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General: Crisis del café en Cuba: “Ay, Mamá Inés ya ni los negros tomamos café”
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From: cubanet201  (Original message) Sent: 08/12/2019 14:44
 
 
 Crisis del café en Cuba: “Ay, Mamá Inés”
           Lo cantaba Pedro Luis Ferrer con su acostumbrada picardía allá en los años crueles del período especial. Se le iluminaba la cara cuando alargaba las frases del estribillo de “Ay, Mamá Inés”, una de las canciones cubanas más famosas del mundo, y  creo que allá en la eternidad, Eliseo Grenet y Rita Montaner sonreían con complicidad a la parodia. “Ay, Mamá Inés, ay, Mamá Inés, ya ni los negros tomamos café”.
 
Era la consagración musical del disparate de un gobierno que seguía empujando el país hacia la ruina, acabando con la quinta y con los mangos. Y con el café, la infusión tradicional, que se consume al amanecer y en la noche sombría de los velorios.
 
Ahora vuelve a escasear el café. Es uno de los productos que más veces ha conocido la magia de las desapariciones. Pasa a la clandestinidad como quien es buscado a la misma vez por la población y por la policía. Tal vez se esconde junto a su complemento, el azúcar, que también ha llegado a importarse. Es una vergüenza que Cuba, productora de café y de azúcar en un pasado no tan lejano, viva esperando que vengan del más allá, porque en el más acá de la isla se evaporaron por la ineficiencia de un sistema social cuyo mérito mayor es repartir la miseria por todos los rincones.
 
Ha sido tanto el control del gobierno que ha creado el descontrol. Tanto ha querido el estado cubano ser dueño y señor de todo, que ese todo se convierte en nada, en arena que se escapa entre los dedos, en agua de borrajas, en humo, en café. El estado cubano, grotesco en su guerra barata contra un enemigo imaginario castiga a su pueblo, lo hace sufrir y lo condena. Ni siquiera puede ese pueblo estar vigilante, como piden esos abuelos absurdos que dirigen la revolución, y sus nietos, más absurdos aún, que dicen ser el relevo, porque no hay café para mantenerse alertas y despiertos.
 
Y no sólo dejan de tomarlo los negros de Mamá Inés. Otra Inés, la del cachumbambé, monta en cólera en el sube y baja, porque ni fuma tabaco ni bebe café. Al paso que va la isla y la obsesión de ese gobierno letal  por controlar hasta los sueños de sus ciudadanos, la canción que lo terminará identificando será aquella que cantaba José Luis Rodríguez, el Puma: “Dueño de qué, dueño de ti, dueño de nada”.
 
Aunque en sus múltiples e incesantes apariciones y fugas el café ha sido obligado a mezclarse con cuanto grano pueda triturarse, el cubano no se deja pasar gato por liebre. Descubre el chícharo aunque se camufle e intente conseguir el sabor del cafeto. Uno pensaría que hemos llegado a ser malagradecidos, porque al mezclarlo con chícharo, en lugar de café tomábamos potaje, tan alimenticio y energético. Pero ahora falta, en ese brebaje que vende el estado, su componente principal, el café. Y nada puede sustituir su sabor, su fragancia, y la fuerza estimulante de la cafeína.
 
Por suerte la dictadura cubana tiene siempre a mano a quien culpar de las carencias materiales del pueblo: el enemigo. Un enemigo, el coco, el hombre de la bolsa. Hoy es el imperialismo. Mañana pudiera ser una conjura cósmica. Tal vez el caracol gigante africano que se ha aliado con la claria para devastar siembras y cultivos.
 
Resulta cuando menos curioso -a mí me parece tragicómico- que quienes se escondieron en las mismas montañas de la Sierra Maestra que sirviera de refugio a los hacendados franceses que huían de la revuelta de 1793 en Haití, y que desarrollaron la industria del café en Cuba, han sido los que acabaron desapareciéndolo de la plataforma insular.
 
Ahora, quien se quiera tomar un cafecito en la mañana, debe nadar hasta las costas haitianas, o darse un salto más largo, a la calle 8 de la demonizada ciudad de Miami, la capital del enemigo.
 


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