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General: Scotty Bowers, el maestro del sexo destapó los secretos de Hollywood
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: administrador2  (Mensaje original) Enviado: 27/10/2019 13:58
COSAS Y CASOS DE HOLLYWOOD
El exmarine hizo un trío con Lana Turner y Ava Gardner en casa de Sinatra, disfrutó de noches con el director del FBI vestido de mujer, procuró 150 mujeres a Katharine Hepburn y se acostó con su supuesta pareja, Spencer Tracy, «otro bisexual totalmente ocultado por el departamento de publicidad del estudio».

Scotty Bowers, el maestro del sexo 
que destapó los secretos más íntimos del Hollywood dorado
Se apellidaba como Audrey y ganó más premios Oscar que Meryl Streep. La llamaban «La zarina», no solo por su primer papel sobre las tablas de Baltimore, también por su temperamental carácter. Admirada y temida por igual, la imponente Katharine Hepburnfue la «fiera» de Cary Grant, «La reina de África» de Humphrey Bogart y «La mujer del año» –y de la vida– para Spencer Tracy, su compañero en pantalla en nueve títulos y con el que se dejó ver durante un cuarto de siglo. Pero la actriz más laureada de la historia, esa que no le tenía «miedo a la muerte», vivió en una mentira por las claúsulas de moralidad que imponían los estudios en el Hollywood dorado.
 
Los estrictos códigos de la industria le permitían imponer su voluntad en los rodajes e incluso llevar pantalones y el pelo corto, un look inusualmente masculino para la época, pero no pasear de la mano de quien quisiera. «Que yo sepa, su relación con Spencer Tracy fue un cuento de hadas inexistente que los agentes y los asesores de imagen habían urdido para ocultar su lesbianismo», revela Scotty Bowers en «Servicio completo. La secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood» (Anagrama), un manual sobre las intimidades de la meca del cine que conocía de primera mano. A fin de cuentas, el exmarine Bowers, fallecido el pasado 14 de octubre a los 96 años, procuró parejas a un sinfín de actores y actrices, a veces cobrando 20 dólares y otras gratis, y aprovechó la oportunidad para disfrutar él mismo, como cuando hizo un trío con Lana Turner y Ava Gardner en casa Frank Sinatra en Palm Springs o cuando mantuvo sexo con Bette Davis durante la Segunda Guerra Mundial . Por no hablar de las locas noches con el primer director del FBI, J. Edgar Hoover, a quien le gustaba vestirse de mujer. Todo en el más estricto silencio, la más pura discreción, hasta los 90 años. Con la gasolinera de Richfield cerrada, su base de operaciones, el exmarine abrió por fin el pico.
Lucía M. Cabanelas
 
«Llegué a presentarle a más de ciento cincuenta mujeres. A la mayoría solo las veía una vez y se cansaba de ellas. Pero hubo una excepción. Hubo un lío con una preciosidad de diecisiete años que le presenté a Kate en la primera época de nuestra amistad. La chica se llamaba Barbara. Kate se encaprichó de ella», desvela sobre Hepburn.
 
Cuenta este «celestino» conocido como «el proxeneta de las estrellas», que al poco tiempo de conocerla Katharine Hepburn le regaló a su amante un Fairlane bicolor y, meses antes de morir, le envió una carta con un cheque de cien mil dólares. Menos generosa se mostró la cuatro veces ganadora del Oscar a mejor actriz protagonista con Spencer Tracy. Un día, dolido y ebrio –«Dejando de lado a Errol Flynn, rara vez he visto a alguien trasegar tanto alcohol como Spence»–, dejó caer su fachada de hombre sereno y se desahogó con Bowers, por entonces camarero, al que le contó que Hepburn siempre «era grosera» con él, que le trataba como «basura», que lo despreciaba.
 
Noches de alcohol con Spencer Tracy
Entre tragos y penas, ambos intimaron. «Era el último hombre en el mundo de quien yo esperaba una iniciativa semejante, pero le complací de buena gana y a pesar de su estado de embriaguez tuvimos una sesión de alrededor de una hora de sexo muy satisfactorio. Al día siguiente no quedaba el menor indicio de lo borracho que había estado ni de que habíamos retozado. No dijo una palabra al respecto. Era como si no hubiera sucedido nada. Aquel fue el primer de los muchos encuentros sexuales que tuve con Spence. El gran Spencer Tracy era otro bisexual, un hecho totalmente ocultado por el departamento de publicidad del estudio», asegura Bowers, memoria viva del Hollywood más salvaje, cuyos escarceos recordó siempre sin remordimientos ni culpa. «La falacia había sido tan bien organizada que la prensa y el público la aceptaron sin dudar. La gente concedió tanto crédito a esta historia en Estados Unidos y en el resto del mundo que a Tracy y Hepburn no les quedó más remedio que fingir que era cierta», resume.
 
La nómina de «el chulo de las estrellas» no se limitó a la pareja perfecta del Hollywood dorado. Charles Laughton, George Cukor e incluso el mujeriego Errol Flynn contrataron sus servicios, perpetuando una tradición que inauguró el actor Walter Pidgeon («Madame Curie») cuando paró a repostar en la gasolinera de Richfield, le invitó a subir a su coche y le pagó 20 dólares. Bowers, por entonces un joven de 23 años con espíritu emprendedor, vio una oportunidad de negocio y no paró hasta que el sida se llevó a Rock Hudson.
 
No solo de tríos y de liberar la sexualidad reprimida de sus clientes vivía Bowers. Era el hombre que cumplía las fantasías de cuantos pretendían sus servicios. «A Hughes le proporcioné muchas chicas. Siempre que le facilitaba una había que llevarlo con el máximo secretismo. Cada cita tenía que ser clandestina, envuelta en misterio, y nadie tenía que saber nada al respecto. Howard era más heterosexual que un toro y le gustaban las mujeres a rabiar pero, irónicamente, rara vez tenía contacto sexual con ellas», explica sobre el director de «El forajido».
 
Su intensa vida impresionó al director Matt Tyrnauer, que pasó dos años rodando con Bowers un documental sobre su vida. En «Scotty y la historia secreta de Hollywood», disponible en el canal Cine Doc&Roll de Movistar+, el Bowers de 95 años seguía con cuerda para rato. Con sus rubios rizos ya níveos, y acompañado de una esposa que conoció a finales de los ochenta y que prefiere no saber las pillerías de su marido, relata cómo Cary Grant se encontró con Rock Hudson en la gasolinera que usaba como base. «Le cobré 20 dólares por liarle con Rock, y se vieron varias veces. Entonces, Rock todavía no había salido en ninguna película», recuerda. A muchos les sorprendería descubrir las preferencias sexuales del galán de Charada», sin embargo, a Bowers difícilmente le daban gato por liebre. Menos aún cuando, a pesar de su matrimonio con Barbara Hutton, ni siquiera iba con ella en su primer encuentro. «El día que me lo presentaron, Cary compartía la casa con otro actor, Randolph Scott. ¿Necesito decir más?», sugiere en el libro, no en vano, la única mujer que hizo sentir –y sufrir– a Grant fue su madre.
 
Tyrone Power, el compositor Cole Porter... y hasta Tennesse Williams, que llegó a escribirle un manuscrito. Las dotes de seductor de Bowers llegaron hasta a la Scarlett O'Hara de «Lo que el viento se llevó». «A Vivien Leigh jamás le cobré, era demasiado bonita. Nos veíamos en casa de Gary Cooper, siempre se colaba en mi cuarto sin hacer ruido. Diez minutos más tarde, toda la casa estaba escuchando sus gritos», rememora en el documental. A su marido, Laurence Olivier, le procuraba tríos en los que, en cada ocasión, pedía una mujer diferente pero solía querer repetir con el hombre, porque, aunque estaba casado, «escondía secretamente un gusto por los chicos».
 
Contra la esclavitud moral
Fueron muchos los que desfilaron por la gasolinera en la que trabaja Bowers y, quiso creer, todos fueron felices gracias a sus servicios. Katharine Hepburn y Spencer Tracy paseaban su amor impuesto por Hollywood Boulevard igual que Cary Grant escondía a Scott en casa. Otros, simplemente querían disfrutar de su libertad más allá del producto en el que los convertían los implacables contratos de las majors; fuera del ojo censor de los estudios, de la prensa del corazón, del público al que hacían disfrutar desde la pantalla. Y Bowers era su oportunidad para escapar a las inflexibles imposiciones de la industria, aunque fuera por una noche.
 
De ahí que, tanto Bowers como el director del documental, defendieran que estas revelaciones servían para frenar el «sistema de esclavización moral de Hollywood», que no solo controlaba la carrera profesional de las estrellas, sino también sus vidas. «Sufrían una persecución, acudían a Scotty porque pagar a prostitutos era su única opción para ser libres. Todavía más duro era para personas como Cary Grant o Katharine Hepburn, empaquetados por los estudios para dar la imagen más heterosexual posible», defendió Tyrnauer frente a las críticas de los que censuran el material de Bowers, de los que lo tildan de oportunista toda vez que sus protagonistas ya no pueden opinar sobre el mismo.
 


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De: administrador2 Enviado: 27/10/2019 14:02
 



 
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