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General: “DE TURISTA EN VARADERO”
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet20  (Mensaje original) Enviado: 29/10/2022 17:32
DE TURISTA EN VARADERO
El slogan conozca a Cuba primero y al extranjero después me sonaba ofensivo o, en el mejor de los casos, un mal chiste.
 
    POR PEDRO PABLO MOREJÓN
HAVANA TIMES – Con más de 40 años y como la mayoría de los cubanos no sabía lo que era Varadero, los cayos turísticos y esos otros sitios, tan promocionados por las agencias turísticas de Cuba y el mundo.
 
Solo estuve dos veces en el Hotel Los Jazmines de Viñales, cuando la luna de miel de mi primer matrimonio, y en el Hotel Pinar del Río porque un amigo me “resolvió”. Todo eso en la década de los 2000 y con cierto sacrificio de ahorro y previas carencias.
 
El slogan “conozca a Cuba primero y al extranjero después” me sonaba ofensivo o, en el mejor de los casos, un mal chiste.
 
¿Qué cubano de intramuros puede hacer turismo de alto nivel en su propia tierra? Muy pocos. Y eso ahora, porque sabemos que hasta hace algunos años no nos lo tenían permitido, solo por nuestra condición de ciudadanos cubanos.
 
La mayoría, para hacerlo, necesitaría salir de Cuba, convertirse en un emigrante, solo así dispondría de los recursos para pagar una estancia en algún hotel o casa de renta en Varadero.
 
Una estancia de tres días en moneda nacional ronda los 30.000 pesos, algo imposible para un cubano de a pie que tendría que destinar casi todo su salario del mes en ahorros para disfrutar de ese momento una vez al año.
 
Pensaba en todo eso mientras abordaba el ómnibus de Transtur con destino a un Hotel en Varadero, obviamente, ni yo ni mi acompañante desembolsamos ese dinero. Nos habían invitado desde el exterior.
 
Me dije: “Disfruta estos tres días y no cojas lucha con la situación, olvida todo, disfruta”. Y así lo intenté.
 
Aunque también ya venía algo preocupado. Las opiniones en el sitio Tripadvisor sobre los hoteles de Varadero no me ofrecían una expectativa halagüeña. Se hablaba de pésimo servicio, instalaciones en un estado mediocre, discriminación con los nacionales, piscina y habitaciones sin óptima higiene, poca calidad en la elaboración de los alimentos, entre otros detalles.
 
Sin embargo, supuse que dichas opiniones eran vertidas por dos tipos de personas: Extranjeros solventes, acostumbrados a viajar por destinos turísticos de diferentes latitudes y por tanto más exquisitos y exigentes en sus gustos; por cubanos quienes como siempre tendemos a ser exagerados o nos duele sacrificarnos para recibir un servicio que no esté a la altura de las expectativas.
 
Además, aunque fuera un campismo, lo importante era no pasar hambre, disfrutar la compañía, la playa y relajarse. Iba a ser bueno, un paraíso comparado con esta dura realidad de cada día. Y yo, acostumbrado casi siempre al lado feo de la vida, en estas circunstancias soy un tipo bastante conformista.
 
El viaje fue placentero, sobre todo después de La Habana e incorporarse a Vía Blanca, una carretera en buen estado. Nos detuvimos en un sitio después de Santa Cruz del Norte denominado Peñón del Fraile. Al Norte, el pueblo y el litoral; al sur, unas pequeñas montañas. Un paraje hermoso y acogedor.
 
A la media hora reanudamos viaje, nos faltaba un tramo de 93 kilómetros para llegar a nuestro destino. Durante el trayecto hasta Matanzas el paisaje nos ofrecía una vista maravillosa, llena de verdor, de mar, de acantilados y otros accidentes geográficos.
 
En poco tiempo, ya se vislumbraba la ciudad. Observamos, a lo lejos, la base de super tanqueros. Los pasajeros se pusieron de pie, tiraban fotos, de alguna manera rememoramos las explosiones que hace poco más de dos meses estremecieron la sensibilidad nacional. Recordé a esos pobres muchachos que perdieron la vida tras el fatal incendio.
 
Matanzas nos recibía realmente hermosa, quizás es la bahía limpia que la maquilla, tal vez si fuera una ciudad sin mar sería ordinaria como tantas, pero lo cierto es que luce espléndida abrazando esa bahía.
 
A pesar de la pobreza y el deterioro natural de los pueblos en Cuba, Matanzas tiene un aire citadino, cosmopolita, de modernidad, no sé cómo explicarlo, todo lo contrario a Pinar que a pesar de ser una ciudad que amo te deja la sensación de seguir en el campo. Aunque la vía que transitaba solo nos deja ver la parte más vistosa de la ciudad, que como todas debe ocultar su basura bajo la cama.
 
Quedaban 36 kilómetros para llegar a nuestro destino y mientras nos acercábamos crecía la emoción de descubrir algo maravilloso y desconocido.
 
Pocos minutos y llegamos a un punto de control, a continuación nos recibía Varadero y sus Hoteles, algunos en construcción. No paran de construir Hoteles. Llegamos al nuestro después de casi seis horas de viaje.
 
Eran las 3 de la tarde, checking en la carpeta, manilla en la muñeca y a las 4:00 de la tarde entramos a la habitación. Lo hicimos no sin algo de dificultad, guajiro al fin pasé trabajo para abrir con la tarjeta. Estuve a punto de hacer el ridículo e ir a la carpeta para quejarme que estaban desmagnetizadas. Por suerte logramos entrar y desde adentro debí levantar la puerta para que el yale pudiese funcionar.
 
La habitación era bonita, aunque no lujosa, durante la noche no es muy iluminada. Dispone de aire acondicionado. Las toallas ligeramente empercudidas, una pequeña y casi imperceptible mancha en una de las dos sábanas, la que sirve de sobrecama. Por suerte las cambian regularmente, solo si lo pides.
 
Eso sí, la cama inmensa. Una cómoda al frente, una pequeña nevera, un sofá al costado. Un balcón sencillo con dos sillas que ofrece una agradable vista desde el tercer piso, en el caso de la nuestra no daba al mar.
 
El baño posee dos habitaciones, una con un gran espejo y lavamanos, dos jabones y pequeños pomos de shampoo, la otra con inodoro y bañadera, esta última no funciona, la ducha posee agua fría y caliente.
 
Me sentí a gusto, no estaba mal, al menos para mí que como dije no soy tan exigente, quizás porque no es mi bolsillo el afectado.
 
Por la noche bajamos al comedor, no se puede decir que fuera un restaurante y era el único disponible. Había pocos extranjeros, uno los distingue porque son exageradamente blancos en su mayoría, vienen de Europa occidental, Rusia o Canadá.
 
Los cubanos no se confunden, la pinta nos delata por más blancos que algunos podamos ser. La proporción era alrededor de un extranjero por cada 30 cubanos.
 
La comida era variada, todo el tiempo fue tipo buffet y no tan bien elaborada, cualquier mujer cubana cocinaría mejor que esos chefs pero aceptable al menos para mí paladar. Me dediqué a comer mucha proteína, toda la disponible. Picadillo de res, pollo ripiado, carne de cerdo. Como dije, no muy bien elaborada. Por las mañanas mucho huevo hervido, hasta cinco, creo que era el único. Sí, ya sé, soy un tipo bastante raro, que no toma bebidas alcohólicas ni refrescos. La piscina tampoco fue de mi interés. Además, soy el único que visitó el gimnasio del hotel para cumplir sus rutinas de ejercicios. Lo sé, soy raro pero disfruto a mi modo.
 
Las mejores emociones las tenía reservadas con la playa. Durante años soñé estar allí, frente a ese paraíso de mar limpio, verde azulado, con su arena blanca y fina. Pero no, para ser sincero no superó las expectativas, ni siquiera las cumplió. Es una bonita playa que al parecer en estos tiempos de turismo en recesión no se ocupan de limpiarla periódicamente. En resumen, una playa hermosa que está sobrevalorada por la publicidad.
 
Sin embargo, para ser justo, al menos era así en la zona que visité, considerando ser una franja de 20 kilómetros de playa en el lado norte.
 
Para menos suerte el primer día tenían banderas rojas como señal de prohibición para los bañistas. El mar se encontraba algo picado, aunque las olas no eran considerables. La gente contemplaba desde las tumbonas, algunos disfrutaban el sol de una tarde que casi se despedía. Unos pocos se atrevían a mojarse en la orilla.
 
Le dije a mi mujer, ignora las banderas y sígueme. Me acompañó a pesar de sentirse reacia a desobedecer las reglas impuestas. El agua nos daba casi a la cintura cuando escuchamos el sonido de un pito. Un hombre se dirigía hacia nosotros. Salí a su encuentro. Se identificó como salvavidas
 
-No se pueden bañar
 
-¿Por qué?
 
-¿Tú no ves las banderas rojas?
 
-¿Y?- encojo los hombros- No entiendo
 
-Mira como está el mar asere, si un niño se ahoga ahí es responsabilidad mía.
 
-Pero yo soy un adulto y no vamos con niños. ¿Por qué tienen que protegerme? ¿Acaso no soy responsable de mí? Además, si pago un servicio ¿por qué no puedo disfrutarlo con libertad y responsabilidad?
 
-El problema es que si van lejos y pasa algo a mí es al que van a exigir
 
– Te entiendo pero nosotros no vamos a ir lejos, solo hasta ahí -señalo con una piedra
 
-Ok, pero no se vayan tan lejos
 
Al rato habían quitado las banderas y la gente se bañaba sin preocupación. El mar continuaba con sus olas de medio metro.
 
Y así pasaron tres días como un suspiro y ya nos preparábamos para el regreso. Me sentí feliz a pesar de los pequeños detalles. Cuando llegamos de regreso, nos bajamos y recogíamos las maletas alguien murmuró: “Volvemos a la realidad”, como si adivinara mis pensamientos.
 
FOTO TOMADA DEL HAVANA TIMES
 


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De: cubanet20 Enviado: 29/10/2022 18:03
 



 
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