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General: Nos enseñaron a mentir, a robar, a fingir
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 07/06/2014 15:40
Nos falta la honestidad, la vergüenza, la honradez.
Hemos deformado la educación de nuestros hijos para poder sobrevivir

pioneros.jpg (600×400)
Nos enseñaron a mentir, a robar, a fingir
 
          Por Gladys Linares | La Habana Cuba  Cubanet 
Muchas veces escuchamos a funcionarios del Ministerio de Educación destacar los logros alcanzados por nuestro país en este sector a partir de 1959, y nos preguntamos si es posible que se hable de esto sin el más mínimo pudor, ignorando la profunda pérdida de valores que afronta la sociedad cubana, cuando hasta Raúl Castro el 7 de julio de 2013 en la 1ª sesión ordinaria de la 8ª Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular reconoció que a lo largo de más de veinte años de período especial “se ha acrecentado el deterioro de valores morales y cívicos como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la falta de sensibilidad ante los problemas de los demás”.

Con estas palabras reconocía que la destrucción de la sociedad cubana no comenzó con el período especial. Y es que los cubanos, desde el comienzo de la dictadura totalitaria de los Castro, han tenido que mentir, faltar a la honestidad, deformar la educación de los hijos y muchas cosas más para poder sobrevivir.

Ahora se dice que la escuela y la familia son fundamentales en la formación del ciudadano, pero durante muchos años se han descuidado el adiestramiento y la atención a los educadores. En Cuba, antes de 1959, se habían logrado grandes avances en la educación pública, y aunque aún era necesario un mayor esfuerzo en nuestro sistema educativo para resolver las graves deficiencias en la educación rural, nuestras escuelas formaban profesionales capaces de mejorar la cultura y la educación de nuestro pueblo.

Si bien es cierto que la campaña de alfabetización fue un acontecimiento importante en la lucha contra el analfabetismo, no todo fue trigo, porque al mismo tiempo comenzó para el magisterio cubano una etapa difícil

Con el objetivo de imponer un sistema educacional que respondiera a los intereses del nuevo gobierno, se aplicó la ley de nacionalización de la enseñanza y se estableció un sistema educacional unitario bajo el pretexto de que la escuela que heredamos fue una escuela que tendía a servir a los “espurios” intereses del imperialismo. Los maestros que se opusieron fueron separados de Educación. Las Escuelas Normales de Kindergarten, así como las Normales para Maestros, desaparecieron, y comenzaron distintos programas para formar jóvenes como maestros de nuevo tipo, como los maestros voluntarios (que hacían cursos intensivos en la Sierra Maestra), los maestros Makarenko, y más recientemente, los maestros emergentes.

En 1975, ante la escasez de educadores, se fundaron las Escuelas Formadoras de Maestros, donde ingresaban niños con 6º grado, y que funcionaron hasta 1990. Estas escuelas recomenzaron en el curso 2010-2011, ahora con alumnos de 9º grado. Existen 22 en todo el país, y este año será su primera graduación.

Así se ha ido improvisando el profesorado: con niños, adolescentes y jóvenes sin la experiencia docente ni los conocimientos necesarios para llevar a cabo la compleja actividad que es enseñar y educar.

Al mismo tiempo, los arbitrarios programas aplicados en el sistema, como las escuelas (internados) en el campo, donde los estudiantes debían dedicar parte de la jornada a labores agrícolas, separaban a los niños y adolescentes de su familia en etapas decisivas de su formación, lo cual acentuaba la pérdida de valores.

Durante todos estos años también ha sido constante el éxodo de educadores, determinado por los bajos salarios (que no sobrepasan los 400 pesos cubanos), así como los malos métodos aplicados en la enseñanza, que inciden en su evaluación profesional, y las pésimas condiciones de trabajo.

Hoy la escuela cubana se caracteriza por el ausentismo de alumnos y maestros, por la forma incorrecta de vestirse y expresarse unos y otros, e incluso es frecuente en algunos educadores el empleo de palabras obscenas para controlar al alumnado. Y no se puede omitir el deterioro de las instalaciones.

Como resultado de todo esto, no es de extrañar el reciente escándalo de fraude en los exámenes de matemáticas para el ingreso a la Educación Superior, que sale a la luz cuando aún resuenan los ecos del caso anterior, cometido en la prueba de matemáticas de onceno grado del año pasado. Para colmo de males, todos sabemos que no han sido estos los únicos incidentes, sino solamente los que se han hecho públicos. Y por desgracia, nos atrevemos a afirmar que no serán los últimos. Ojalá nos equivoquemos.



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