El pianista, exiliado de Cuba durante medio siglo, tenía 94 años
El pianista cubano Bebo Valdés, en una imagen de archivo
MANUEL DE LA FUENTE /
Dionisio Ramón Emilio Valdés, más conocido como 'Bebo', nació en 1918 en Quivicán, municipio de la provincia de La Habana. Sus prodigiosas manos y su talento musical comenzaron a destacar en los años 40, como integrante de orquestas tan emblemáticas como la de Julio Cueva o la de Armando Romeu en el histórico cabaré Tropicana. Las sublimes composiciones de jazz afrocubano firmadas por Bebo suenan en todas las radios de Cuba y lo convierten en una de las figuras principales de esa época dorada de la música en la isla caribeña.
Tenía que pasar. Bebo Valdés ha muerto. El músico cubano ha fallecido a los 94 años de edad en Suecia, según confirmaron a EFE fuentes cercanas al artista.
Bebo era una de las grandes referencias de la música popular cubana, aunque desde hacía medio siglo vivía lejos de la isla, enfrentado con el régimen castrista. Su mayor talento residía ante las teclas del piano, pero fue también compositor, arreglista y director. Su hijo Chucho es otro de los grandes de la canción cubana.
Dionisio Ramón Emilio Valdés Amaro, el nombre completo de Bebo, comenzó a actuar en aquellas legendarias noches de La Habana en los años cuarenta, en el seno de orquestas de la época como la Ulacia, la de García Curbelo, la de Julio Cava y la mítica Orquesta Tropicana.
En ese tiempo empezaron también sus grabaciones en el estudio, principalmente de jazz afrocubano. En aquel momento empezó a conocérsele como Caballón, debido a su enorme estatura.
Son tiempos en los que colabora con el genial Beny Moré, antes de fundar su propia orquesta, una formación increíble, Sabor. En 1960 sale de Cuba y viaja a México, Estados Unidos, España y Suecia. En México, fue director musical del bolerista chileno Lucho Gatica, y tras una gira europea con los Havana Cuban Boys, decidió exiliarse en Estocolmo.
Discreto anonimato y regreso A partir de ese momento, su vida y su carrera transcurrieron en un discreto anonimato hasta que en 1994, Bebo Valdés recibió una llamada de Paquito D’Rivera quien le invita a grabar un nuevo disco en Alemania. Así, con 76 años, vuelve a reiniciarse su carrera con la grabación de «Bebo Rides Again».
De esta manera interviene en el documental musical de Fernando Trueba «Calle 54», vuelve a grabar con otros grandes como Cacchao y Patato Valdés el disco «El Arte del Sabor» (2001) por el que recibió un premio Grammy al Mejor Álbum Tropical Tradicional.
En 2002, vuelve a la actualidad cuando Trueba produjo el disco «Lágrimas negras», en el que Bebo colaboraba con el cantaor Diego el Cigala. De nuevo, el trabajo mereció un Grammy, tres Premios de la Música, un Ondas, cinco Premios Amigo, y tres discos de platino en España.
Pablo Sanz | Madrid
A Bebo Valdés siempre le acompañó el reconocimiento, que es una cosa muy distinta a lo que vulgarmente hoy conocemos como éxito. Éxito, éxito, lo que se dice éxito... Bebo Valdés lo tuvo al principio y al final de su carrera, mediados el siglo pasado y a partir de la década de los 90.
Su biografía artística bien pudiera ser retrato personal de lo que en este tiempo le ha sucedido a la música popular cubana, que pasó de excitar al mundo desde aquellas memorables noches del Tropicana Club de La Habana al silencio, y después de nuevo al ruido de los vítores y elogios. La vida es caprichosa, pero a veces, muy contadas veces, es justa. O al menos en el caso de Bebo Valdés lo acabó siendo.
Uno hoy se lo imagina años atrás viendo las puestas de sol en Benalmádena, ciudad en la que había decidido morir, aunque el trágico desenlace haya tenido lugar en Suecia, país al que se exilió cuando Fidel Castro bajó de Sierra Maestra y mandó parar. Decíamos; uno se imagina a Bebo Valdés escuchando el romper de las olas en la localidad malagueña y no puede ver más que felicidad y satisfacción.
En vida se entregó a un piano y a una música que le acabaron dando la razón de tanto amor y tanta entrega, minimizando aquel peregrinaje injusto y silencioso que durante cerca de 30 años le tuvo alejado de la primera trinchera musical. Uno se lo imagina, vaya, hablando con el orgullo del buen padre y el buen músico que fue, ignorando las calamidades y sonriendo a los buenos recuerdos, rodeado de amigos.
Retirado desde finales de la pasada década de los escenarios, se dice que estaba aquejado de la enfermedad de Alzheimer, lo cual alumbra la esperanza de que no viera llegar al hombre de la guadaña; no es mala manera de morir, si es que inevitablemente no hay más remedio que morirse.
Antes de que el reconocimiento y el éxito se igualaran a mediados de los 90, Bebo Valdés fue un maestro de maestros como Benny Moré, otra gran gloria cubana que en los 50 formó parte de la orquesta del pianista. Eran los años del Tropicana Club de La Habana, donde había noches en las que te podías topar con Nat King Cole o donde llegaba el productor Norman Granz y te grababa una descarga de jazz afrocubano, como así le sucedió al bueno de Bebo.
Pues bien, él fue protagonista activo de aquella época hasta que, ya se ha mencionado, con su exilio llegó el silencio y la indiferencia de la industria musical, que nunca fue a buscarlo. Fue el saxofonista y clarinetista Paquito D´Rivera quien tuvo que ir a su rescate, produciéndo en 1994 el disco que le devolvería todos los aplausos perdidos, 'Bebo rides again' (Messidor).
El álbum aportaría al pianista una notoriedad que acabaría siendo filmada por Fernando Trueba en el documental-musical 'Calle 54' (2000). Y luego acabaría siendo rematada por la grabación del álbum 'Lágrimas negras' (2002), junto al cantaor flamenco Diego 'El Cigala'. El trabajo marcó records de ventas y obtuvo innumerables premios, entre ellos, un Grammy. 'El arte del sabor' (2001) o 'Bebo de Cuba' (2005) fueron otros testimonios discográficos que hoy siguen siendo de obligada escucha, como de obligado disfrute son el último disco que grabó junto a su hijo Chucho Valdés, 'Juntos para siempre' (2008), el contrabajista Javier Colina, 'Live at Village Vanguard' (2007), o los otros dos homenajes cinematográficos que le tributó Trueba, 'El milagro de Candeal' (2004) o 'Chico y Rita' (2012). El hombre del piano más cubanísimo que ha tenido la música moderna hoy se ha ido jugando con el silencio, como le gustaba tocar a él, despacito, cadencioso. Hoy las lágrimas, más que nunca, efectivamente son negras.
'No volveré a Cuba porque no soporto las dictaduras' Bebo hablaba poco de política, pero cuando lo hacía no le temblaba la mano.
Algunas de sus declaraciones sobre el régimen cubano.
DDC | Estocolmo |
En una entrevista en 2005 con el periódico Dagens Nyheter, Bebo Valdés dijo que no volvería a Cuba porque no soportaba "las dictaduras", pero la circunstancia de que su abuela viviera 109 años le permitía "soñar un poco todavía y hacer más música".
Bebo se consideraba un asilado político en Suecia, un país que es triste y aburrido, pero con buenas leyes, dijo en una ocasión al diario argentino La Nación: "Fíjese que el artículo primero de la Constitución cubana dice que todos los cubanos son iguales ante la ley, pero el gobierno no la cumple. ¡Cómo van a perseguir a los hombres honrados!", exclamó Bebo, que fue perdiendo sus lugares de trabajo a causa del choque entre su repertorio y las disposiciones del castrismo.
"Imagínate, se acabó la libertad hasta para hacer música. Una noche se me acercó un tipo con un carnet para preguntarme por qué tocaba esa música, que era un clásico de jazz que yo aboleraba. Le dije que a él no le incumbía y me respondió altanero que él trabajaba en el gobierno para controlarme y respondí que estaba perdiendo el tiempo conmigo, que a mí no me decían qué tenía que tocar. Me echaron. Era un comisario político", contó el músico, por momentos absorto en su relato.
"Me duele decirlo, pero antes había más libertad en Cuba", sentenció el pianista trotamundos: "Lo que tengo se lo debo al pueblo cubano, no a los gobiernos".
Hay una fecha que no va a olvidar: el 26 de octubre de 1960. Es el día que se fue de Cuba. Le tuvieron que prestar una maleta que aún guardaba. Está en el sótano de su casa en Suecia. "Habíamos salido de Batista, que era un dictador de derechas, y caímos en el de izquierdas, que también oprime al pueblo. ¡Que se vayan al carajo todos los dictadores!", afirmó una vez al diario español El País.
"Le dije a mi padre que pensaba volver en enero y me contestó llorando 'nosotros no nos vemos más'. Me dolió en el alma. Toda mi vida he tenido ganas de regresar a Cuba, pero le juré a mamaíta, ella me lo pidió antes de morir, que nunca volvería mientras dure este sistema". Y al entrañable hombretón de 1,84 se le humedecían los ojos.