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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 07/02/2015 15:12
En las calles de Cuba, crece la esperanza de una vida mejor
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Un niño posa con una camiseta del presidente de EEUU Barack Obama en Calle Amistad, Centro Habana, Cuba.
 
Durante una visita en enero por Cuba, de un extremo de la isla al otro, los cubanos de a pie —desde cuentapropistas que han echado a andar sus pequeños negocios, a empleados de empresas estatales y jubilados— están esperanzados de que el acercamiento en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba redundará en una mayor prosperidad para el ciudadano promedio.

El Nuevo Herald  La Habana
El policía retirado trabaja como taxista por las calles de Santiago de Cuba para mantener a su familia.
  
Una jubilada alquila cuartos en su casa en Villa Clara para poder sobrevivir porque el pago del retiro es muy poco. En Sancti Spíritus un cajero de un café-internet solo les puede ofrecer servicios a tres personas a la vez ya que las otras siete computadoras del local no funcionan por la pobre conectividad en la zona.

Y en un reparto de La Habana una dueña de un paladar clandestino sirve su comida a una mesa de visitantes escondidos detrás de un telón porque no le alcanza el dinero para pagar los impuestos y las licencias que el gobierno le exige.
 
De un extremo de la isla a la otra, los cubanos están “resolviendo,” enfrentando los retos y desafíos de un sistema económico y político que exige lealtad al gobierno comunista para poder avanzar. Durante una visita a la isla en enero, muchos cubanos de a pie— desde cuentapropistas que han echado a andar sus pequeños negocios, a empleados de empresas estatales y jubilados— expresaron estar esperanzados de que el acercamiento en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba redundará en una mayor prosperidad para el ciudadano promedio después de 56 años bajo el control de los Castro.
 
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Un hombres transportan carne de lechón en Centro Habana, Cuba.
 
Alexis, por ejemplo, tiene una pensión de unos $15 al mes que apenas le alcanza para vivir. Por eso este policía retirado de Santiago debe trabajar como taxista en un Lada de más de 30 años de antigüedad para mantener a su familia.
 
“Vamos a ver qué es lo que pasa  pero lo que ahora se espera es que haya más trabajo”, dice Alexis. “Santiago es una ciudad que recibe mucho turismo, donde hay mucho que ver, y con esta noticia ojalá que la cosa mejore”.
 
¿MEJORAS A LARGO PLAZO?
Como Alexis más de una treintena de personas entrevistadas a lo largo del país expresaron sus expectativas de un aliento económico. Sin embargo, los entrevistados coincidieron en que las supuestas mejoras “para la gente del pueblo” serán visibles sólo a largo plazo.

Lo que sí se puede ver, al menos en las calles habaneras durante las últimas semanas, es a niños con camisetas estampadas con el rostro del presidente estadounidense Barack Obama, o mujeres y hombres cubanos vestidos con camisas o pantalones con la “bandera yanqui” caminando por puestos de venta donde abundan las camisetas de Ernesto “Che” Guevara.
 
El pasado 17 de diciembre, horas después de conocerse la liberación del contratista norteamericano Alan Gross y el canje de un doble agente cubano encarcelado en Cuba a cambio de tres espías cubanos recluidos en Estados Unidos, Obama y Raúl Castro anunciaron la decisión de iniciar un diálogo para retomar las relaciones diplomáticas rotas desde 1961.
 
En diversos barrios de La Habana, así como en ciudades de las provincias de Santiago de Cuba, Sancti Spíritus, Villa Clara y Artemisa, muchos de los entrevistados destacaron su esperanza de que el levantamiento de algunas restricciones impulsará la oferta de viajes a la isla.
En Trinidad, una turística ciudad histórica de Sancti Spíritus, los entrevistados dijeron que “la esperada oleada turística” creará más trabajos, pero también requerirá promover mejoras tecnológicas.
 
“Aquí, por ejemplo, no aceptamos tarjetas [bancarias] para cobrar, pero supongo que eso irá cambiando”, opina Michael, cajero de un café-internet en Trinidad, donde sólo tres de las 10 computadoras del local funcionan por la pobre conectividad en la zona. “Supongo que todo cambio será un proceso”.
 
En ese mismo local de Trinidad, una pareja estadounidense destaca que la decisión de Obama ha sido buena, y que a Cuba le significará una oportunidad para reactivar su economía.

“Para nosotros es común utilizar una tarjeta de crédito, no solemos andar con cash”, dijo Kevin mientras tomaba café con su esposa María. “Pero estoy seguro de que esto mejorará la economía local después de más de 50 años de relaciones tan tensas”.
 
De hecho, MasterCard y American Express anunciaron recientemente que comenzarían a permitir en la isla el uso de tarjetas de crédito que emiten en Estados Unidos. Pero esas nuevas reglas del gobierno norteamericano todavía no están listas.

Hay quienes también expresan su resistencia a la idea de adaptarse a un sistema de cobro con tarjetas de crédito ante el temor de dejar registro de las transacciones de sus negocios.
 
“Prefiero manejar todo en cash”, dice el dueño de un restaurante en La Habana Vieja. “Que los [turistas] que vengan, vayan a Cadeca (Casas de Cambio) y allí cambien sus dólares a CUC, es lo mejor”.
 
A pesar del levantamiento de algunas restricciones por parte de Estados Unidos, la mayoría de sanciones financieras contra Cuba se mantienen a través de la denominada Ley Helms-Burton, aprobada en 1996 y que sólo podrá ser derogada por el Congreso.
 
‘BLOQUEO INTERNO’
Don Carlos, un taxista que conduce otro viejo Lada en Santiago de Cuba, enfatiza que poco se dice sobre las trabas locales que se ponen para promover la iniciativa privada.
 
“Mucho se habla del embargo de Estados Unidos, pero algo que no se menciona es el bloqueo interno”, dice Carlos mientras conduce por la avenida Las Américas rumbo a la Plaza de la Revolución. “Aunque en algo se ha mejorado, son muchos los obstáculos que pone el gobierno, con permisos, pagos, inspecciones. En realidad lo que uno quiere es salir adelante pero nos desaniman”.
 
Para Migdalia, una jubilada que alquila cuartos en su vivienda de Villa Clara, en los últimos años el gobierno cubano “dentro de sus limitaciones” ha dado pasos favorables para promover pequeños negocios privados en la isla.
 
“Esa medida permitió que muchos podamos empezar con nuestros pequeños negocios”, dice Migdalia. “Ahora veremos qué pasará con el inicio de las relaciones [con Estados Unidos] y si aumenta el turismo en nuestra ciudad que tiene tantos lugares bellos, llenos de historia”.

Desde que reemplazó en el poder a su hermano Fidel Castro en el 2006, Raúl implementó algunas reformas para tratar de impulsar el debilitado modelo económico de corte soviético.
 
De acuerdo con cifras oficiales publicadas en julio, el número de personas empleadas en “actividades por cuenta propia” sobrepasó las 471,000. Sin embargo, una cifra similar ha devuelto sus licencias al constatar que no puede obtener ganancias para cubrir los gastos de operación y los distintos impuestos que deben pagar.

La mayoría de nuevos cuentapropistas provienen del mercado informal y no del sector estatal como programaba el gobierno. En ese mercado informal se encuentra Matilde, dueña de un paladar clandestino en La Habana, donde un bistec de cerdo con arroz cuesta 20 pesos. Sólo tiene una mesa y los comensales se turnan de forma ordenada y aguardan en un sofá para almorzar.
 
“Yo tengo el paladar ‘detrás del telón’ para poder sobrevivir”, dice la mujer de 66 años. “Ojalá que todo esto de las relaciones con Estados Unidos sirva para que podamos conseguir más fácil las cosas en el mercado”.
 
En los mercados, los clientes tratan de estirar los billetes para cubrir la canasta básica. Pero la mayoría de los entrevistados se quejan de que sus salarios son muy bajos.

Irma, una sexagenaria habanera, dice que su pensión equivalente a $10 al mes y lo que le corresponde por la libreta de abastecimiento, no le alcanza para cubrir las necesidades básicas. Por la libreta de abastecimiento le entregan mensualmente seis libras de arroz, otras seis de azúcar blanca, media de frijoles negros, un paquete pequeño de café, un muslo de pollo, cinco huevos, cuatro dedos de aceite en un pomo pequeño.
 
Ella cambió $5, equivalentes a la mitad de su pensión, de “un dinerito” que le envió su hija de Miami. Apenas le alcanzó para comprar una libra de yuca, un sobrecito de ajo, dos naranjas agrias, una libra de tomates, cilantro y bistec de cerdo.
 
“Tengo la esperanza de que la economía mejore porque el dinero no alcanza”, dice Irma. “Y estos gastos no incluyen artículos de higiene personal como un champú o un acondicionador, que cuestan 2.40 CUC, o un desodorante a 1.90 CUC  porque estar limpio aquí es todo un privilegio”.
 
Publicado en El Nuevo Herald


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