claro que el mito de la Torre de Babel , surgió seguramente de algo histórico en  Mesopotamia hace miles de años, pero sigue hoy tan vigente como en el remoto pasado, a tato que no nos entendemos ni a nosotros mismos.  

Alcoseri 



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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 13/03/2019 00:48
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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 13/03/2019 13:08
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53. Ester 3:7 En el mes primero, que es el mes de Nisán, en el año duodécimo del rey Asuero, fue echada Pur, esto es, la SUERTE, delante de Amán, SUERTE para cada día y cada mes del año; y salió el mes duodécimo, que es el mes de Adar. 
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54. Ester 9:24 Porque Amán hijo de Hamedata agagueo, enemigo de todos los judíos, había ideado contra los judíos un plan para destruirlos, y había echado Pur, que quiere decir SUERTE, para consumirlos y acabar con ellos. 

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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 13/03/2019 15:44

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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 13/03/2019 15:55
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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 14/03/2019 20:15
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Respuesta  Mensaje 7 de 23 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 15/03/2019 20:25

Respuesta  Mensaje 8 de 23 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 15/03/2019 21:58
Belcebú reanudó su narración de los sucesos que tuvieron por centro la ciudad de Babilonia. —Cuando el peculiar rey persa que antes mencioné, merced a las huestes bajo sus órdenes, comenzó a conquistar a los seres pertenecientes a otros reinos y a apoderarse por la fuerza de los sabios que entre ellos había, les destinó como lugar de residencia y de concentración, la ciudad de Babilonia, donde fueron trasladados a fin de que este rey, señor de la mitad del entonces continente de Asia, pudiera luego examinarlos a voluntad, siempre con la esperanza de que alguno de ellos acertase a conocer el secreto de la conversión de los metales viles en el preciado oro. Guiado siempre por el mismo propósito, llegó, incluso, a realizar una «campaña» especial al país de Egipto. Y el motivo de esta campaña se debió a que los sabios de todos los continentes del planeta se hallaban reunidos, por entonces, en aquel país, y era además creencia muy difundida, que la suma de los conocimientos universales sólo podía obtenerse en Egipto. Este conquistador, rey de los persas, se llevó consigo, entonces, a todos los sabios que encontró en Egipto, tanto los oriundos del lugar como aquellos que habían llegado hasta allí, provenientes de otras comunidades; y se contaban entre ellos muchos «sacerdotes egipcios» según la denominación terráquea, que no eran sino los descendientes de aquellos sabios miembros de la sociedad akhaldana que habían conseguido escapar con vida de la segunda perturbación transapalniana y que habían sido los primeros en poblar el país. Pero al poco tiempo una nueva veleidad hizo presa de la presencia de nuestro extraño rey, y consistió ésta en el proceso de destruir la existencia de los seres semejantes a él mismo, en sustitución de la anterior veleidad, y se olvidó por completo de los sabios que había traído, de modo que éstos comenzaron a vivir en una relativa tranquilidad en la ciudad de Babilonia, a la espera de sus órdenes. Los sabios así reunidos en la ciudad de Babilonia procedentes de casi todos los puntos del planeta, solían reunirse para examinar entre todos, como es habitual entre los sabios del planeta Tierra, asuntos tales que, o bien se hallaban muy por encima de su comprensión, o bien jamás podrían proporcionarles nada útil, ya fuera para ellos, o para los demás seres ordinarios. Pues bien; fue precisamente en una de estas reuniones o debates en que se puso «sobre el tapete» —como dicen los terráqueos y como suele suceder entre los sabios de aquel planeta— , lo que se llama «una candente cuestión del día», una cuestión que, por una u otra razón, les interesaba por cierto a todos ellos, hasta, por decirlo así, la «propia médula». Este asunto que llegó a convertirse en la candente cuestión del día, tanto conmovió el ser íntegro de todos los concurrentes a dicha reunión, que llegaron incluso a «precipitarse» de sus «pedestales», según se dice, para comenzar a debatirla, no ya con los sabios como ellos mismos, sino en toda hora y lugar, con el primero que acertara a salirles al paso. Consecuencia de ello, fue que gradualmente se despertó un insólito interés entre los demás seres tricerebrados ordinarios de la población de Babilonia, y en la época de mi llegada a la ciudad, había terminado ya por convertirse en el asunto del momento para todos los miembros de la comunidad. No solamente los sabios hablaban y discutían sobre la cuestión, sino que otras conversaciones semejantes y fieras disputas habían comenzado a tener lugar entre los seres ordinarios de la comunidad. Jóvenes y viejos, hombres y mujeres, y toda suerte de individuos debatían la cuestión: ni los carniceros de Babilonia habían escapado a su influjo. Y todos se manifestaban en extremo ansiosos por llegar a conocer este asunto, en particular los más sabios. Antes de mi llegada a la ciudad, muchos de sus habitantes habían terminado por perder la razón a raíz de aquel problema y otros muchos eran serios candidatos para seguir las huellas de los primeros. Esta candente cuestión del día consistía en que tanto los «afligidos sabios» como los demás seres ordinarios de la ciudad de Babilonia querían saber a toda costa, si poseían o no poseían un «alma». Ya existían por entonces en Babilonia toda clase de teorías al respecto, a cuál más fantástica; y cada día salían a la luz nuevas teorías, con los inconfundibles rasgos de la prisa frenética con que habían sido concebidas. Y claro está, casi no hace falta decirlo, que todas las teorías tenían sus defensores. Si bien su número formaba una verdadera hueste, todas ellas no estaban basadas sino en dos hipótesis, aunque totalmente divergentes. Una de ellas se llamaba «ateísta» y la otra «idealista» o «dualista». Todas las teorías dualistas sostenían la existencia del alma, y, naturalmente, de la «inmortalidad», así como la posibilidad de toda clase de «perturbaciones» después de la muerte. Y todas las teorías ateístas, mantenían precisamente lo contrario. En resumen, querido niño, que cuando llegamos a la ciudad de Babilonia asistimos a lo que se llama una verdadera «Construcción de la Torre de Babel.» Una vez pronunciadas estas palabras, Belcebú adoptó una actitud meditativa, para luego continuar en la siguiente forma: —Me gustaría explicarte ahora algo acerca de la expresión que acabo de usar, es decir «la Construcción de la Torre de Babel». Es ésta una expresión muy en boga en tu planeta, del agrado de los seres tricerebrados contemporáneos que lo habitan. Y si deseo detenerme a explicarte esta expresión tan en boga en el planeta Tierra y aclararte su significado, ello se debe, en primer término, a que yo mismo llegué a ser testigo presencial, en aquella época, de todos los hechos que le dieron origen y en segundo término, a que la historia del surgimiento de esta expresión y su transusbtanciación en la comprensión de tus favoritos contemporáneos puede hacerte comprender con toda claridad y de forma instructiva, que, gracias como siempre a las circunstancias de vida ordinaria anormalmente establecidas, ninguna información precisa de los hechos ocurridos a los seres de épocas anteriores llega nunca a los seres de generaciones posteriores. Y si, por casualidad, algo les llega, como esta expresión, la fantástica Razón de tus favoritos elabora toda una teoría sobre la base, exclusivamente, de esa simple expresión, con el resultado de que aquellos ilusorios «Plastikuri eserales del yo», o lo que ellos llaman «representaciones psíquicas» crecen y se multiplican en sus presencias, gracias a lo cual ha surgido en el Universo la extraña «psiquis singular» de los seres tricerebrados que presentan tus favoritos terrestres. Así pues, cuando llegamos a la ciudad de Babilonia y comencé a entremezclarme con los diversos seres que allí vivían, efectuando las observaciones correspondientes a fin de dilucidar la cuestión que me interesaba y que había sido causa de mi viaje, comencé a reunirme preferentemente con los sabios, dado que dondequiera que dirigía mis pasos, me los encontraba reunidos en gran número, por lo cual, resolví practicar mis observaciones en ellos mismos, valiéndome de sus individualidades. Entre los muchos sabios con quienes trabé relación, se encontraba uno llamado Hamolinadir, que había sido traído por la fuerza de Egipto. Pues bien; después de varias reuniones casi llegaron a establecerse entre nosotros las mismas relaciones que suelen establecerse en todas partes cuando dos seres tricerebrados se reúnen con frecuencia. Este Hamolinadir era uno de aquellos sabios en cuya presencia común los factores correspondientes a los impulsos de todo ser tricerebrado, que le habían sido transmitidos por herencia, no se hallaban totalmente atrofiados, y además, sucedió que durante su edad preparatoria, los seres responsables que lo rodeaban lo habían preparado también a él para llegar a ser más o menos responsable. Es necesario destacar que había entonces, en la ciudad de Babilonia, muchos sabios como éste. Aunque este cultivado sabio Hamolinadir se había desarrollado y educado para llegar a la edad responsable precisamente en la ciudad de Babilonia, y descendía de la raza de seres llamados «asirlos», había alcanzado, sin embargo, su sabiduría en Egipto, donde se encontraba la más alta escuela existente sobre la superficie del planeta Tierra y que se llamaba la «Escuela de la Materialización del Pensamiento». A la edad en que por primera vez lo encontré, ya había logrado llevar su «yo» —con respecto a la dirección racional de lo que se denomina «funcionamiento psíquico automático» de su presencia común— al máximo de estabilidad a que podían aspirar los seres tricentrados del planeta Tierra de aquel tiempo, como consecuencia de lo cual, durante lo que se llama el «estado pasivo de vigilia» había expresado con toda claridad manifestaciones eserales como, por ejemplo, las llamadas «autoconsciencia», «imparcialidad», «sinceridad», «sensibilidad perceptual», «alerta», etc. Poco tiempo después de nuestra llegada a Babilonia, comencé a asistir, en compañía de Hamolinadir, a diversas «reuniones» de los mencionados sabios, enterándome de toda clase de «informes», como ellos los llaman, concernientes a aquella cuestión, la cuestión del día, y que había provocado aquella «Agitación de los espíritus de toda la ciudad de Babilonia». También mi amigo Hamolinadir se hallaba sumamente excitado por la «candente cuestión». Estaba agitado y perplejo debido al hecho de que tanto las teorías ya existentes como muchas de reciente origen, relativas a esta cuestión, eran igualmente convincentes, pese a los hechos enteramente contradictorios traídos en su defensa. En su opinión, las teorías que demostraban que los terráqueos poseen alma, se hallaban expuestas de forma lógica y convincente; y, de igual modo, las teorías en que se demostraba todo lo contrario, no estaban expuestas de forma menos lógica o convincente. A fin de que puedas colocarte en el lugar de aquel simpático asirio, te explicaré también que, en general, en aquel planeta y en la época actual no menos que en la de Babilonia, todas las teorías referentes a las cuestiones que ellos denominan del «más allá», o cualquier otra «dilucidación detallada» de cualquier «hecho» definido, son elaboradas por aquellos seres tricerebrados en quienes se han cristalizado por completo la mayoría de las consecuencias de las propiedades del órgano Kundabuffer, como resultado de lo cual, desempeña una activa función, en su presencia, la propiedad del ser que ellos mismos denominan «astucia». En virtud de ello, conscientemente —claro está que sólo conscientemente con el tipo de Razón que desde largo tiempo atrás se ha convertido en característica exclusiva de estos seres— y además, simplemente de forma automática, van adquiriendo gradualmente en su presencia común la facultad de «localizar» los puntos débiles del psiquismo de los semejantes que los rodean; y esta facultad va formando en ellos, paulatinamente, datos tales que les permite percibir, e incluso comprender, la peculiar lógica de quienes los rodean, y de acuerdo con esos datos, inventan o proponen una de sus «teorías» relativas a una u otra cuestión, y dado que, como ya te he dicho, en la mayoría de los seres tricerebrados que allí habitan, por obra de las anómalas circunstancias de existencia ordinaria por ellos mismos establecidas, la función eseral denominada «captación instintiva de las verdades cósmicas» se ha ido atrofiando gradualmente, entonces, si un individuo dado acierta a dedicarse al estudio minucioso de cualquiera de esas «teorías» no tiene más remedio, quieras que no, que ser persuadido por ella con toda su presencia. Pues bien, querido niño; ya habían pasado siete meses terráqueos después de nuestra llegada a la ciudad de Babilonia cuando asistí cierta vez a lo que se denomina una «conferencia general de sabios», en compañía de Hamolinadir. Esta conferencia o congreso de sabios había sido convocada en aquella oportunidad por los sabios que previamente habían sido llevados a Babilonia por la fuerza; de este modo, no sólo se hallaban presentes en aquel congreso todos los sabios traídos por el rey persa —quien, entretanto, había olvidado por completo su capricho por la «alquimia»— sino también muchos otros sabios, procedentes de otras comunidades, que habían concurrido voluntariamente a dicho congreso, «en aras de la ciencia», según la expresión terráquea. Los oradores que debían hacer uso de la palabra en la conferencia «general de sabios» fueron designados por sorteo. Mi amigo Hamolinadir, que también se proponía hacer uso de la palabra con respecto a cierto tema, participó del sorteo, correspondiéndole en suerte hablar en quinto lugar. Los oradores que le precedieron, o bien se refirieron a las nuevas «teorías» que ellos habían ideado, o bien se dedicaron a criticar las teorías ya existentes, que todo el mundo conocía. Finalmente, llegó el turno de mi simpático amigo asirio. Subió entonces a lo que se denomina «tribuna», y al tiempo que lo hacía, ciertos ayudantes colocaron un tablero indicando el tema a que se referiría el orador. Tal era la costumbre de la época. El cartel anunciaba que el orador había escogido como tema de su informe «la inestabilidad de la razón humana». A continuación, mi amigo terráqueo comenzó por explayarse acerca del tipo de estructura que, en su opinión, tenía el «cerebro humano encefálico», y acerca también de los casos y la forma en que las diversas impresiones son recibidas por los demás cerebros del hombre, y de la manera en que, sólo después de un «acuerdo» concreto entre todos los cerebros llegan a imprimirse los resultados totales en este cerebro encefálico. Al principio, habló de forma sumamente reposada, pero a medida que avanzaba en su discurso, empezó a agitarse, hasta que su voz se convirtió en un grito, y así, a gritos, se lanzó a criticar la Razón del hombre. Y al mismo tiempo, censuraba sin piedad su propia Razón. Siempre gritando, demostró, de la forma más lógica y convincente, la inestabilidad y versatilidad de la razón humana, y expuso, con todo lujo de detalles, la inmensa facilidad con que puede convencerse a la Razón de cualquier cosa. A pesar de que en medio de los alaridos de mi terrestre amigo Hamolinadir, podía oírse perfectamente su llanto, aún anegado en lágrimas, proseguía gritando. Más adelante, expresó lo siguiente: «No hay nada más fácil que demostrar cualquier cosa a cualquier hombre, claro está que incluyéndome a mí también entre ellos; todo lo que hace falta conocer para ello, son las conmociones y las asociaciones que han de provocarse en los demás cerebros humanos, mientras uno trata de demostrar una 'verdad' dada.» «Es posible, incluso, demostrar a cualquier hombre que todo nuestro Mundo, y claro está que también la gente que lo habita, no son sino una ilusión, y que la autenticidad y la realidad del Mundo no son sino un 'juanete' y lo que es más, un juanete en el dedo pulgar del pie izquierdo. Fuera de esto, nada absolutamente existe en el Mundo; todas las cosas sólo son apariencias y sólo para los 'psicópatas elevados al cuadrado'.» En este punto de su discurso, uno de los auxiliares le ofreció a nuestro simpático amigo tricerebrado una jarra de agua y un vaso, y después de haber bebido ansiosamente largos sorbos del apetecido líquido, siguió hablando, si bien ahora en un tono mucho más sereno. «Tomadme a mí como ejemplo: no soy un hombre de instrucción ordinaria. Toda Babilonia me conoce y hasta muchas otras ciudades ha llegado la fama de mi sabiduría.» «He terminado los estudios más elevados que se hayan realizado nunca en la Tierra y que es casi imposible que vuelvan a realizarse en el futuro.» «Pero ¿qué es lo que esta elevada evolución ha proporcionado a mi Razón con respecto a la cuestión que desde hace ya uno o dos años apasiona a toda la ciudad de Babilonia?» «Pues bien; mi Razón, dotada del desarrollo más elevado que apetecerse pueda, me ha procurado durante esta locura general con respecto a la cuestión del alma, nada más y nada menos que 'cinco viernes a la semana.'» «Durante todo este tiempo he examinado con la mayor atención y seriedad tanto las viejas como las nuevas teorías relativas al 'alma', y no hay una sola teoría con cuyo autor no concuerde completamente, puesto que todas ellas se hallan expuestas en la forma más lógica y plausible, y la Razón que yo poseo no puede sino estar de acuerdo con esta plausibilidad lógica.» «En este último tiempo he llegado a escribir, incluso, un largo trabajo sobre esta 'cuestión del más allá', y probablemente muchos de los aquí presentes se hayan familiarizado ya con mi lógica mentación y hasta quizás es posible que no haya uno solo entre vosotros, que no envidie la rigurosa lógica de esta mentación.» «Al mismo tiempo, sin embargo, declaro honestamente, a todos vosotros, que en lo que respecta a la 'cuestión del más allá', yo mismo, con todos los conocimientos que he acumulado desde mi edad más temprana, no soy ni más ni menos que lo que se llama un perfecto 'idiota elevado al cubo'.» «Se lleva a cabo actualmente, en la ciudad de Babilonia, entre nosotros, la vasta empresa de 'construir una torre', a fin de poder ascender al 'cielo' y contemplar por nuestros propios ojos lo que allí sucede.» «Se emplean para la construcción de esta torre varias clases diferentes de ladrillos cuyo aspecto exterior es en todos los casos el mismo.» «Entre estos ladrillos, los hay de hierro, de madera, de 'amasijo', e incluso de plumas.'» «Pues bien; en la época actual se está construyendo una magnífica e inmensa torre con estos ladrillos en el centro mismo de Babilonia, y toda persona más o menos consciente deberá comprender que, tarde o temprano, esta torre tendrá que precipitarse, con toda seguridad, aplastando no sólo a todo el pueblo de Babilonia, sino todos los edificios construidos en la ciudad.» «Como yo, personalmente, deseo seguir viviendo, y no tengo la menor intención de dejarme aplastar por esta torre, no me demoraré un minuto más en partir de esta ciudad, por lo cual os digo a todos, ¡adiós, y haced lo que mejor os parezca!» Al tiempo que profería estas palabras, descendió de la tribuna y abandonó el recinto, y si he de decirte la verdad, te confesaré que a partir de entonces nunca más volví a verlo. Según supe más tarde, abandonó la ciudad de Babilonia aquel mismo día y para siempre, trasladándose a Nínive, donde residió hasta alcanzar su edad madura. También supe que nunca más volvió a ocuparse el bueno de Hamolinadir con las «ciencias», dedicando desde entonces su existencia al cultivo del «choongary», que en el lenguaje actual recibe el nombre de «maíz». Pues bien, nieto mío; el discurso de Hamolinadir tuvo en un primer momento tan profunda repercusión en el auditorio, que durante un mes, por lo menos, anduvieron todos con el «corazón en los pies», como suele decirse. Y cuando por casualidad acertaban a encontrarse en la calle, no podían hablar sino de los diversos pasajes de aquel discurso, en el cual no habían dejado de pensar desde aquel memorable día. Con tanta frecuencia se repetían las frases de Hamolinadir, que pronto se difundieron entre los seres ordinarios de Babilonia, convirtiéndose en dichos corrientes de la vida cotidiana. Algunas de sus frases han llegado, incluso, a los seres contemporáneos del planeta Tierra, y entre ellas está la muy célebre de la «construcción de la Torre de Babel». Los seres contemporáneos imaginan ahora con toda claridad que en cierta época fue construida una torre en la ciudad de Babilonia para permitir a los terráqueos ascender en sus cuerpos planetarios hasta la propia presencia de «Dios». Y dicen también los terráqueos contemporáneos —y están completamente persuadidos de ello— que durante la construcción de la «Torre de Babel» se confundieron las lenguas habladas por los hombres. En general, fueron muchas las expresiones aisladas que llegaron hasta los seres contemporáneos del planeta Tierra, gracias a la mediación de diversos seres sensatos de épocas pasadas, con respecto a ciertos detalles implicados en la completa comprensión de la época en que el centro cultural era la ciudad de Babilonia, así como de otras muchas épocas; y tus favoritos de épocas más recientes, sobre la mera base de estas «migajas», han fabricado, con su Razón perfectamente «desatinada», tales fantasías que hasta nuestro mismísimo Archiastuto Lucifer podría envidiar. Entre las muchas enseñanzas corrientes entonces en Babilonia, con respecto a la «cuestión del más allá», había dos que contaban con gran número de adeptos, si bien tales enseñanzas nada tenían en común. Y fueron precisamente estas dos doctrinas las que empezaron a pasar, de generación en generación, confundiendo la «sana mentación eseral» de los terráqueos, ya bastante confusa de por sí. Si bien a lo largo de esta transmisión hereditaria, los detalles de ambas doctrinas sufrieron ciertos cambios, las ideas fundamentales en ellas contenidas permanecieron intactas, manteniéndose así hasta los tiempos modernos. Una de estas dos doctrinas, que gozaban entonces de muchos adeptos en Babilonia, era la «Dualista» y la otra, la «Ateísta». Se sostenía en la primera que los seres poseen un alma, en la segunda, todo lo contrario, es decir, que carecen de dicha entidad. De acuerdo con las enseñanzas dualistas o idealistas, existe en el grosero cuerpo del hombre, un cuerpo invisible, más fino y delicado, que es precisamente el alma. Este «delicado cuerpo» del hombre es inmortal, es decir, no puede ser destruido. Este cuerpo sutil o alma, se afirmaba también, debe rendir cuentas de todas las acciones realizadas por el «cuerpo físico», ya sean ellas voluntarias o involuntarias, y todos los hombres, ya en su nacimiento, poseen estos dos cuerpos, es decir, el físico y el espiritual. Se afirmaba también que no bien nacen los hombres, dos espíritus invisibles se posan inmediatamente sobre sus hombros. En el hombro derecho se instala el «espíritu del bien» al cual se le da el nombre de «ángel», y en el izquierdo, un segundo espíritu, el «espíritu del mal» al cual se le da el nombre de «demonio». Desde el primer día de vida, estos espíritus —el espíritu del bien y el espíritu del mal— registran en sus «cuadernos» todas las manifestaciones del hombre; en tanto que el espíritu instalado sobre el hombro derecho registra todas aquellas «manifestaciones buenas»; según se llaman, o «buenas acciones», el espíritu instalado en el hombro izquierdo, registra las «malas». Entre las funciones de estos dos espíritus se cuenta la de sugerir e impulsar al hombre a realizar las acciones que se hallan comprendidas en sus dominios respectivos. El espíritu de la derecha se esfuerza constantemente por impedir que el hombre realice aquellas acciones comprendidas en el dominio del espíritu opuesto y, al mismo tiempo, de hacer que ejecute aquellas manifestaciones, comprendidas en su propio dominio. Y otro tanto hace el espíritu de la izquierda, pero a la inversa. Esta extraña doctrina sostenía más adelante que estos dos «espíritus rivales» se hallan siempre en permanente combate, y que cada uno, por su lado, hace lo posible por impulsar al hombre hacia las acciones de su dominio. Al morir el hombre, estos dos espíritus abandonan su cuerpo físico en la Tierra y llevan a su alma ante la presencia de Dios, que se encuentra en cierto punto del «cielo». Allá arriba, en el cielo, este Dios se encuentra sentado en su trono, rodeado por sus devotos arcángeles y ángeles, y frente al mismo se encuentra suspendida una balanza. A cada lado de la balanza, los «espíritus», realizan sus funciones. A la derecha, se ubican los espíritus denominados «servidores del Paraíso», que no son sino los ángeles; y a la izquierda, los «servidores del infierno», que no son sino los demonios. Los espíritus que estuvieron en las espaldas del hombre durante toda su vida, llevan el alma, después de la muerte, a la presencia de Dios, y Dios toma entonces de sus manos las notas donde se encuentran registradas todas las acciones del hombre, colocándolas luego en los «platillos de la balanza». En el platillo de la derecha coloca el cuaderno del ángel y en el de la izquierda, el del demonio; y, según cuál sea el platillo que caiga, Dios ordena a los espíritus situados a los lados de la balanza que tomen el alma del hombre a su cargo. Los espíritus colocados a la derecha se encuentran a cargo del lugar denominado «Paraíso». Es éste un lugar de inefable belleza y maravilla. Hay allí magníficos frutos en abundancia e inagotables cantidades de flores fragantes; el aire está poblado continuamente con los encantadores sonidos de los cantos y de la música de querubines y serafines, y hay toda clase de cosas cuyas reacciones externas, según las percepciones y cogniciones anormalmente inherentes a los seres tricerebrados de aquel extraño planeta, pueden provocar en ellos lo que ellos llaman una «profunda satisfacción», es decir, la satisfacción de aquellas necesidades formadas en sus presencias comunes, cuya posesión por parte de los seres tricentrados es algo criminal, y cuya totalidad ha expulsado de sus presencias todo aquello, sin excepción, que había sido puesto en ellas por nuestro PADRE COMÚN y que todo ser tricerebrado debiera poseer. Los espíritus ubicados a la izquierda de la balanza se hallan a cargo, de acuerdo siempre con la doctrina dualista, del lugar llamado Infierno. En cuanto al Infierno, se afirmaba que era éste un lugar desprovisto de toda vegetación, abrasado siempre por un calor inconcebible y carente de la más mínima gota de agua. En dicho Infierno resuenan siempre los ecos de terribles «lamentos» y furiosas «injurias». Por todas partes, hay toda clase de instrumentos de tortura; desde el «potro de tormento» y la «rueda», hasta aquellos otros dispositivos que automáticamente laceran los cuerpos frotándolos luego con sal, y cosas por el estilo. En la doctrina idealista, se explicaba minuciosamente que a fin de que el alma entrase en el paraíso, el hombre debía esforzarse constantemente durante su vida terrenal por suministrar más material para el cuaderno del espíritu del ángel situado en su hombro derecho, pues en caso contrario, el alma del hombre iría a parar, inevitablemente, al horrible Infierno. En este punto del relato de su abuelo, Hassein no pudo evitar interrumpirlo con las siguientes palabras. —¿Y cuáles de sus manifestaciones consideraban buenas y cuáles malas? Belcebú dirigió entonces a su nieto una extraña mirada, y sacudiendo la cabeza, expresó lo siguiente: —En lo que a esto respecta, es decir, qué manifestaciones del ser son consideradas buenas en aquel planeta y cuáles malas, existen dos posiciones independientes que nada tienen en común, pero que desde la más remota antigüedad se han venido transmitiendo de generación en generación, hasta las épocas actuales. El primero de estos puntos de vista ha venido transmitiéndose de generación en generación por los seres tricerebrados que en aquel planeta habitan, tales como los antiguos miembros de la sociedad akhaldana del continente de Atlántida y tales como aquellos que, si bien de otra naturaleza, muchos siglos después de la perturbación transapalniana, adquirieron en sus presencias comunes casi la misma estructura de aquellos, recibiendo entonces el nombre de «iniciados». El primer punto de vista, pues, puede expresarse con la siguiente fórmula: «Son buenas todas las acciones del hombre, en un sentido objetivo, que han sido realizadas en conformidad con su consciencia, y son malas todas las acciones que, una vez hechas, provocan «remordimiento» en el sujeto que las ejecutó.» Y el segundo punto de vista tuvo su origen poco tiempo después de la sabia invención del gran rey Konuzion, cuya invención transmitida de generación en generación a través de los seres ordinarios, se difundió gradualmente sobre todo el planeta con el nombre de «moral». Será interesante destacar aquí cierta particularidad de esta moral que fue agregada de forma accesoria, en un principio, pero que con el tiempo llegó a convertirse en parte componente de la misma. Podrás comprender fácilmente lo que esta particularidad de la moral terrestre constituye, si te digo que tanto interior como exteriormente, participa en gran medida de una singular facultad propia y exclusiva de cierto ser conocido con el nombre de «camaleón». Y lo extraño y peculiar de dicha particularidad de la moral terráquea, especialmente de la moral contemporánea, es que su funcionamiento depende, automáticamente y por entero, del buen humor de las autoridades locales, humor que depende también automáticamente, a su vez, del estado de las cuatro fuentes de acción que allí existen y que se conocen con el nombre de «suegra», «digestión», «política» y «charla». La segunda de las doctrinas babilónicas, que contaron en un tiempo con muchos adeptos y que, transmitidas de generación en generación, alcanzaron también a tus favoritos contemporáneos, era, por el contrario, de fundamentos ateos. Se afirmaba en las enseñanzas de los candidatos a Hasnamussianos terrestres de aquel tiempo, que no existe Dios en el mundo y que los hombres carecen de alma y que, por lo tanto, todas las charlas, prédicas y disputas relativas al alma, no son sino delirios de visionarios trastornados. Se afirmaba, además, que sólo existía en el Mundo una ley especial de la mecánica, de acuerdo con la cual todo lo que existe va pasando de una forma a otra, es decir, que los productos de ciertas causas que los precedieron se van transformando gradualmente, convirtiéndose en las causas de otros productos posteriores. El hombre no es, por consiguiente, sino la consecuencia de cierta causa anterior y, en su calidad de producto, deberá convertirse en causa de ciertas consecuencias. Más adelante, se afirmaba que incluso lo que se conoce con el nombre de «fenómenos sobrenaturales» verdaderamente perceptibles para la mayoría de la gente, no son sino estos mismos efectos, procedentes de aquella ley ya mencionada de la mecánica. La cabal comprensión de esta ley por parte de la Razón Pura, depende del conocimiento gradual, ecuánime y completo que llegue a tener de sus numerosos detalles y que sólo pueden revelarse a la Razón pura en la medida de su desarrollo. Pero en lo que a la Razón del hombre respecta, ésta es sólo la suma de todas las impresiones por él percibidas, de donde surgen gradualmente los datos que él necesita para sus comparaciones, deducciones y conclusiones. Como resultado de todo ello, se procura así más conocimientos referentes a toda clase de hechos igualmente repetidos, a su alrededor, lo cual, en la organización general del hombre constituye, a su vez, el material necesario para la formación de sus propias convicciones. De este modo, se forma, en consecuencia, en el hombre, la Razón, es decir, su propia psiquis subjetiva. Por mucho que se haya dicho en estas dos doctrinas sobre el alma, y por muy malignos que hayan sido los medios preparados por aquellos sabios congregados allí, en representación de casi todos los puntos del planeta, para la gradual transformación de la Razón de sus descendientes en un verdadero saco de sinsentidos, no fue sin embargo, en un sentido objetivo, totalmente calamitoso; pero todo el mal objetivo yace oculto en el hecho de que más tarde, como resultado de estas enseñanzas, se produjo un vasto mal, no sólo para sus descendientes, sino también, quizá, para todo lo que existe. El hecho es que, durante la mencionada «agitación de los espíritus» de aquella época en la ciudad de Babilonia, estos sabios, merced a la cantidad de necedades encerradas en sus presencias adquirieron, además de todo cuanto sabían ya, una nueva masa de datos para las manifestaciones Hasmanussianas, y cuando, una vez finalizado el congreso, se dispersaron, marchándose cada uno a su casa, comenzaron en todas partes, claro está que inconscientemente, a propagar, a manera de una contagiosa enfermedad, todas estas ideas que terminaron por destruir los últimos residuos e incluso los más mínimos vestigios dejados por los sagrados trabajos del Santísimo Ashiata Shiemash. Los residuos de aquellos santos «trabajos conscientemente penosos» que deliberadamente se habían materializado con el propósito de crear, precisamente en beneficio de los seres tricentrados, las circunstancias externas especiales de la vida ordinaria requeridas para la desaparición gradual de las malignas consecuencias de las propiedades del órgano Kundabuffer, de modo tal que en su lugar pudieran adquirir sus presencias, paulatinamente, las cualidades propias de todos los seres tricerebrados que habitan el universo, cuya presencia total no es sino un símil de la perfección característica de todo cuanto existe en este nuestro Universo. Otro efecto de las diversas necedades propagadas por aquellos sabios terrestres reunidos en la ciudad de Babilonia con respecto a la cuestión del alma, fue que no mucho tiempo después de mi quinta aparición personal en la superficie de aquel planeta, su Centro Cultural, la incomparable y en verdad magnífica Babilonia, fue, para decirlo con una expresión terráquea, barrida de la faz del planeta Tierra, sin que nada de ella quedara para la posteridad. En honor a la justicia, debo decir ahora que la primera iniciativa para la destrucción de los sagrados trabajos de Ashiata Shiemash no partió sin embargo de estos sabios terrestres que se habían reunido en la ciudad de Babilonia, sino de la invención de cierto sabio muy famoso allí, que había vivido en el continente de Asia, muchos siglos antes de los sucesos babilónicos, es decir, de la invención del ser llamado «Lentrohamsanin» quien, habiendo recubierto su parte eseral superior con una unidad definida, y habiéndose perfeccionado por medio de la Razón hasta el grado requerido por la Razón Objetiva, se convirtió también en uno de los trescientos quince Individuos Hasnamunianos Eternos que viven ahora en el pequeño planeta conocido actualmente con el nombre de Retribución. También habré de hablarte, a su tiempo, de este individuo Lentrohamsanin, puesto que todo lo que a él se refiere habrá de servirte para comprender el extraño psiquismo de los seres tricerebrados que habitan el distante y peculiar planeta de tu predilección. Pero sólo habré de hacerlo una vez que haya terminado mi exposición acerca del Santísimo Ashiata Shiemash, dado que la información concerniente a este sagrado individuo y a sus actividades vinculadas al planeta Tierra, es de la mayor importancia y valor para nuestra comprensión de las peculiaridades del psiquismo de estos seres tricerebrados que se han ganado tu simpatía y que habitan en el remoto planeta Tierra


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