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General: HELADOS CON SABOR A CUBA
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De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 20/02/2012 15:12
Helados con sabor a Cuba

 
ElNuevoHerald.com SARAH MORENO

Charlie Wright no puede describir un paisaje de Cuba ni una calle de La Habana, pero con los ojos cerrados puede decir si un helado tiene el punto exacto de sabor a mamey. Este es el ingrediente fundamental del helado estrella de Valentini, la compañía que Wright preside y que ha traído a la Florida los sabores del trópico caribeño y especialmente de las frutas típicas de Cuba como el mamey, el mango y la guayaba.
 
“El año pasado vendimos 3,800,000 de helados de mamey”, afirmó Wright en su oficina en la sede de Valentini en Medley, la cual tiene decorada con dibujos de frutas y fotos de Cuba, de donde salió con su familia cuando sólo era un bebé.
Wright, nacido en Cárdenas, Matanzas, de padre norteamericano y madre cubana, tiene uno de los trabajos más placenteros de la compañía, probar los nuevos sabores que lanzan.
 
“En los últimos tres años nuestra compañía creció un 40 por ciento”, comentó el empresario cubanoamericano de 53 años, indicando que la crisis económica ha representado una oportunidad para su compañía, que produce 80 sabores de helados y es en la actualidad el fabricante de helados más antiguo del sureste de Estados Unidos.
 
Los orígenes del negocio se remontan a 1966, cuando los cubanos eran sólo un grupo que aún no se hacía sentir en la Florida, y el ex suegro de Wright, Orlando Valentini, un brasileño de origen italiano, fundó la marca, aprovechando la fama de los helados italianos.
“En 1984, Raúl Galindo, el dueño de Latin American Cafeteria, comenzó a usar el helado de sabor de mamey nuestro para hacer los batidos”, contó Wright, quien entonces era un vendedor que tuvo la visión de cómo había cambiado el mercado.
 
La afluencia de nuevas oleadas de cubanos, que trataban de rescatar los sabores que añoraban de su tierra, dio un giro a las ofertas del mercado. El gran salto llegó en el 2009 cuando la compañía introdujo más sabores tropicales. Así comenzaron a llenar las neveras de Publix, Winn Dixie y Walmart, además de las de otros comercios con un público más hispano como Navarro’s y Sedano’s.
 
“El otro día recibimos una llamada de una tampeña que, llorando, nos decía que nunca pensó que después de dejar Cuba iba a poder recuperar el sabor del helado de allá”, relató Wright, que suele tomar como referencia los consejos de uno de sus supervisores, Alexis Fernández, quien trabajó en la heladería Coppelia de La Habana.
 
Sin embargo, para Wright la calidad de sus helados depende en gran medida de las frutas que utilizan. El mamey y la guayaba los importan de República Dominicana y el mango, de la India, donde se cultivan las variedades más conocidas. En abril del año pasado, por demanda popular, lanzaron un helado de mamey para diabéticos con edulcorante artificial.
 
“Ahora pensamos lanzar el de guanábana, que tiene propiedades antioxidantes”, comentó Lislei Gamarra, hija del fundador de Valentini y CEO de la firma, quien comparte con Wright las labores ejecutivas de la compañía, que tiene su fábrica en Hialeah.
 
El próximo paso de la empresa, que ya se ha extendido a Texas, Chicago, Nueva York y Puerto Rico, es
lanzar los bocaditos de helados al estilo cubano, que se han convertido en una delicia muy codiciada en varios establecimientos de Miami.
 
Cubiertos por una panetela azucarada, los bocaditos son añorados por muchos cubanos, especialmente por una generación que los comía en las calles de La Habana en los años 70, en los carritos del helado, unos camiones que se desplazaban por los vecindarios vendiendo pintas de helado, paleticas y el famoso bocadito, un producto que no se podía encontrar en las heladerías, ni siquiera en Coppelia.
 
Una versión miamense de los bocaditos cubanos se vende en Tío Colo, una heladería en la Calle Ocho y la avenida 62 donde se pueden encontrar 14 sabores, entre ellos dulce de leche, coco, almendra, mango, guayaba, ron con pasas, naranja piña, mamey, malta y mantecado.
 
“Cuando los como, me transportan a un lugar feliz de mi niñez”, afirmó Ingrid Arenas, propietaria de Tío Colo, que tiene una sucursal en el oeste de Hialeah (8051 West 24 Ave).
 
“Recuerdo que al carrito habanero le decían ‘el ladrón con música’ porque nunca nos daban el vuelto correcto”, recordó Arenas, indicando que aun así, cada vez que piensa en los bocaditos, rememora la alegría que le daba llevárselos a sus hermanos.
 
La empresaria, de 48 años, se inspiró en su nostalgia por los bocaditos para comenzar este negocio en Miami.
 
   Marlyn Ortega, Yovana Martynez y Judith Tremble (de izq. a der.)   en la fábrica de bocaditos de helado Tío Colo, que tiene además una heladería en la Calle Ocho.
 
“Tenemos clientes que vienen desde muy lejos buscándolos”, apuntó Arenas, que nombró la heladería y los mismos bocaditos en recuerdo de su padre, a quienes sus sobrinos llamaban Tío Colo (por colorado), porque al nacer le pusieron una cinta roja para diferenciarlo de su gemelo.
 
Graduada de la carrera de Cibernética Matemáticas, Arenas comenzó a hacer los bocaditos en su casa del vecindario habanero de Miramar en los años 90, siguiendo los pasos de una receta que le vino durante un sueño.
 
“Lo más difícil era conseguir los ingredientes, y a veces se iba el agua en medio del proceso”, contó Arenas, que solía llevar los bocaditos en una nevera sobre el timón de su bicicleta y varias veces escapó al escrutinio de la policía, que perseguía estas ventas ilegales.
 
“Luego llegué a vendérselos a los paladares [restaurantes caseros], las pizzerías y las embajadas”, apuntó Arenas, que después de su llegada a Estados Unidos, en 1999, construyó un horno en su casa para hacer los bocaditos. Lo que comenzó como un regalo para sus compañeros del canal Golf TV, donde laboraba en la sección de gráficas, ha llegado a ser un negocio que emplea a varias personas, con una pequeña fábrica en Hialeah que administra su hijo, José Manuel Hernández, de 23 años.
 
“El bocadito se hace con harina, azúcar, huevo y polvo de hornear, y la clave para que quede bien es mantener la proporción de los ingredientes. En la fábrica los hacemos de manera artesanal, con los ingredientes frescos”, explicó Arenas.
“Me gustaría ponerles un eslogan que diga: ‘Un viaje a Cuba sin montarse en un avión’ ”, dijo Arenas, que sueña con abrir la heladería en un local más grande para hacer eventos culturales.
 
El Este de Hialeah también tiene su pequeño emporio del bocadito de helado, The Snack Place (1740 Palm Ave.), que recibió este nombre en inglés porque originalmente sus dueños, Mercy y Rolando Fraga, pensaron abrir la heladería en Miami Beach.
 
“Empezamos a hacer unas bandejitas de bocaditos, y cuando vimos que volaban, hicimos más”, recordó Mercy, frente al menú de su heladería que trasporta la memoria al Coppelia de La Habana con su oferta de Turquino (helado con panetela), Jimaguas (dos bolas de helado), Tres gracias (tres bolas) y suero (helado batido con crema).
 
Según Mercy, abrieron el negocio con un préstamo sobre su casa, ayudados por la experiencia que Rolando había adquirido trabajando en Cuba en el “Coppelita de la Víbora”, una heladería de ese vecindario habanero.
En la actualidad, en la planta procesadora de los Fraga en Hialeah siete empleados elaboran 2,500 bocaditos diarios, a partir del helado que allí se hace de chocolate, vainilla y fresa. Sus “Bocaditos de helado”, una marca registrada, se comercializan en Sedano’s, Navarro, Winn Dixie, Extra y en negocios pequeños como gasolineras.
 
“En Kendall es donde más se venden”, apunta Fraga, recordando que “en un momento le pusimos ‘Bocaditos de helado Guarina’, pero hoy en Cuba existen dos marcas de helado y Guarina es el de más baja calidad”.
 
Por esa razón retiraron del nombre la referencia a “Guarina”, que en otra época fue una marca de calidad en la isla.
 
“La juventud que visitaba la heladería preguntaba: “¿Pero es el helado Guarina, el malo?”, recordó Mercy, afirmando que tampoco quisieron ponerle “bocadito de helado cubano” por respeto a sus clientes de otras nacionalidades.
 
Para Mercy, la clave de sus bocaditos radica en que la panetela la hace un dulcero. Y más adelante aspiran a lograr más variedad, añadiendo los 17 sabores tropicales que tienen en su heladería, como piña, guayaba, mamey, coco, dulce de leche, y otros más fuertes, como café y malta.


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