La meta de mi recuperación emocional es el equilibrio; ese precioso punto medio. Para llegar a él muchas veces he ido de un extremo al otro: años de cuidar de todos menos de mí, seguidos de una temporada en la que me negaba a concentrarme en las necesidades de nadie, únicamente en las mías.
Pasé muchos años negándome a identificar mis sentimientos, negándome a sentirlos y a manejarlos para después entrar en un periodo de obsesión absoluta con toda huella de energía emocional que pasara por mi cuerpo.
Podía pasar mucho tiempo sintiéndome impotente, desamparada y victimizada y luego ir al otro extremos con agresividad y dominio sobre los que me rodeaban.
Estoy aprendiendo que puedo dar a los demás al mismo tiempo que asumo la responsabilidad sobre mí misma, a cuidar mis sentimientos, así como mis necesidades físicas, mentales y espirituales.
Entiendo que para llegar al equilibrio emocional a veces se llega yéndose a los extremos; para alcanzar ese punto medio necesito explorar las cimas y los valles. Quizás la única manera que tengo de salir de un valle es brincar los suficientemente alto para aterrizar en la cima y luego lentamente, deslizarme hacia abajo.