La 'agricultura familiar' y la investigación científica no serán suficientes para resolver el desabastecimiento de comida en Cuba
Hace un mes, el presidente Miguel Díaz-Canel habló de la necesidad de contar con guarapo y limonada como base alimentaria para la población. En abril del año pasado, el comandante Guillermo García Frías propuso la cría de avestruz, cocodrilo y jutía para acabar con los problemas de alimentación. Y el pasado jueves, el exespía y actual vicepresidente de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), Gerardo Hernández, contó cuánto mejoraría la situación nacional si cada CDR cultivara, como mínimo, una calabaza.
Según el diario Granma, Díaz-Canel sostuvo recientemente "un primer encuentro" con científicos y académicos de instituciones del país destinadas a la investigación agropecuaria, a quienes insistió en "la necesidad de incrementar la producción de alimentos en el país, empleando todas las reservas internas, que incluyen también la investigación".
El régimen cubano anda en busca del alimento mágico o del descubrimiento científico que solucione todas las carencias. Reclama un milagro a los científicos y, con la vuelta a la "agricultura familiar" del "Periodo Especial", intenta descargar sobre los ciudadanos su responsabilidad por el abastecimiento de comida.
Sin embargo, no son los científicos cubanos quienes pueden dar solución a un problema cuya existencia de seis décadas indica que se trata de un problema funcional de la economía revolucionaria. Y tampoco podrán resolverlo los vecinos con sus siembras caseras. El único milagro que cabe para salir de la crisis está en la liberación de las fuerzas productivas y el levantamiento de las numerosas trabas estatales.
En tanto las carencias a las que se enfrenta la población en Cuba sean entendidas como cuestión de "soberanía alimentaria", no habrá solución. Pues lo que esconde ese término no es un asunto de soberanía nacional, sino de perpetuación de un régimen incapaz de solventar las necesidades más elementales de la gente.Ofrecer libertad económica a los cubanos podría comprometer la continuidad de ese régimen, pero el hambre generalizada también la comprometerá. Esta es la disyuntiva a la que se enfrentan los dirigentes cubanos.
No son los científicos, ni los agricultores ni los vecinos dispuestos a sembrar, los llamados a resolver la hambruna que le viene encima al país, sino esos dirigentes entretenidos en limonadas, calabazas, avestruces y otras falsas soluciones. Ellos son los que tienen que cambiar de política para que los cubanos consigan comer y consigan producir lo que coman.