Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: Trump, Irán y el fanatismo nacional
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 20/01/2020 16:41
Una asociación propia del fanatismo está en marcha, apoyada e impulsada por Trump: considerar traidor a todo aquel que no comparta los criterios de la Casa Blanca.  Antes que el presidente Donald Trump, otros en su cargo utilizaron el pretexto de un ataque a una nación enemiga para desviar la atención sobre problemas domésticos, incluso escándalos que amenazaban su mandato.

Trump, Irán y el fanatismo nacional
Alejandro Armengol | Cubaencuentro
    Si en todo país la política exterior de un gobierno es una prolongación de su política nacional, con Trump el axioma se convierte en crisis. No es que otros mandatarios no hayan transitado por igual vía con anterioridad, sino que el desparpajo con que se utiliza ahora es tan errático como peligroso.
 
Antes que el presidente Donald Trump, otros en su cargo utilizaron el pretexto de un ataque a una nación enemiga para desviar la atención sobre problemas domésticos, incluso escándalos que amenazaban su mandato.
 
De esto último, el ejemplo más notable es del expresidente Bill Clinton con sus bombardeos a Irak en 1998, dos días antes de iniciarse el proceso de impeachment en su contra, como en su momento denunciaron los legisladores republicanos.
 
Los bombardeos ordenados entonces por Clinton no impidieron su juicio político, por el cual no fue condenado —al igual que ahora es lo más probable que vuelva a ocurrir con Trump—, pero hicieron más vulnerable a la democracia estadounidense; más allá de dar la razón al argumento de una película que anticipó los hechos: Wag the Dog (1997), que con su referencia a un anterior bombardeo de la fábrica farmacéutica de Al-Shifa en Sudán encontró en estos su justificación mayor.
 
En la actualidad, la mayor vulnerabilidad a la democracia estadounidense ocurre de dos formas complementarias.
 
Una es que tras el asesinato —lo siento, pero asesinato es la forma correcta de catalogar el hecho— del general Qassem Soleimani, la vida de cualquier estadounidense que viva o aborde un avión en cualquier lugar del mundo, incluso en suelo nacional, es menos segura en estos momentos.
 
Por supuesto que ningún partidario de la vida en democracia lamenta el fin de un terrorista asesino como el general Soleimani, al igual que saludaría la desaparición en el poder de una monarquía sangrienta como la que rige en Arabia Saudita —con la que Trump simpatiza tanto—, beneficiada con la jugada.
 
También un partidario de la democracia vería con entusiasmo la salida del gobierno de Israel del imputado por corrupción Benjamín Netanyahu —según las acusaciones en su contra del fiscal general de su país— y no se trata de establecer comparaciones fuera de lugar: Netanyahu no es un terrorista como Soleimani ni se puede colocar al lado de los ayatolas; simplemente que el primer ministro en funciones socava la democracia en Israel, es hora de que se marche y la situación tras la muerte de Soleimani podría beneficiar su afán de aferrarse al poder.
 
Tampoco se trata de retar importancia —todo lo contrario, saludar con entusiasmo— a la decisión del presidente Trump de no dar un paso más allá en la escalada bélica con Irán y abstenerse a responder al ataque con misiles a dos bases estadounidenses en Iraq; ataque por lo demás anunciado en el mejor estilo del cómico español Gila —“Aló, es el enemigo. Hoy nos toca bombardear a nosotros”—, y que estuvo destinado a “salvar la cara” ante sus fanáticos, dentro de su país y en el exterior, más que a brindar una respuesta bélica.
 
Pero hay pocos motivos para el sosiego. Irán conoce que lleva las de perder en una guerra frontal con EEUU. Sabe que en el terreno de una guerra asimétrica es donde tiene mayor capacidad de actuar. Ello junto con el hecho —y es lo más importante— de que cuenta con gran número de seguidores o partidarios ideológicos capaces de hacer daño con actos más o menos independientes de su mando central.
 
Pero la segunda forma en que la actuación de Trump vulnera a la democracia estadounidense es con el asociar los llamados a la legalidad y la cordura con un sentimiento favorable al régimen de Irán.
 
Esa asociación propia del fanatismo, apoyada e impulsada por el propio presidente, está en marcha: tratar de igualar las críticas al mandatario con el anti americanismo y considerar traidor a todo aquel que no comparta los criterios de la Casa Blanca. Considerar a Trump no como representante o servidor, sino como sinónimo de EEEUU, la nación, la patria o el Estado es más que un disparate: es un peligro nacional.
 


Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados