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General: JEFFREY DAHMER , EL CARNICERO GAY DE MILWAUKEE
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: CAMPESINO2  (Mensaje original) Enviado: 25/09/2022 16:29
JEFFREY DAHMER  
EL CANÍBAL DE MILWAUKEE O EL CARNICERO DE MILWAUKEE 
Fue un asesino en serie responsable de la muerte de 17 hombres y chicos entre 1978 y 1991.
Jeffrey Dahmer: el asesino que frecuentaba lugares de ambiente gay para elegir a sus víctimas. Asesinó alrededor de 17 hombres jóvenes, específicamente afroamericanos y homosexuales, pero no solo los mató, sino también se los comió

HISTORIA 
Jeffrey Dahmer un fanático de ‘Star Wars’ que buscaba parecerse al Emperador Palpatine, fue un asesino serial que mataba, comía y desaparecía los restos de sus víctimas, condenado a varias cadenas perpetuas aunque ultimado en prisión cuando apenas cumplía unos años de sentencia. También llamado el “Caníbal de Milwaukee”, Dahmer es considerado uno de los personajes más nefastos de la cultura estadounidense, aunque también uno de los más atractivos para el cine y la televisión. De hecho, pueden contarse decenas de títulos en torno a su figura, incluida una serie de Netflix estrenada en septiembre de 2022, creada por Ryan Murphy e Ian Brennan y protagonizada por Evan Peters como el autor de incontables atrocidades.
 
Recoger a un autoestopista y acostarse con él. Aquella era su mayor fantasía, un deseo irrefrenable que escondía un turbio secreto: la semilla del asesino. Emulando al Emperador Palpatine de Star Wars en el ‘Retorno del Jedi’, Jeffrey Dahmer con dieciocho años y enfundado en unas lentillas amarillas (quería parecerse al personaje cinematográfico), cumplió su irrefrenable deseo de control absoluto. Golpeó, estranguló y desvisceró a Steven, un muchacho al que encontró en la carretera.
 
El denominado ‘Caníbal’ o ‘Carnicero de Milwaukee’ sentía auténtico placer viendo el interior de un cuerpo humano. Le excitaba sobremanera despedazar y masturbarse sobre él. El problema surgía cuando tenía que deshacerse del cadáver. Nada hacía presagiar tras ese porte atractivo y encanto personal que, al pararle en un control policial, estaban ante un asesino en serie con los restos de su víctima en el maletero. Le dejaron marchar. Una negligencia que costó la vida de otros dieciséis hombres.
 
Una patrulla le paró cuando se dirigía hacia un basurero para deshacerse de Steven porque circulaba escorado a la izquierda. Le preguntaron por las bolsas de la parte trasera del vehículo y el psicópata, inmutable, simplemente dijo que era basura que tenía que tirar. Los agentes no comprobaron su coartada y le creyeron.
 
Aquella situación provocó en Dhamer un miedo atroz. Así que decidió dar la vuelta, bajar al sótano de la casa y esconder las bolsas con la víctima en una gran tubería de desagüe. Dos años después, machacó los huesos y esparció sus restos en el jardín, entre la maleza. Durante nueve años, logró reprimir sus instinto asesino. Nueve años en los que ahogaba su sufrimiento en drogas y alcohol. Pero, ¿cuándo empezó todo? ¿cómo comenzó a gestarse aquella maldad?
 
Nacido el 21 de mayo de 1960 en Milwaukee, Wisconsin (Estados Unidos), Jeffrey Dahmer era un niño muy vital y extrovertido. Así lo recordaba su padre. Un chaval que le encantaba hacer gracietas ante la cámara, jugar y estar rodeado de otros niños. Y sobre todo, destacaba por ser muy curioso. Aquello le llevó a experimentar con las cosas y a probar distintas texturas. De hecho, uno de los primeros indicadores de aquel germen criminal, de aquella experimentación, fue el maltrato que perpetraba a los animales. Los cazaba, los torturaba, para después diseccionarlos y limpiar sus huesos.
 
Aquel niño rubio, de ojos azules, estudiante modelo, educado y respetuoso, de buenos modales, ya sentía curiosidad por lo siniestro. Su padre Lionel explicaba que “se dedicaba a investigar cómo eran los animales por dentro, al mismo tiempo que se estaba desarrollando su sexualidad”. Pensó que era simple “curiosidad”.
 
Sin embargo, aquella espiral cambió su forma de relacionarse con los demás. A partir de entonces se volvió un chico más tímido, retraído, incluso “raro” recordaban sus amigos y compañeros de colegio. Tenía un cementerio de animales, empalaba perros y gatos… sapos. Ese coleccionar animales muertos ya es uno de los primeros rasgos que todo asesino en serie adquiere en su infancia. Una etapa de su vida nada dramática ni llena de problemas. Todo lo contrario.
 
Sus padres, Lionel y Joyce, le colmaron de cariño y atenciones, fue un niño amado y realmente feliz. Pero las continuas mudanzas y el divorcio de sus progenitores generaron en él un miedo continuo al abandono. Un temor que se agudizó con la adolescencia y que caracterizó cada uno de sus asesinatos.
 
Por entonces, ya había descubierto su fascinación por la muerte. Ocurrió en una clase de biología donde tuvo que diseccionar un lechón. A los dieciséis años, aquella caja de Pandora comenzó a cobrar vida. También descubrió su homosexualidad y una escala de violencia y sexo empezó a perturbar la mente de este asesino. “Cada vez era peor, no sabía cómo contárselo a alguien, así que me lo guardé para mí”, dijo en una entrevista una vez encarcelado.
 
A ello se unieron sus problemas con el alcohol y las drogas, un cóctel que le llevó a ejecutar el crimen de Steven Hicks, en junio de 1978. Logró ocultárselo a su familia, convivir con ello. Intentó acudir a la facultad. Pero fracasó. Su adicción le hacía imposible tener una vida normal. Se enroló en el ejército pero terminaron expulsándole. Su último recurso fue mudarse con su abuela.
 
Durante varios años la convivencia con su abuela le alejó de los vicios, del sexo con hombres que él mismo veía inmoral y de su impulso por matar. Parecía que había logrado encarrilar su vida, estabilizarse y expulsar al demonio que, según Jeff, llevaba dentro. Tenía veintitrés años, trabajaba como mezclador de chocolate en una fábrica de dulces y reprimía su homosexualidad hasta límites enfermizos. Pero los tiempos dulces durarían poco. Apenas tres años.
 
Una noche en la biblioteca, Dahmer se encontraba leyendo cuando un desconocido pasó por su lado y le arrojó una nota de contenido sexual. En ese momento, hizo caso omiso. Pero un par de meses después comenzó de nuevo la espiral de alcohol, drogas y sexo. El monstruo había despertado de nuevo y con ello una cacería por los bares de ambiente, saunas y sex shops de Milwaukee.
 
El control absoluto
De 1986 a 1988 fueron años convulsos. La policía le detuvo por exhibicionista, intentó desenterrar el cadáver de un chico recién fallecido para violarle y volvió a matar. Lo hizo en una habitación de hotel, pero como declaró posteriormente, no recordaba cómo lo hizo.
 
El punto de inflexión se produjo cuando su abuela le echó de casa. Había encontrado el maniquí de un hombre desnudo y pegajoso escondido en un armario. Para Jeffrey era su amante perfecto porque dentro de él nada estaba vivo. Fue lo único que la mujer descubrió porque de bajar al sótano hubiese visto varios cadáveres y una calavera.
 
Aquel cráneo pulcro, blanco y perfectamente expuesto pertenecía a Steven Toumi, el joven al que asesinó en la habitación de hotel en 1986. Con esta segunda víctima, Dahmer fijó lo que luego sería su modus operandi: invitar a su presa a alcohol en un lugar íntimo con la excusa de practicar sexo (previamente les drogaba con somníferos), realizarles fotografías desnudos y, una vez que ellos decidían marcharse, descargar una irrefrenable ola de violencia contra ellos.
 
Cada crimen tenía un fin en sí mismo: dominar absolutamente a sus víctimas. Como lo hacía el Emperador Palpatine en el Retorno del Jedi de ‘La Guerra de las Galaxias’. Su admirado personaje era malo, corrupto, poderoso y tenía la capacidad de usar poderes especiales para gobernar a otros. Y Jeff se identificó de forma exacerbada con él.
 
Ya en su nuevo apartamento, los escarceos sexuales fueron un continuo, también la ingesta de alcohol y drogas y no paraba de tener fantasías sobre el asesinato y el descuartizamiento de otros hombres. Además, para Dahmer matar estaba íntimamente relacionado con su homosexualidad. Por no mencionar su afición por la necrofilia. Empezó a practicar sexo con los cuerpos de sus víctimas ya desmembradas, o con algunas de sus partes. No era como la mayoría de los serial killers. Quería tener relaciones íntimas con personas inconscientes o muertas.
 
Eso sí, todas sus víctimas cumplían un mismo patrón: su físico. Jeffrey los elegía por su cuerpo. Le gustaban los hombres altos, musculosos y delgados. No le importaba que fuesen blancos, negros, indios o mulatos. Si le parecían atractivos, intentaba ligárselos.
 
Jugaba con ventaja. Nada en aquel joven, solitario, guapo y con cara aniñada, hacía sospechar que escondía un asesino en serie. No era un tipo repulsivo, todo lo contrario. De hecho, le consideraban un hombre bueno dentro de la comunidad gay. Le veían como la clase de chico al que “quieres cuidar y mimar”.
 
Sin embargo, tras su apariencia inofensiva se escondía todo un depredador. Después del crimen de Steven Toumi, Jeff mató a diez hombres más con edades comprendidas entre los 14 y los 36 años. Ya llevaba doce víctimas a sus espaldas y aún faltaban cinco más hasta que la policía diese con él. Konerak, de tan solo catorce, fue uno de ellos. Pudo haber escapado de las garras de su asesino, pero la torpeza de las autoridades llevaron al muchacho directo al matadero.
 
Caníbal y necrófilo
27 de mayo de 1991, Jeffrey salió a la caza. Esperaba tener suerte porque desde hacía tiempo sus amantes le abandonaban poniendo excusas. Se sentía rechazado y el rechazo aumentaba su ansia. Conclusión: el único remedio para adueñarse de ellos era matarlos.
 
La presa de aquella noche era fácil: un chico de catorce años sin demasiada fuerza. Durante varias horas, Dahmer drogó a Konerak para anular su voluntad. Quería fabricar una especie de zombi y siervo sexual. Para ello, le perforó la cabeza y le inyectó diversos líquidos en una improvisada mesa de operaciones. Tras varias horas y hacia las dos de la madrugada, el psicópata decidió bajar al bar para tomarse una cerveza. Necesitaba despejarse.
 
Al regresar, una patrulla de policía se encontraba en la puerta del edificio de Dahmer. Konerak había logrado escapar. Estaba desnudo y aturdido, tenía moratones por todo el cuerpo, y apenas se le entendía al hablar. Jeff se disculpó con los agentes por el estado de su “amigo”. Aseguró que estaba borracho y que, previamente, se habían peleado. Los oficiales les dejaron marchar y el homicida volvió a librarse. No así Konerak.
 
Si los policías hubiesen subido al apartamento con Dahmer habrían encontrado un santuario tribal erigido en honor a la muerte y una catedral barroca construida a base de restos humanos. Tras la marcha de los agentes, el psicópata estranguló, cocinó y comió partes del cuerpo de Konerak. Ya no le bastaba con poseerlos y destrozarlos, necesitaba que formasen parte de él. La comunión de cuerpos definitiva. La forma de dominio absoluta.
 
“Comérmelos me producía placer sexual”
Una cosa llevaba a la otra. Cada vez tenía que hacer cosas más extrañas para satisfacer mis instintos. De este modo sentía que eran una parte permanente de mí. Además, tenía curiosidad por saber cómo sería. Sentía que iban a convertirse en parte de mí. Comérmelos me producía placer sexual”, explicó Dahmer ante las cámaras de televisión.
 
Dos meses antes de su arresto y después de matar brutalmente a Konerak, este asesino seguía guardando las apariencias ante su entorno. Se mostraba cariñoso, atento, agradable… Acudía a celebraciones familiares, conversaba animadamente y disfrutaba en compañía de su padre y su abuela. Pero su carisma encerraba trece crímenes que aumentarían hasta diecisiete en los siguientes sesenta días.
 
El templo del horror
Durante ese tiempo, la ciudad de Milwaukee fue testigo de extrañas desapariciones. Jeffrey elegía a “algunas personas porque nadie las iba a echar de menos o porque llevaban un estilo de vida muy loco”, asegura la escritora Anne Schwartz. “Nadie se dio cuenta de que más de una docena de chicos jóvenes habían desparecido. No aparecía ningún cadáver, ni se vivía ningún clima de miedo en la ciudad”, concluye.
 
Aquella orgía de muerte terminó en julio de 1991, cuando una de sus últimas víctimas, Tracy Edwards de 31 años, logró escapar del apartamento de Dahmer. Paró un coche patrulla, que se lo encontró completamente desnudo y medio drogado, y al explicarles lo sucedido, los agentes se personaron en la casa del asesino. Durante el registro, encontraron el horror en forma de templo. Paquetes con restos humanos en el congelador, una cabeza humana en el frigorífico, un bidón de 200 litros con tres torsos sumergidos en ácido y 83 fotografías de las víctimas descuartizadas. Acababan de cazar a un despiadado criminal del que ni siquiera tenían constancia.
 
En el juicio, el bautizado como el ‘Carnicero de Milwaukee’ se hizo famoso en todo el mundo. Se elaboraron camisetas, cómics, pinturas con su rostro, hasta canciones dedicadas a este asesino en serie. Una legión de fans lo esperaba a la puerta de los juzgados.
 
Durante tres semanas, el tribunal fue testigo de cómo Jeffrey Dahmer contaba las aberraciones realizadas a sus víctimas, de cómo los investigadores aportaban numerosas pruebas y de cómo intentó alegar que sufría locura. De nada le sirvió su estrategia. El jurado votó 10 contra 2 que estaba legalmente cuerdo para afrontar la prisión.
 
Algunos parientes de las víctimas asistían al juicio en silencio, otros no podían evitar llorar desconsoladamente. Incluso el juez les permitió hablar ante el tribunal antes de dictar sentencia. Aquí se vivieron momentos de máxima tensión. Hasta el punto que la televisión censuró algunos de los testimonios que se escucharon en la sala.
 
La hermana de uno de los fallecidos, por ejemplo, no pudo reprimir su enfado Maldijo a Jeffrey chillándole: “hijo de puta… ¡Mírame!”. Le gritaba mientras se acercaba a él, pero Dahmer, impertérrito, ni pestañeaba. Ni siquiera cuando la muchacha juró matarle. Él simplemente, se levantó y se alejó un poco para evitar que le tocase. Entre tanto, varios alguaciles la agarraron y la sacaron de allí. Una vez que se restableció el orden, el ídolo caníbal habló en público por primera vez.
 
“Me siento muy mal por lo que hice a esas pobres familias y entiendo que tienen derecho a odiarme. He visto sus lágrimas y si pudiera daría mi vida ahora mismo para devolverles a sus seres queridos. De verdad. Lo siento muchísimo”, alegó ante el tribunal. Aquella frialdad con la que leyó su discurso hizo que muchos dudasen de que la disculpa fuese sincera. ¿Realmente era consciente del daño hecho? ¿Sentía remordimientos?
 
El 15 de febrero de 1992, el tribunal condenó a Jeffrey Dahmer a 957 años de prisión en Wisconsin; y en mayo de ese mismo año, a cadena perpetua en Ohio. Ahora tendría que pasar el resto de su vida entre rejas. Su nuevo hogar: el Columbia Correctional Institution de Portage (Indiana). Allí recibió la visita de Robert Ressler, criminólogo experto en psicología forense y homicidio sexual, fundador de la unidad de ciencias del comportamiento del FBI. El especialista, que acuñó por primera vez el concepto de asesino en serie, realizó a Dahmer una reveladora entrevista.


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: CAMPESINO2 Enviado: 25/09/2022 16:29
  Ressler le entrevista
Convertido en una estrella mediática, el caníbal disfrutó sentándose ante las cámaras y narrando con escrupuloso detalle cada uno de sus asesinatos y obsesiones. La charla entre Dahmer y Ressler fue perturbadora, pero dejó entrever cómo sentía y pensaba aquel psicópata. Incluso el propio criminólogo concluyó que Jeffrey compartía dos perfiles criminales bien distintos: el organizado y el desorganizado. Así que era lógico que el tribunal creyese que no estaba en su sano juicio cuando cometió uno de sus últimos asesinatos.
 
Ya en la cárcel, el joven decidió bautizarse y entregarse a la fe. Creía fervientemente que el demonio le había poseído. Hasta tal punto, que se veía representado por Satanás en la película de El Exorcista. Ahora necesitaba expiar sus pecados.
 
Pero su estancia en la cárcel fue corta. Apenas dos años. El que durante toda su vida adulta se había comportado como un depredador, tras los barrotes pasó a convertirse en la presa. Dahmer mostraba buen comportamiento y realizaba actividades con sus compañeros para socializar. Le asignaron tareas de limpieza junto a Christopher Scarver, un esquizofrénico que se hacía llamar Cristo, pero éste terminó por asesinarle a golpes. Ironías de la vida, el preso usó una barra de pesas del gimnasio, la misma arma que Jeff utilizó para matar a su primera víctima, Stephen Hicks.
 
El ‘Carnicero de Milwaukee’ murió poco después camino del hospital por las graves heridas sufridas en la cabeza. Era el 28 de noviembre de 1994 y tenía 34 años.
 
Tras su fallecimiento, los médicos extrajeron su cerebro para estudiarlo. Allí comenzó una batalla judicial donde los padres se pelearon por hacerse con él. Mientras que la madre deseaba donarlo a un hospital de investigación mental, el padre solo quería enterrarlo y alejarlo de todo el mundo. Al final, su cerebro fue incinerado y las cenizas entregadas a sus padres.
 
Este violador, descuartizador, necrófilo y caníbal acabó con la vida de 17 hombres entre 1978 y 1991 y ha pasado a la historia criminal como uno de los asesinos en serie más aterradores. Sin embargo, todavía hoy muchos especialistas cuestionan si se trataba de un enfermo o de un monstruo.
 
UN POCO MÁS DE SU VIDA A PARTIR DEL AÑO 1967
Tras reiteradas mudanzas, en 1967 la familia compró una casa en Bath, Ohio, donde Jeffrey pasó el resto de su infancia y adolescencia. Cuando iba de pesca con su padre, le gustaba abrir en canal a los peces y ver como morían. Con 10 años Dahmer caminaba en la carretera para buscar animales arrollados los llevaba al patio y los abría para ver que habia adentro. Tenía en formol varios tipos de insectos. Dahmer comenzó a ser cada vez más introvertido, aunque realizaba algunas actividades en la secundaria, como trabajar en el periódico y jugar al tenis. Era considerado por sus compañeros como alguien "raro", extravagante, y que tenía problemas con el alcohol. Antes de cumplir 18 años sus padres se divorciaron, y su padre volvió a casarse meses después. Su padre y su nueva esposa lo convencieron para ir a la universidad, y en otoño de 1978 ingresó en la Ohio State University, pero debido a sus problemas de alcohol la abandonó en el siguiente semestre. En 1979 su padre lo convenció para entrar al ejército, a raíz de lo que fue enviado a Alemania, en donde permaneció pocos años, hasta que fue dado de baja por su alcoholismo. Y después de vivir un tiempo en Florida, volvió a su casa en Ohio.
 
El 25 de septiembre de 1978, a la edad de 18 años, se mudó a un apartamento en Milwaukee. Al día siguiente le ofreció 50 dólares a un chico laosiano de 13 años para posar para unas fotografías, pero al momento de acariciarlo el chico se asusto y salio corriendo. Los padres del chico realizaron la denuncia y el 30 de enero de 1979 fue encontrado culpable, pero sólo permaneció en la cárcel 10 meses antes de ser liberado.
 
En julio de 1978, encontró a Steven Hicks haciendo autostop, y lo llevó a su casa. Dahmer tenía la fantasía de recoger autoestopistas y acostarse con ellos. Una vez en su casa, se dio cuenta de que Hicks no le interesaba, y cuando éste quiso irse, Dahmer no pudo soportarlo y lo golpeó en la cabeza con una pesa para luego estrangularlo. Luego lo desmembró y lo puso en bolsas de plástico, y las metió en su coche para ir al vertedero y tirarlas. A medio camino la policía lo detuvo por conducir demasiado a la izquierda. Le preguntaron por las bolsas que llevaba en el asiento trasero y Dahmer contestó que era basura. Le creyeron, y como pasó el test de alcoholemia, le pusieron una multa por conducir fuera de su carril y le dejaron ir. Volvió a su casa con los restos del cadáver y los llevó al sótano exceptuando la cabeza con la cuál subió al baño del segundo piso donde la lavó y la apoyó en el suelo para masturbarse. Posteriormente la volvió a llevar con el resto del cuerpo, y guardó las partes del cadáver en una tubería de la casa. Después de abandonar la universidad y volver del ejército, desenterró los restos, destruyó los huesos, y los esparció en la maleza.
 
Tras su primer asesinato se sintió culpable y asustado, intentó reprimir sus deseos sexuales-homicidas acudiendo a la iglesia, dejando el alcohol, y manteniéndose en estado de celibato. Vivió así un tiempo, lo que explica que pasaran casi diez años hasta su siguiente crimen. Pero con el tiempo pensó que podía intentar satisfacer algunos de sus deseos sin hacerle daño a nadie, volvió a beber y empezó a frecuentar lugares de ambiente gay. En 1986 fue detenido por exhibicionismo público, poco antes había querido desenterrar a un joven muerto hacía unos días, para disfrutar de su cuerpo.
 
En septiembre de 1987, conoció a Steven Toumi en un bar gay. Allí bebieron mucho y fueron a su habitación de hotel. Dahmer no recuerda cómo lo asesinó, sólo que cuando despertó a la mañana descubrió que estaba muerto. Para deshacerse del cadáver, compró una maleta, en la que lo metió, y lo llevó al sótano de la casa de su abuela. Allí tuvo sexo con el cadáver, lo desmembró, y lo tiró a la basura. Se quedó con la cabeza, a la cual hirvió y blanqueo, para después exponerla como trofeo en su habitación.
 
Algunos meses después conoció a su próxima víctima, Jamie Doxtator, quien era un joven de catorce años que estaba en una parada de autobús Dahmer le ofreció 50 dolares por tener sexo. De esta forma también conoció a Richard Guerrero en marzo de 1988. Mientras era procesado por abuso de menores en 1989, Dahmer conoció a Anthony Sears en un bar. Le ofreció dinero para sacarle unas fotografías y lo llevó a la casa de su abuela donde lo estranguló, tuvo sexo con su cadáver, y lo desmembró. Él quería que sus amantes se quedaran en la casa y ante la negativa de éstos los mataba.
 
Después de cumplir su condena por abuso y de mudarse a su apartamento en Milwaukee, Dahmer asesinó a doce personas más hasta julio de 1991.
 
En mayo de 1991, llevó a Konerak Sinthasomphone a su departamento, hermano del joven por el que fue procesado por abuso. Allí lo drogó y le realizó unas trepanaciones en el cráneo para inyectarle ácido en el cerebro. Dahmer quería tener control sobre sus víctimas, y su intención al realizar las trepanaciones era convertirlos en una especie de "zombies". El joven consiguió escapar cuando Dahmer salió a comprar licor, y al correr desnudo por las calles los vecinos alertaron a la policía. Cuando se dio cuenta de que se había escapado, lo persiguió, y tuvo que enfrentarse a la policía y a una multitud de curiosos. El muchacho no podía hablar porque estaba aturdido por el ácido que Dahmer le había inyectado. Dahmer argumentó que el joven era su amante de 19 años que estaba alcoholizado. Los policías los acompañaron hasta el apartamento y creyeron su historia. Si hubiesen revisado el apartamento habrían encontrado un cadáver en una de las habitaciones, además de miles de pruebas de otros asesinatos. Sinthasomphone fue estrangulado ese día. La policía creyó a Jeffrey y depositaron al moribundo joven en una silla. Ni siquiera registraron ni vieron el santuario macabro que tenía en la casa, y salieron corriendo ante el hedor que desprendía el interior. Posteriormente dijo que se aficionó a crear un zombie porque quería un amante silencioso, que hiciera todo lo que él le pedía, y que se quedara haciéndole compañía.
 
¿Cómo fue detenido?
El 22 de julio de 1991 fue detenido, luego de que Tracy Edwards, de 32 años, a quien le había pagado para que posara desnudo en su habitación, lograra escapar y avisar a la Policía, tras darse cuenta de que lo quería matar y comerse su corazón. Los agentes lograron descubrir los restos dentro del inmueble, así como fotos de los cuerpos desembrados. Dahmer renunció a su derecho a tener un abogado presente durante sus interrogatorios, y agregó que deseaba confesar todo ya que él había “creado este horror y tiene sentido que haga todo lo posible para ponerle fin”.
 
¿Por qué asesinaba?
El “Monstruo de Milwaukee”, durante los interrogatorios, indicó que mataba porque fue arrastrado por un deseo: “Era un deseo incesante e interminable de estar con alguien a cualquier costo. Alguien guapo, realmente guapo”.
 
¿Qué trastornos tenía?
Dahmer fue diagnosticado con trastorno límite de la personalidad, trastorno esquizotípico de la personalidad y un trastorno psicótico, pero en su juicio se encontró que estaba legalmente cuerdo.
 
¿Cuál fue su sentencia?
Fue declarado culpable de 15 de los 16 asesinatos que había cometido en Wisconsin y fue sentenciado a 15 períodos de cadena perpetua el 17 de febrero de 1992. Más tarde, Dahmer fue sentenciado a un decimosexto período de cadena perpetua por un homicidio adicional cometido en Ohio en 1978.
 
¿CÓMO MURIÓ JEFFREY DAHMER?
El 28 de noviembre de 1994, Dahmer fue asesinado a golpes por Christopher Scarver, un compañero de prisión en la Institución Correccional de Columbia en Portage, Wisconsin. Esto ocurrió en la mañana, cuando los dos sujetos, junto a Jesse Anderson, salieron de la celda y, durante 20 minutos, se quedaron sin supervisión en las duchas del gimnasio de la prisión.
 
Dahmer fue descubierto en el piso de los baños del gimnasio con heridas extremas en la cabeza. Tenía severos golpes en la cabeza y la cara, incluso con una barra de metal de 51 centímetros. Dahmer fue hallado con vida, pero una hora después de llegar al hospital fue declarado muerto. Anderson también había sido golpeado con el mismo instrumento y murió dos días después a causa de sus heridas.
 
10 COSAS POCO CONOCIDAS DE JEFFREY DAHMER
Las personas que conocieron a Jeffrey Dahmer en la escuela lo catalogaron como un niño normal, algo tímido y reservado, pero que tenía momentos de bromas y diversión. No se registraron abusos sexuales o físicos en su hogar. Tampoco era pésimo en sus notas. Cursaba sus asignaturas como cualquier otro estudiante.
 
Jeffrey solía conservar la cabeza y los genitales de cada victima como trofeo.
Solía comerse parte de sus víctimas, ya que le daba la sensación de que empezaban a formar parte de él.
 
 ©CUBA ETERNA GABITOS


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 26/09/2022 15:04
 



 
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