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General: Jineteras y Pingueros: El turismo sexual ya no va de principe azul
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 07/04/2019 16:43
 CUBA JINETERAS Y PINGUEROS 2019
La prostitución ha dejado de ser un medio para huir de la Isla mediante el matrimonio y se reduce a la tradicional transacción económica. Las nuevas tecnologías, como los chats y las aplicaciones para citas, son muy usadas por los cubanos para acordar un encuentro con turistas extranjeros.
 
El ‘turista sexual’ ya no va de príncipe azul
El sueño de Mara y Karla es ahorrar algo de dinero para salir del país
MARCELO HERNÁNDEZ | 14YMEDIO
El ‘turista sexual’ ya no va de príncipe azul. La prostitución ha dejado de ser un medio para huir de la Isla mediante el matrimonio y se reduce a la tradicional transacción económicaLas nuevas tecnologías, como los chats y las aplicaciones para citas, son muy usadas por los cubanos para acordar un encuentro con turistas extranjeros. (Chris Goldberg)
Los tiempos han cambiado desde que María de la Caridad buscaba en la prostitución un hombre que la sacara de la Isla. Ahora, los turistas sexuales ya no fingen ni necesitan fingir. Buscan en las jineteras un intercambio de dinero por sexo y ellas así lo prefieren. Con lo que ahorren puede que se marchen, pero no para casarse con ellos.
El pasado tiene muchas capas para María de la Caridad. En una de ellas es la feliz esposa de un italiano y en la otra una joven recién llegada a La Habana sin nada más que su propio cuerpo. En los años 90 fue de las primeras jineteras que aprovechó la liberación del dólar para ofrecer sus servicios. Hoy, viuda, abuela y radicada en la Isla cree que “el negocio ha cambiado y casi nadie busca un príncipe azul”.
 
“Lo que yo hacía, como muchas otras jóvenes cubanas, era más un servicio de acompañamiento y pocas veces se decía directamente una tarifa”, recuerda ahora en una conversación con 14ymedio en su apartamento de El Vedado, comprado hace unos años cuando decidió regresar a la Isla. La muerte de su esposo, un milanés que se enamoró de ella “en la primera salida”, la llevó a tomar la decisión.
 
María de la Caridad cree que el negocio de la prostitución “se ha vuelto duro, directo, sin gracia” en la Isla. “Antes sabíamos distinguir cuando era un cliente que quería solo una noche del que podíamos acompañar durante todo su viaje en Cuba, establecer una relación y quizás terminar en un matrimonio. Pero ahora, desde el primer momento queda claro que es una transacción económica”, distingue.
 
El Gobierno mantuvo muy controlada la prostitución, que consideraba una lacra capitalista, mediante programas de reinserción social durante las primeras décadas de la Revolución, pero con el Período Especial se convirtió en una recurrente salida de la miseria.
 
Las características del mercado cubano, donde tener dinero no significaba acceso a muchos productos o a mayor cantidad en el caso de los racionados, provocaron una mutación en la prostitución. La “dama de compañía” buscaba los privilegios de generales, ministros y otros dirigentes.
 
A partir de los 90, amplias zonas de Cuba, como la playa de Guanabo al este de La Habana, se convirtieron en epicentro de jineteras y clientes a los que se veía ir y venir, a pesar del control policial. Fueron los años en que ellas, la mayoría de las veces, negociaban directamente con los turistas. Muchas terminaron casadas con extranjeros y emigraron.
 
“En Milán conocí a varias cubanas que habían vivido lo mismo y nos apoyamos mucho en esos primeros años”, cuenta María de la Caridad. “En la medida que pasó el tiempo y fuimos haciendo familia, nos llamábamos a nosotras mismas las abuelas jineteras“, explica con humor.
 
El panorama ha cambiado mucho desde los tiempos de María de la Caridad. La competencia es mayor con los pingueros, que ofrecen todo tipo de servicios a hombres y mujeres. Además, los proxenetas y la reclusión en casas de citas “complican su situación”, opina esta cubana que a veces intercala palabras en italiano. “Ahora las mujeres tienen menos independencia y encontrar un buen marido es muy difícil en esas condiciones”.
 
A pocos metros de su casa, dos jóvenes se preparaban este sábado para salir hacia la calle 23 a uno de los clubes estatales que son frecuente punto de encuentro entre prostitutas y clientes. Mara y Karla, nombres ficticios para este reportaje, tienen 17 y 19 años respectivamente. Ambas se conocen de los tiempos de la enseñanza media y la más joven está preparándose para este año entrar a la universidad.
 
Las dos jóvenes utilizan las nuevas tecnologías, como los chats y algunas aplicaciones de citas, para quedar con extranjeros que pasan ocasionalmente por La Habana. “Todo queda aclarado desde el principio y se establece un precio. Él sabe que no se trata de amor, sino de un poco de diversión, y para mí es un apoyo económico importante”, explica Karla, quien lleva dos años en el “negocio”.
 
“Un sector importante de las mujeres, educadas e instruidas, se marginaliza: muchas de ellas cuentan con un entrenamiento técnico o profesional y su biografía individual y familiar las colocaría en una posición más favorable en la vida social”, explica la doctora en sociología Velia Cecilia Bobes. “Se observa también un cambio en los valores de los jóvenes, quienes empiezan a ver en la actividad de la jinetera un trabajo normal, un modo más de ganarse la vida y una estrategia de sobrevivencia ante la crisis”.
 
Mara y Karla han logrado evadir, hasta ahora, a los proxenetas porque gestionan sus contactos directamente. “Pero muchas de las que están en este negocio prefieren tener más protección y contar con alguien que las represente, busque al turista y pueda ayudarla si la cosa se pone fea”, opina.
 
El proxenetismo es uno de los principales delitos relacionados con el trata de personas y recurre, en la mayoría de los casos, a la violencia, la intimidación y las drogas para obtener beneficios económicos explotando, especialmente, a mujeres. “Por el momento me va bien sola y trato de no ponerme en situaciones de mucho riesgo”, señala Karla.
 
El proxenetismo y la trata de personas están penados en la Isla, pero la prostitución es alegal. Las autoridades cubanas mantienen controles policiales, especialmente sobre las mujeres, a quienes multan o deportan si proceden de otra provincia. En casos peores, son internadas en granjas de trabajo para ser “reeducadas”.
 
El sueño de Mara y Karla es ahorrar algo de dinero para salir del país, pero no creen que puedan salir como María de la Caridad, directamente a través de un cliente. “Lo único que quiero es que me paguen y se vayan porque no me imagino casándome con un hombre que sabe que me dedico a esto. Cuando salga de Cuba haré borrón y cuenta nueva y ya podré empezar a buscar una pareja por amor”, explica la más joven. Karla asiente: “Esto es un negocio. No hay afecto ni planes para el futuro, se trata solo de sexo y dinero”.
 
FUENTE 14yMedio
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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 08/04/2019 15:11
  PROSTITUCIÓN EN CUBA
Los cubanos se refieren a ellos con una palabra soez derivada de la que identifica en el argot popular a su herramienta de trabajo, el miembro viril. A diferencia de sus similares femeninas, ejercen el comercio sexual por igual para clientes hembras y varones.
 
PROSTITUCIÓN MASCULINA: 
LO QUE SE SABE ¿SE PREGUNTA?
Rolando Cartaya
   Desde principios del siglo XXI el comercio de cuerpos jóvenes masculinos ha sido más visible y floreciente en Cuba que el jineterismo femenino.
 
En La Habana se les puede distinguir por su juventud; sus cuerpos esbeltos, atléticos, cultivados a diario en algún insospechado gimnasio; su ajustada indumentaria, a menudo ropa de diseñador; sus teléfonos móviles de última generación; su perfume caro; y una apariencia metrosexual que incluye piernas, axilas y cejas depiladas, cabello bien cortado y laqueado, piercings, aretes, manicure y hasta algún maquillaje.
 
Los cubanos se refieren a ellos con una palabra soez derivada de la que identifica en el argot popular a su herramienta de trabajo, el miembro viril. A diferencia de sus similares femeninas, ejercen el comercio sexual por igual para clientes hembras y varones.
 
Principalmente, extranjeros de visita en Cuba: italianos, españoles, alemanes; más recientemente, canadienses y mexicanos. Gente con la codiciada moneda dura.
 
Para satisfacer al cliente, si es necesario, “apuntan y banquean”, como se dice del bisexual en las calles de la isla. Pero están lejos de considerarse bisexuales u homosexuales. Terminada la faena pueden ser hasta guapos de barrio. Desde su punto de vista, sólo están “luchando”. Una lucha que comenzó en el apogeo de la crisis extrema eufemísticamente llamada “período especial en tiempos de paz”.
 
De todas las variedades del mercado clandestino que medraron en Cuba a partir de aquella debacle económica de los años 90, la prostitución o jineterismo, enfocada principalmente en el turismo extranjero, ha sido una de las más lucrativas, y desde luego, más al alcance de jóvenes y adolescentes. Sobre todo, después de que la crisis desvalorizó la importancia de hacer una carrera profesional o tener un empleo con el Estado.
 
También ha sido de las menos perseguidas. Observe este párrafo del testimonio dejado en un llamado “Forum degli amanti di Cuba” (Foro de los amantes de Cuba) por Roy, un joven cubano que llegó a Italia a través del comercio sexual:
 
“A veces me inventaba algo diferente. Vendía ron (“guarfarina” de un alambique clandestino), carne de puerco y muchas cosas más, pero siempre regresaba a lo mío. Me puse a recoger apuntes para la lotería clandestina, la de Venezuela que se oye bien en la radio. Esta sí daba resultados, pero qué va, ¡si la policía me agarraba!… así que mejor volver a jinetear”.
 
Si bien periódicamente --presionado por la Federación de Mujeres Cubanas que presidía Vilma Espín, la esposa de Raúl Castro-- el gobierno ha lanzado redadas policiales de jineteras –las más amplias en los años 1998 y 2002-- la política predominante hacia la prostitución surgida del período especial ha sido hacer la vista gorda. ¿Por qué?
 
El turismo que el poder castrista aceptó promover como mal menor y tabla de salvación, tras la pérdida de su “souteneur” soviético, ha sido fundamentalmente uno de paquetes baratos y sistema todo incluido, una manera de abrirse espacio en medio del experimentado y lujoso mercado del resto del Caribe.
 
Los vacacionistas que compran estos paquetes suelen ser de clase baja o media baja, y van con la intención de gastar lo menos posible. Tolerar el jineterismo –recordemos que Fidel Castro no las condenó, sino que las llamó “las prostitutas más cultas del mundo”-- era una forma de obligar a los visitantes a dejar también en Cuba las pocas divisas que llevaban en el bolsillo.
 
La carne de cañón para esta nueva "batalla de la revolución" no escaseó. Vea como se prostituyó la familia de Roy:
 
“Me puse a jinetear a los 20 años, estábamos en periodo especial y cada día era más duro. El hambre apretaba mucho y todo el mundo estaba hasta los c… de comer arroz y frijoles, frijoles y arroz todo los santos días. Yo tenía 20 años, mi hermano Raulito tenía 17, y la Muñeca (así le decíamos a mi hermana) acababa de llegar al mundo. El "puro" era médico (50 años) y mi mamá era maestra (37 años)".
 
"Yo empecé a inventarme un trabajo con una camarita que me había regalado un alemán. Tomaba fotos a las jineteras para después promocionarlas con los yumas. Cobraba dos "fulas" por cada foto, y en un mes me volví el fotógrafo de las putas… (así me decían). Mi hermano revelaba las fotos y el negocio salió bien”.
 
Pero qué va, no alcanzaba y mi mamá también se puso a jinetear. Mi papá se fue con su revolución de mierda en la cabeza. Yo me peleé duro con él. Creo que siempre me ha echado la culpa de que mi mamá estaba jineteando. Decía que yo había llevado la perdición a la casa. En realidad, creo que dentro de él sabía que lo que nos estaba matando eran la mismas ideas que él iba sosteniendo a toda costa”.
 
Luego de algunos años de persecución, la “actividad” se ha "normalizado": no se oye hablar de batidas contra el jineterismo; la Primera Hija Mariela Castro afirma que ese es un trabajo como cualquier otro; y hace un par de años el semanario Primavera Digital reportó –y lo apoyó con un facsímil-- que con el nuevo impulso al trabajo por cuenta propia las autoridades estaban expidiendo a las jineteras licencias de “acompañante al extranjero”, las que les eximirían de ir presas, acusadas de acoso al turista.
 
Sin embargo, aunque la prostitución masculina renació en Cuba desde los 90 paralelamente a la femenina, nunca se oyó hablar de una recogida o encarcelamiento masivo de “prostitutos”, sólo de casos individuales.
 
Juan Antonio Madrazo --el coordinador del independiente Comité Ciudadano por la Integración Racial—escribió hace unos días que la prostitución masculina es desde hace años una cruda e incómoda realidad que el narcisista machismo revolucionario trata de ocultar.
 
En conversación, Madrazo señaló que desde principios del siglo XXI este comercio de cuerpos jóvenes masculinos ha sido más visible en los circuitos turísticos de la isla, y ha tomado más fuerza que el de cuerpos femeninos. Entre otras razones --opina el colaborador de Cubanet-- porque todo el mundo se aprovecha de él. Asegura que muchos policías reciben sobornos para mirar al otro lado, y que algunos actúan como verdaderos proxenetas de los jóvenes prostituídos.
 
Destaca que los medios oficiales, que han abordado al menos tímidamente el problema de las jineteras, han pasado por alto hasta ahora su floreciente versión masculina. Y afirma que éste es uno de los negocios más rentables del mercado negro hoy por hoy, al punto de que parte de las ganancias se está reinvirtiendo en una incipiente industria pornográfica hecha en Cuba.
 
Otro conocedor de la Cuba profunda, el periodista y blogger independiente Iván García, ubica a la mayoría de quienes ejercen la prostitución masculina en la emergente clase media surgida tras el abandono oficial del igualitarismo.
 
Suelen tener educación preuniversitaria o universitaria, muchos hablan inglés, o han aprendido italiano u otros idiomas. Son solventes: se pueden dar el lujo de comprar camarones, carne de res y licores de marcas famosas en las tiendas por divisas; de frecuentar buenas discotecas; de tener transporte propio, generalmente una moto; y de hospedarse un par de veces al año en polos turísticos como Varadero, no sólo por placer, sino para conseguir clientes sin mucho sigil.
 
Pero a cambio no sólo venden sus cuerpos: también su dignidad, su autoestima, su estabilidad mental. Vea por ejemplo el testimonio que le dio a Madrazo un camagüeyano de 22 años, graduado en informática, llamado Tristán:
 
“Me es difícil acostarme con ancianos que huelen mal. Para nada es fácil seducir a un extraño, pero la necesidad me obliga. Para mí, los europeos son mejores clientes que los latinos, respetan a los hombres y no se ponen con eso de querer besarlo a uno y cogerle la mano en público; hacen lo suyo y ya”.
 
El autor escribe que “muchos de estos chicos viven en barrios marginales de La Habana, que el turista que los contrata no ve, y para ellos la exagerada masculinidad es a la vez camisa de fuerza y coraza que les permite sobrevivir en ese medio. Muchachos viriles, musculosos, pero muy frágiles simultáneamente”.
 
Añade Tristán:
"Nadie imagina las bajezas que los clientes pueden pedir, pero al menos esto me permite pagar deudas, y darme gustos que van desde enviarle dinero a mi madre, enferma de leucemia en Nuevitas, hasta comprarme un perfume, o invitar a una chica a comer o a bailar en una discoteca. Esto es muy duro para la autoestima, pero hay que vencer las dificultades que son muchas, hasta que pueda salir de esta asfixiante isla”.
 
Y es que el sueño dorado de un jinetero varón, como el de una hembra, es conseguir un novio o novia –para el caso da igual-- que se enamore lo suficiente como para sacarle de Cuba.
 
Roy lo consiguió. En Milán, su suegra italiana le dice que es “un ser inútil, sin un peso partido por la mitad, ni cultura, ni perspectivas”. Según ella --dice Roy-- los cubanos “sirven solamente 'para el relajo y para formar la gozadera'”.
 
El joven de Centro Habana cree que vivir en el extranjero ha sido una gran experiencia, pero termina su testimonio así:
 
“Yo sé que aquí en Italia no puedo vivir, a veces me falta el aire, me siento mal. Necesito mi Cuba. Mi mujer no lo puede creer, solamente dice que me quiero ir porque no la quiero, y hace unos días que no para de llorar. Me da tremenda pena pero creo que si me quedo aquí seria peor todavía. Mejor que me vaya”.
 


 
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