El Enigma del Conde de Saint-Germain
En los anales de la historia, pocos personajes han capturado la imaginación colectiva como el Conde de Saint-Germain. Este enigmático hombre del siglo XVIII, conocido por su erudición y habilidades extraordinarias, ha sido objeto de innumerables leyendas que entrelazan su vida con los secretos de la masonería y el sueño imposible de la inmortalidad. ¿Quién era realmente este hombre? ¿Un maestro masón que guardaba conocimientos ocultos, un alquimista que desafió al tiempo, o un hábil impostor que tejió su propio mito? Acompáñeme en un viaje fascinante a través de los siglos, donde la realidad y la ficción se funden en un relato de intriga y misterio.
Orígenes Velados en Sombras
El Conde de Saint-Germain emerge de la historia como una figura sin contornos definidos. No hay registro certero de su nacimiento, aunque la mayoría de las versiones lo sitúan en la década de 1690. Algunos, como la genealogista Annie Wersing en su libro El Conde de Saint-Germain: El Retrato de los Reyes, afirman que nació en 1690 como hijo de Francis II Rákóczi, príncipe de Transilvania. Otros lo señalan como hijo ilegítimo de Mariana de Neuburgo, viuda de Carlos II de España, o incluso como descendiente del rey Juan V de Portugal. Todas estas teorías comparten un hilo común: la sospecha de que sangre noble corría por sus venas, aunque sin derecho a un trono.
Pero los rumores más inquietantes trascienden la nobleza terrenal. Hay quienes aseguran que el Conde vivió en tiempos de Jesucristo, que estuvo presente en la boda de Caná y que vio con sus propios ojos cómo el agua se transformaba en vino. ¿Un delirio fantasioso o un indicio de algo más profundo? La respuesta permanece oculta, como todo lo relacionado con este hombre.
El Alquimista y los Secretos Masónicos
Saint-Germain no era un hombre común. Dominaba ciencias, artes y lenguas con una maestría que desafiaba toda lógica: francés, alemán, español, ruso, chino, latín, árabe, griego antiguo y sánscrito fluían de su boca con naturalidad. Pintor, violinista virtuoso y ambidiestro, podía escribir una carta con una mano mientras componía poesía con la otra. Su riqueza parecía inagotable, y muchos susurraban que había descubierto el arte de transmutar metales en oro.
En el corazón de su leyenda late la alquimia, esa ciencia oculta que buscaba no sólo transformar plomo en oro, sino destilar el elixir de la vida eterna. Sus contemporáneos creían que había alcanzado ese secreto. Giacomo Casanova, tras conocerlo en 1760, escribió que Saint-Germain afirmaba tener 300 años y dominar las leyes de la naturaleza. Pero más allá de sus dones alquímicos, su vida se entrelaza con la masonería, esa sociedad secreta que en el siglo XVIII era un crisol de ideas revolucionarias y conocimientos esotéricos.
Aunque no existen documentos que confirmen su iniciación, las especulaciones lo vinculan con logias en Francia, donde frecuentaba la corte de Luis XV, y en Alemania, donde se relacionó con Federico II de Prusia y el príncipe Federico Augusto de Brunswick, venerable de la logia A los Tres Globos del Universo en Berlín. Algunos sugieren que pudo haberse iniciado en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, un sistema masónico impregnado de misticismo, o en la Orden de los Elus Cohen, fundada por Martínez Pasqualis, que fusionaba cábala y rituales masónicos. El príncipe Carlos de Hesse-Cassel, su anfitrión en 1778, lo llamó "el más antiguo de los masones", y tras su muerte fue nombrado Gran Maestre de los Hermanos de Asia, un título que insinúa una conexión profunda con círculos esotéricos.
¿Fue Saint-Germain un arquitecto de la historia desde las sombras? Hay quienes lo relacionan con la Gran Convención Masónica de Wilhelmsbad en 1782, un evento que habría sembrado las semillas de la Revolución Francesa. Otros incluso lo señalan como una influencia en la fundación de los Illuminati de Baviera por Adam Weishaupt, llevando los ideales de libertad e igualdad a las logias. Sin embargo, la falta de pruebas concretas sólo alimenta el enigma.
Un Hombre sin Edad
En 1742, Saint-Germain llegó a Versalles, deslumbrando a la nobleza con su ingenio y magnetismo. Allí, una anciana condesa lo reconoció en 1760 como el mismo hombre que había conocido en Venecia en 1710. No había envejecido un sólo día. "Señora, soy muy viejo", respondió él con una sonrisa que parecía guardar siglos de secretos. Desde entonces, la idea de su inmortalidad se propagó como un incendio.
Su presencia se rastrea en los grandes escenarios de la historia. En la década de 1740, fue diplomático de Luis XV, ejecutando misiones secretas. En 1763, se cruzó con Casanova en La Haya. En 1765, se rumoreó su participación en la conspiración que llevó a Catalina la Grande al trono ruso. En 1774, advirtió a María Antonieta sobre la Revolución Francesa, quince años antes de que estallara. La condesa de Adhémar, en sus Souvenirs de Marie Antoinette, lo describió como un hombre de entre 40 y 45 años, de porte altivo, cuya edad aparente nunca cambiaba.
En 1779, se instaló en Hamburgo con el príncipe Carlos de Hesse-Cassel. Allí, entre experimentos alquímicos, afirmó tener 88 años y ser hijo de un príncipe transilvano. Sin embargo, el 27 de febrero de 1784, los registros de Eckernförde, Alemania, marcaron su muerte. Fue enterrado en una tumba privada, y sus pertenencias subastadas. Pero para un hombre como Saint-Germain, la muerte no era un final.
El Eco de un Inmortal
Voltaire lo llamó "un hombre que nunca moría y que lo sabía todo", y los hechos parecen darle la razón. En 1785, fue visto en Alemania con Anton Mesmer, el hipnotista. Ese mismo año, registros masónicos lo mencionan en una convención en París. La condesa de Adhémar juró haberlo encontrado en 1793, durante la ejecución de María Antonieta, y nuevamente en 1820, antes del asesinato del duque de Berry. Masones afirmaron que estuvo presente en la firma de la Declaración de Independencia de Estados Unidos en 1776, años antes de su supuesta muerte.
En 1820, Albert Vandam describió a un hombre en París que evocaba a Saint-Germain: entre 45 y 50 años, con un conocimiento vasto de la historia y una fortuna inexplicable. Décadas antes, el Conde había prometido a su amigo Franz Graffer que desaparecería hacia el Himalaya, y en 1820, James Fraser narró un viaje al Gangotri, en India, que algunos vinculan con esa profecía.
A finales del siglo XIX, Helena Blavatsky, fundadora de la Teosofía, afirmó que Saint-Germain vivía como un "maestro ascendido", trabajando desde las sombras por el destino de Occidente. Lo asoció con figuras como el judío errante Cartaphilus, Merlín o Francis Bacon, quien habría fingido su muerte en 1626 para renacer como el Conde. En 1972, Richard Chanfray emergió en París afirmando ser Saint-Germain. En televisión, transformó plomo en oro ante cámaras atónitas, y describió palacios de "vidas pasadas" con detalles imposibles. Murió en 1983, pero su aparición reavivó la leyenda.
Un Mito que Desafía el Tiempo
¿Fue el Conde de Saint-Germain un maestro masón que custodiaba secretos ancestrales? ¿Un alquimista que venció a la muerte? ¿O un genio que moldeó su propia inmortalidad en la mente de quienes lo conocieron? Los historiadores lo ven como un aventurero carismático, tal vez un espía. Los ocultistas lo reverencian como un ser eterno. La masonería, con su aura de misterio, y las promesas de la alquimia lo envuelven en un halo que trasciende la razón.
En este laberinto de verdades y espejismos, Saint-Germain permanece como un enigma indestructible, una sombra que danza entre los siglos, desafiándonos a mirar más allá de lo visible, hacia lo oculto, hacia lo imposible.
Las conexiones de Saint-Germain con la masonería son un terreno lleno de sombras y susurros. No hay pruebas sólidas de que fuera iniciado, pero los rumores lo sitúan en logias exclusivas y secretas. Pero lo que realmente intriga es su aura de inmortalidad.
Algunos creen que Saint-Germain logró lo imposible: el polvo de proyección, la piedra filosofal. Se pueden explorar más en su posible papel en eventos históricos, como la Revolución Francesa, o las historias, como su aparición en 1972 en París como Richard Chanfray, convirtiendo plomo en oro en televisión.
La idea de que el Conde de Saint-Germain tenía un laboratorio alquímico en Hamburgo donde experimentaba con el elixir de la vida es fascinante. La búsqueda de la piedra filosofal y el polvo de proyección ha sido un tema recurrente en la alquimia y la mística.
Aparición del Conde de Saint Germain en 1972
La historia de su aparición en 1972 en París como Richard Chanfray es un tema curioso. La idea de que alguien pueda vivir durante siglos y mantener su identidad en secreto es un tema de fascinación y especulación.
El Conde de Saint-Germain en México
Seguro muchos recuerdan que , en el año 2017 alguien llegó presentándose en la Gran Logia del Estado de Nuevo León, México, diciendo ser el mismísimo Conde de Saint-Germain, y encima publicando en alemán en Facebook, es fascinante y bastante teatral, justo como el personaje histórico. Déjame darte mi opinión y contextualizar esto un poco. Primero, el Conde de Saint-Germain es un imán para este tipo de historias. Su leyenda de inmortalidad, alimentada por siglos de rumores sobre su presencia en distintos momentos y lugares, lo convierte en una figura que la gente reclama ser.
En 1972, por ejemplo, Richard Chanfray apareció en París diciendo ser Saint-Germain, incluso transformando plomo en oro en televisión francesa, aunque muchos lo tacharon de ilusionista. El caso suena parecido: alguien que adopta el manto del Conde, usando el misterio para captar atención. Que este tipo publicara en alemán y subiera videos en ese idioma añade un giro intrigante. Saint-Germain era conocido por dominar múltiples lenguas, incluido el alemán, y por moverse en círculos aristocráticos de Prusia y Austria. Quizás este individuo quería evocar ese aire cosmopolitan del Conde, o tal vez tenía una conexión personal con el idioma. Sin embargo, que aparezca en la Gran Logia de Nuevo León, una institución con raíces históricas sólidas desde 1845, cuando se fundó la primera logia en el estado, y que está vinculada a la masonería regular, hace que su afirmación sea más curiosa que creíble.
La Gran Logia del Estado de Nuevo León, fundada oficialmente en 1906 por el general Bernardo Reyes, es conocida por su seriedad y compromiso con los principios masónicos de fraternidad y progreso, no por acoger figuras excéntricas sin más. Si este personaje realmente visitó la logia o interactuó con ella, es probable que los masones locales lo vieran con escepticismo.
La masonería moderna, especialmente en México, tiende a enfocarse en el simbolismo ético y filosófico, no en figuras míticas o esotéricas como Saint-Germain, aunque en el siglo XVIII él pudo haber tenido conexiones con logias europeas, como la de en Berlín. Ahora, lo de los posts y videos en Facebook me hace pensar que este Conde estaba más interesado en crear un espectáculo moderno que en ser tomado en serio por los masones.
Publicar en alemán podría ser un guiño a la supuesta conexión de Saint-Germain con cortes como la de Federico II de Prusia, o simplemente una estrategia para parecer más enigmático. Sin evidencia tangible, como documentos o un contexto claro de su visita, diría que es más probable que fuera un entusiasta del ocultismo o un creador de contenido buscando revivir la leyenda, al estilo de Chanfray, que un auténtico sucesor del Conde.
¿Y si era un charlatán con un plan bien montado? Es posible. Saint-Germain ya atraía sospechas en su tiempo de ser un espía o un estafador talentoso. Este tipo podría estar jugando con esa aura, usando las redes sociales para amplificar su misterio. Pero también hay algo poético en que la leyenda de Saint-Germain, un hombre que supuestamente nunca envejecía, siga apareciendo en lugares tan inesperados como en Monterrey Nuevo León, como si el tiempo no pudiera contenerlo.
La historia de alguien que se presenta como el Conde de Saint-Germain en la Gran Logia del Estado de Nuevo León, México, es fascinante y teatral. La idea de que alguien adopte el manto del Conde y use su leyenda para captar atención es intrigante.
Alcoseri