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General: Nueva York se recupera entre pizzas frías y teléfonos públicos
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Réponse  Message 1 de 1 de ce thème 
De: cubanet201  (message original) Envoyé: 31/10/2012 23:26
 
   Nueva York se recupera entre pizzas frías y teléfonos públicos  
Así se veia Nueva York desde el este de la cuidad.
Ya sin luz, sin Internet, pero juntos y seguros.
 Por Zuania Ramos
Luego de un huracán, y enfrentarse a no tener agua y electricidad, no hay más opción que salir a la calle para husmear lo que quedó de aquello que conocías. Y por supuesto, tras múltiples evacuaciones, sustos y muchas sorpresas, explorar la comunidad de Midtown, Manhattan, una de las más afectadas por Sandy, representaba todo una aventura para mi esposo y para mí.
 
Los carriles vacíos de la FDR, una de las rutas principales de conexión a los condados de Queens, Brooklyn y Bronx, nos sirvieron como vía para nuestros primeros descubrimientos. Autos arrastrados y aún bajo el agua, pedazos de madera y distintos materiales en medio de las calles y las aceras, eran evidencia de los estragos que había dejado a su paso la tormenta.
 
Escombros adornaban la entrada del Water Club, uno de los restaurantes y centros de actividades más icónicos de la ciudad. Las ambulancias, camiones de bomberos y autos de policías rondaban tratando de encontrar víctimas o cerrar áreas que podrían representar algún peligro para el público antes de que pudiera ocurrir algún accidente.
 
Uno que otro vecino del lugar se acercaba a conversar haciendo recuento de la noche anterior, o tomaba fotos con su celular asombrado por la imagen que tenía en frente. Ataban cabos sueltos, se ponían al día con las pocas noticias que les habían llegado, se consolaban y ofrecían su ayuda.
 
Aun en medio de la devastación nos asombró ver cómo parecería que la gente, los mismos que habían estado hasta ese día acostumbrados a vivir con excesos, a no padecer de vicisitudes y disfrutar de todos los servicios básicos, necesarios y un poco más, se acoplaban con tanta facilidad a una nueva realidad.
 
Por primera vez presenciamos a neoyorquinos haciendo filas, largas filas en completa tranquilidad, sin apuros, sin enojos. Filas para todo, para entrar a la única pizzería de la zona abierta, para comprar aquella pizza fría que nunca se te ocurriría comer, pero que en esta ocasión se veía tan tentadora y deliciosa.
 
Aquellos con problemas con la señal de sus celulares recurrían nuevamente a las casetas de teléfonos públicos que hace sólo dos días parecían tan vintage, tan antiguas, tan pasadas de moda... Ahora estas mismas reliquias representaban el único medio de comunicación con sus seres queridos, la única forma de dejarles saber que están bien, que lo peor ya pasó.
 
Cada tantas esquinas todos compartían en armonía la señal pobre y débil de Internet que aún ofrecía uno que otro Starbucks del vecindario. Nada de peleas por quién llegó primero, quién pidió primero o quién ordenó qué, sólo agradecimiento de que aún pudieran utilizar una que otra barrita para conectarse al mundo exterior.
 
Los residentes exploraban nuevamente los colmaditos de pueblo, esas bodegas olvidadas luego de la llegada de las grandes cadenas de farmacias, que ahora cerradas ya no aparentaban ser más ni tan confiables ni tan prácticas.
 
La luz del nuevo día parecería concederle la oportunidad a la ciudad de aclarar sus mentes y reconocerse bendecidos por estar aún de pie y contar con un hogar. Por primera vez en muchos años, Nueva York y su gente, aquellos mismos que se habían ganado la fama de ser desconfiados, frívolos, y hasta un poco hostiles, daban la impresión de gozar de la complicidad del trabajo en equipo, y disfrutarse la oportunidad de regresar a sus raíces. Ya veremos cuánto nos dura esta quimera...
 

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