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General: Historia de la boda de Elton John y David Furnish
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 17/01/2022 16:16
La boda de Elton John y David Furnish:
El flechazo insospechado que terminó en enlace
En su primera cita el cantante pidió casi toda la carta del restaurante Mr. Chow a su casa para asegurarse de que a Furnish le gustara algo. Desde entonces no se separaron.
 
POR RAQUEL PIÑEIRO
No se trataba solo de una boda, sino de un símbolo. El 21 de diciembre de 2005, el mismo día en el que se aprobaron en Inglaterra las uniones civiles entre parejas del mismo sexo, se convertían en pareja legal Elton John y David Furnish. Justo nueve años después, completaban la unión mediante un matrimonio civil. Su relación había transcurrido casi desde el principio de forma muy pública, un grito ante mundo, sobre todo porque ese mundo había negado la existencia y derechos de homosexuales como ellos durante toda su vida. Casarse suponía una reafirmación no solo de su amor sino de su identidad.
 
Había sido un flechazo, al menos por parte de Elton. Ocurrió en octubre de 1993. En sus memorias, Yo, Elton evoca aquel sábado por la tarde en el que estaba aburrido y de mal humor en su mansión de Woodside. Se sentía muy solo y para colmo su equipo de fútbol, el Warford, estaba perdiendo el partido. Su relación con su último novio, John Scott, se había acabado, y según asegura, no se había acostado con nadie desde entonces. Hacía tres años que se había desintoxicado de su adicción al alcohol y la cocaína, con lo que su vida social se había reducido de forma considerable por decisión propia, y también su presencia en clubes y discotecas. “Me di cuenta de que no conocía a ningún hombre gay que estuviera disponible”, asegura. Así que llamó un amigo en Londres para que fuese a cenar a su casa y llevase a varios amigos. “Estaba desesperado por conocer a hombres gais que no estuvieran en Alcohólicos Anónimos. Ni siquiera quería sexo, es que me sentía solo”.
 
Su amigo acudió con cuatro desconocidos para la estrella, con los que hizo buenas migas cenando espaguetis boloñesa, antes de que los invitados se fuesen a una fiesta de Halloween. Todos parecían sentirse a gusto menos “un tipo canadiense que llevaba un chaleco Armani de tartán llamado David. Apenas abría la boca, lo que me parecía una pena: era muy atractivo”, recuerda Elton. Pero cuando descubrieron que a ambos les interesaba la fotografía, el artista y el joven encontraron un punto en común para conversar. Elton le enseñó su nutrida colección mientras charlaban. “Cuanto más hablaba con él, más me gustaba. Era silencioso, pero seguro de sí mismo. Sin duda, era muy inteligente. Me daba la impresión de que algo se había activado entre los dos, una chispa de química. Pero intenté no pensar en eso. El nuevo Elton John, sobrio y mejorado, no iba a tomar la decisión de que se había enamorado locamente de quien fuera a los pocos minutos de conocerlo”.
 
“Quién fuera” se llamaba David Furnish, tenía 31 años, era de Toronto y trabajaba como ejecutivo en una agencia de publicidad. Aquella noche, antes de que se fuesen a la fiesta de Halloween, Elton le pidió su número de teléfono. A la mañana siguiente le llamó para invitarle a una primera cita oficial, en su casa de Londres, en Holland Park. David esperaba la llamada, porque él también se había sentido atraído por la extravagante estrella; desde luego, sus amigos habían percibido la conexión y se habían pasado el resto de la noche tomándole el pelo canturreando “Daniel”, uno de los primeros y melifluos éxitos de Elton. Ese domingo, David fue a la casa de Elton en Londres; el músico, nervioso, pidió todo tipo de comida en el restaurante chino Mr. Chow, para asegurarse de que a David le gustase algo. Un repartidor apareció con casi toda la carta. Era la forma de hacer las cosas de Elton, a la que David pronto tendría que acostumbrarse. Aquella noche se convirtieron en pareja. Elton lo resume así: “Una vez que empezamos a hablar, ya no paramos”.
 
Inteligente y atractivo, David parecía una gema al lado de los novios habituales que había tenido Elton, no porque no fuesen guapos y listos, sino porque David, a diferencia de ellos, tenía su propia vida y era independiente. Vivía en un apartamento en Clapham y trabajaba para la agencia de publicidad Ogilvy and Mather en Canary Wharf. No solo trabajaba allí, sino que era el ejecutivo más joven de la compañía. Pero la vida de Furnish no era solo un relato de éxito laboral y social, sino también una metáfora andante de la homofobia de su época. El motivo fundamental por el que David residía en Londres en vez de en su Toronto natal no eran solo las mayores perspectivas de promoción laboral. Él mismo lo contaría años después en una entrevista: “Me fui de Canadá, dejé a mi familia atrás, porque estaba avergonzado. Me escapé. Crecí en un hogar maravillosamente feliz y equilibrado, con otros dos hermanos y una madre y un padre que todavía estaban enamorados. Había tenido una experiencia tan positiva en casa que quería estar a la altura de ese ideal. Pero no pude hacerlo. Tuve muchas relaciones fallidas, mucha infelicidad, mucha vergüenza y tenía una mala imagen de mí mismo. Tuve que escapar”. Esa vergüenza de la que David habla tiene un nombre: homofobia. A los 31 años, en 1993 y en Londres, David no era capaz del todo de llevar una vida liberada; ni sus compañeros de trabajo ni su familia sabían (o no del todo) que era gay.
 
Su experiencia es análoga a la de muchos homosexuales de su época; aun creciendo en la teoría moderna Toronto durante los 60 y 70, David había experimentado la homofobia rampante del momento, con ataques a bares gays y disturbios incluidos. De forma menos dramática, su infancia en el colegio la recuerda como espantosa, pero no así el instituto, donde encontró un grupo de amigos que compartían su interés por el teatro y las artes. Precisamente uno de sus compañeros de clase de aquellos días fue otro futuro famoso, Eric McCormack, que años después protagonizaría la serie Will y Grace. No todo armónico, claro. Como explica David, “solíamos ser objeto de burlas. Éramos “los maricones de la clase de arte”. Nadie dijo nunca: “Oye, está bien ser gay”. Siempre fue, “Oh, son gays”, como si fuera lo peor que nos podría pasar en el mundo”.
 
De adolescente, trabajó de repartidor de periódicos, cuidando niños, cortando el césped de los vecinos, como camarero, en una fábrica de botellas y en un videoclub; su objetivo era ahorrar todo el dinero posible para pagarse la universidad. Estudiante de sobresaliente, David se matriculó en la Universidad de Western Ontario. En su segundo curso comenzó a tener relaciones con hombres, y a los 21 años decidió decírselo a su madre, por teléfono. Fue una conversación, en sus propios términos, “desgarradora”. “Recuerdo a mi madre diciendo: “Te amo y te apoyo, pero lo único que veo es una vida de infelicidad, aislamiento, prejuicio y enfermedad. Mi mayor alegría en la vida ha sido tener hijos… Creo que serías un padre maravilloso y me rompe el corazón pensar que nunca podrás hacerlo. Y podrías morir de esa enfermedad que está matando a todos esos hombres homosexuales en Nueva York y San Francisco”.
 
Era el VIH, el Sida, por supuesto. Cuando irrumpió, a mediados de los 80, el virus creó tal conmoción sísmica en el mundo, especialmente en los círculos homosexuales en los que empezaron a notificarle casos en Estados Unidos, que cambió de forma sustancial la actitud que miles de personas tenían hacia sí mismas y el sexo. Un David veinteañero no fue la excepción: “Volví al armario. Dejé de tener sexo con hombres”. Entre eso y que su madre se había pasado una semana llorando después que le dijese que era gay, David se esforzó en salir con mujeres. “Pensé en ese momento que tal vez simplemente no había conocido a la chica adecuada, ni tenido la experiencia sexual correcta, en la que me habría sentido más cómodo en mi propia piel en lugar de sentirme torpe y lleno de vergüenza”.
 
Para sorpresa de nadie, no funcionó. La esquizofrenia de la situación le hizo, a los 27 años, tomar la decisión de irse a Londres y alejarse de los suyos para poder ser él mismo: “Cuando me fui de Toronto, realmente estaba viviendo una doble vida. Tenía dos grupos de amigos, homosexuales y heterosexuales, y jamás se cruzaban. Tenía novia, la dejaba en el piso y luego me iba a tener sexo con un hombre. No era la forma más honesta, saludable y feliz de vivir tu vida”. Cuatro años después, llegó la cena la víspera de Halloween de forma inesperada en casa de Elton John. Si al principio David era reacio y estaba incómodo en la compañía de la estrella era porque, por supuesto, Elton tenía una reputación, y esta no se limitaba a su capacidad como compositor y cantante.
 
Incluso en un mundo tan extravagante como el del rock y una escena tan amiga de la lentejuela y el exceso como la de los años 70, Elton había destacado por sus looks extremos que gritaban mírame. Se había tratado de la forma de lidiar con su timidez, sus complejos, su falta de seguridad en sí mismo, su apocamiento sexual y después su calvicie. Con la ineludible colaboración de su letrista Bernie Taupin, Reginald Dwight, el niño de clase obrera criado en una casa de alquiler social en un barrio humilde, el aprendiz de músico que hacía versiones de blues y tocaba apoyando a artistas de mayor caché, se había convertido en Elton John: un genio de la música exitoso, multimillonario, derrochador, excesivo y con un carácter endiablado que hacía que sus broncas fuesen legendarias. Es decir, el epítome de la estrella de rock o pop, o lo que se consideraba que debían de ser en su época. Pero había algo más, entonces considerado mucho menos frecuente: Elton era gay, aunque venía de una educación tan represiva y de una época en la que la diversidad sexual era tan poco visible que ni él mismo era consciente.
 
Reggie/Elton asegura que no tuvo ningún interés en el sexo hasta los 21 años; de hecho, su primera relación fue con una mujer, Linda Woodrow –ahora Hannon–, en 1968. No tenían relaciones sexuales, pero Linda se trasladó a vivir al piso que compartían Bernie y Elton, íntimos amigos y socios artísticos. Como hacían las parejas de su época, se prometieron en matrimonio, aunque Elton no estaba en absoluto convencido de dar el paso, y de hecho hasta intentó suicidarse –o, según sus términos, escenificó un poco convincente intento de suicidio metiendo la cabeza en el horno de gas, con las ventanas abiertas y un piso lleno de gente, para que le encontrasen a tiempo. Tuvo que ser un amigo mayor, músico y abiertamente homosexual, el que le dijo “¿qué coño haces viviendo con una mujer? Pon los pies en la tierra. Eres gay. Quieres más a Bernie que a ella”. La conversación derivó en una pelea alcohólica y en una ruptura de madrugada con Linda. “Estábamos a un mes de la boda cuando me despertó borracho y me dijo que lo cancelaba todo”, contaría ella al Mirror. “Luego llamó a su padrastro para que viniera a buscarlo. Se fue y eso fue todo. Estaba en shock. Le amaba mucho y pensé que él también me amaba. Sabía que era virgen pero nunca se me pasó por la cabeza que fuese gay”. Linda desapareció de la vida de su exprometido (aunque la canción Someone Saved My Life Tonight va sobre ella) hasta que recientemente, 50 años después, Linda, residente en Dallas, tuvo que someterse a una cirugía de rodilla. Incapaz de estar cinco semanas de baja sin sueldo para recuperarse, contactó vía el Mirror con el equipo de Elton, que se mostró “encantado de poder ayudarla financieramente”. Tenía mucho con qué hacerlo; pocos meses después de la ruptura, Bernie había escrito la letra de Your song, Elton le había puesto música y la había grabado, y sus vidas habían cambiado para siempre.
 
En ese momento, también lo hizo su vida sexual, primero de un modo no físico. “Tenía 21 años y de pronto parecía estar pasando una adolescencia tardía”, escribe él. “Nunca tomé la iniciativa, por supuesto. No habría sabido qué hacer. Jamás había intentado ligar con nadie. Nunca había estado en un club gay. No sabía cómo tirar los tejos. ¿Qué debía decir? “¿Quieres que vayamos al cine y luego me enseñas la polla?”. Pero entonces llegó la primera gira por Estados Unidos, tan exitosa que catapultó la autoestima del joven lo bastante como para que se atreviese a dar un paso físico con el joven John Reid, el director de un sello discográfico al que conocía por un amigo común, el manager Tony King. Una noche en San Francisco, Elton invitó a John a pasarse por su hotel, y así perdió su virginidad y salió de forma oficial del armario.
 
Todo se precipitó. John Reid fue su primer amante, su primer novio, se fueron a vivir juntos y pronto se convirtió en su socio artístico. “Yo era la clase de persona que conocía a alguien, se enamoraba perdidamente y enseguida empezaba a hacer planes de futuro. Veía la casita con valla blanca y la eterna felicidad conyugal antes incluso de haber hablado con la persona en cuestión. Y estaba locamente enamorado de John, con el sentimiento intenso, cándido e ingenuo propio del primer amor. Y acababa de descubrir el sexo”. Todo su círculo asumió la noticia con normalidad, incluida la madre de Elton, que cuando se lo comunicó por teléfono le contestó “Bah, ya lo sabemos. Hace mucho que lo sabemos”. “No parecía encantada con la idea de que yo fuera gay –dijo algo sobre que me estaba condenando a una vida de soledad, lo cual no tiene mucho sentido, puesto que yo tenía pareja–, pero al menos no me desheredó ni se negó a aceptarlo”, escribe resignado él.
 
A medida que desarrollaba una carrera cada vez más exitosa y saturada de hits, Elton conocía la felicidad de tener una relación plena. En su grupo, se ponían nombres femeninos unos a otros, por lo que él pasó a ser Sharon, y John, Beryl. Pero a la vez que aparecían las tensiones de manejar una carrera en gira perpetua en la que de pronto se trataba de tú a tú con sus ídolos musicales, como Ray Cooper o Brian Wilson, las cosas no tardaron en torcerse en el plano emocional. “Era increíblemente ingenuo acerca de las relaciones homosexuales”, reconoce él en sus memorias. “Una cosa que yo no sabía era que John pensaba que era más que aceptable tener relaciones sexuales con otra gente, sin que yo lo supiera. No era eso lo que yo quería. Estaba enamorado. Cuando me di cuenta, no le impedí que fuera promiscuo, sino que le hice sentir que estaba siendo desleal. Estaba completamente colgado por John, y cuando estás así con quién sea, alguien que encima te es infiel, te inventas cualquier excusa, una y otra vez te engañas. Y a su manera, John me quería de verdad. Pero era completamente incapaz de mantener la polla dentro de sus calzoncillos si lo dejaba a su aire”.
 
A medida que el vestuario de Elton se hacía más espectacular, llamativo y chiflado, su conexión con la realidad también disminuía. Comenzó lo que él define como una adicción a las compras y el coleccionismo, y a otra afición igual de cara y mucho más problemática: la cocaína. La primera vez que vio a John esnifar, Elton pidió probarla y acabó vomitando, pero enseguida repitió, en lo que sería el principio de una adicción de 16 años que le llevaría al borde de la muerte. La cocaína contribuyó a una serie de escenas violentas que, según Elton, John protagonizaba agrediendo a periodistas o figuras de la escena musical. El detonante de su ruptura fue que un día, John le pegó a él. Dejaron de vivir juntos pero siguió siendo su representante y pasó a serlo de otros artistas, con gran éxito.


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 17/01/2022 16:17
Según Elton, sus siguientes años de su vida íntima no estuvieron tocados por ese mismo éxito. “Me enamoraba de hombres hetero todo el rato, perseguía algo que no podía tener”, cuenta. Es fácil hacer un psicoanálisis sencillo de Elton, el niño rechazado por sus padres, criado con desprecio, y el adolescente asexual convertidos en un adulto que busca desesperadamente una relación. Entonces empezó también su sistema de encadenar parejas, chicos guapísimos de los que se quedaba colgado y a los que animaba a que dejasen todo para seguirle. Lo hacían encantados, claro, animados por el glamour de la vida de estrella de Elton y por sus fabulosos regalos. El músico procedía a obsequiarles ropa, relojes caros, incluso coches, hasta que quedaba claro que aquellas relaciones tan desiguales no iban a ninguna parte. “Esos chicos no tenían ninguna razón de ser, excepto la de estar conmigo, y yo estaba atareado, de modo que los dejaba al margen. No me daba cuenta en el momento, pero les estaba robando la existencia. Y después de tres o cuatro meses empezaban a tomárselo mal, yo me aburría de ellos y acabábamos todos llorando. Y entonces me buscaba a alguien para que me los quitara de encima y volvía a empezar de nuevo”. En cualquier caso, matiza que “Nunca me gustó demasiado lo de follar. Yo era un observador, un voyeur. Ajustaba mis perversiones de algún modo, tenía a dos o tres tíos haciendo cosas para que yo mirara. Era de ahí de donde extraía el placer sexual, consiguiendo que un grupo de personas que nunca habrían follado unas con otras lo hicieran”.
 
Así estaban las cosas, ya sufriendo el clásico bajón de las estrellas provocado por las drogas, el exceso de halagos, los continuos aplausos y la presión del creador, cuando en 1976 Elton aceptó que le entrevistase el periodista Cliff Jahr para Rolling Stone. El resultado fue su salida del armario, si no como gay, sí como bisexual, un número histórico  en una época en la que incluso figuras como Liberace o Bowie no estaban del todo fuera del armario y “maricón” parecía ser un insulto constante en la sociedad pero una realidad tangible y existente. El artículo empezaba ya dando pistas del tema, con Elton contando que Divine le había llevado a Crisco Disco y no les habían dejado entrar por sus pintas. Cliff Jahr aclaraba quién era Divine y qué era Crisco Disco –“un bar gay de Manhattan, llamado así por el aceite para freír que también es un popular lubricante sexual”. Con este precedente, el periodista apuntaba: “¿Podemos hablar de temas personales, debería apagar la cinta?”. Elton le dice que adelante, y a continuación reconoce lo solo que se siente y cómo le gustaría tener una relación, amar y ser amado. “No sé qué quiero ser exactamente. Estoy pasando por una etapa en la que cualquier muestra de cariño será bienvenida a nivel sexual. Prefiero enamorarme de una mujer eventualmente porque creo que una mujer probablemente dure mucho más que un hombre. Pero realmente no lo sé. Nunca he hablado de esto antes, jaja. Pero no voy a apagar la cinta. No he conocido a nadie con quien me gustaría establecerme, de cualquier sexo”. Entonces llega la pregunta “¿eres bisexual?”. Y la respuesta: “No tiene nada de malo ir a la cama con alguien de tu mismo sexo. Creo que todo el mundo es bisexual hasta cierto punto. No creo que sea solo yo. No es algo malo serlo. Creo que tú eres bisexual. Creo que todo el mundo lo es”. El periodista apunta: “No lo has dicho de forma impresa antes”. “Probablemente no”, ríe Elton. “Va a ser terrible con mi club de fútbol. Es tan hetero, es increíble. Pero, quiero decir, ¡a quién le importa! Simplemente creo que la gente debería ser muy libre con el sexo, solo deberían poner límites en las cabras”. El artículo terminaba con un resumen del hambriento de amor Elton: “Dios, me encantaría tener a alguien con quién compartir todo esto”. Muchos años después, Elton escribiría en sus memorias sobre la entrevista: “Me preguntó si era bisexual y le dije que sí. Habrá quien piense que con aquello estaba esquivando el problema, pero la verdad es que había tenido una relación con una mujer con anterioridad y tuve una relación con una mujer un tiempo después”.
 
Así fue, pero ocurrió varios años después. Entre medias, se sucedieron una serie de relaciones que él define como desastrosas. A finales de los 70, por ejemplo, cuenta que “mi novio de entonces perdió misteriosamente el vuelo desde Los ángeles que le había reservado. Decidió que, en el fondo, no era gay y se fugó con una azafata que trabajaba en el Starship. Y nunca me dijo nada. Simplemente, se esfumó. Quizá debería haberlo visto venir, pero, si he de ser sincero, no me pareció que fuera demasiado hetero cuando estaba en la cama conmigo”. Una relación de la que sí nos ha llegado el nombre es la que tuvo con Gary Clarke, un australiano del que fue pareja del 82 al 84. Las circunstancias de la ruptura difieren según las cuenten. Según Elton, acababa de romper con Gary cuando empezó a pasar más tiempo en la isla de Monsterrat con Renate Blauel, una ingeniera de sonido alemana que trabajaba en la grabación de su siguiente álbum. “Disfrutaba mucho de su compañía. Era inteligente, amable y graciosísima; tenía un sentido del humor muy británico. Era muy guapa, pero no daba la impresión de ser consciente de ello, siempre iba con tejanos y camiseta. En más de una ocasión me sorprendí penando distraídamente que ella era todo lo que habría buscado en una mujer de haber sido heterosexual”. El Elton actual reconoce que nada de aquello tenía sentido, pero en aquel momento, todo sazonado con una gran cantidad de drogas, alcohol y capacidad de negación, se fue formando en su cabeza la idea de casarse con Renate. “A mi manera, estaba enamorado: de la idea de casarme, de la compañía de Renate. La echaba de menos cuando no estaba. Tenía todos los visos de un enamoramiento. ¿Y si el hecho de que disfrutara tanto de la compañía de Renate no se debía a un simple vínculo emocional entre dos personas solas que se encuentran muy lejos de su casa, sino a un despertar repentino e inesperado del deseo heterosexual? ¿Y si había pasado los últimos catorce años acostándome con hombres solo porque aún no había encontrado a la mujer ideal? ¿Y si por fin la había encontrado? Era un argumento peliagudo que no resistía un examen minucioso o de cualquier tipo”. Así que el 10 de febrero de 1984, en Australia, le pidió matrimonio. Renate dijo que sí, y decidieron organizar la boda para cuatro días después, coincidiendo con la muy romántica fecha de San Valentín.
 
La versión de Gary, publicada en 1995 en su libro Elton, my Elton es que él se enteró de que su novio iba a casarse con una mujer allí mismo, junto el resto del equipo. Prueba de que la situación no era todo lo sana que debería, es que fue el mismo Gary el que ayudó a Renate a elegir su vestido de novia, y tras la ceremonia, ella le dio a él su ramo de flores. La boda fue todo lo clásica que puede imaginarse teniendo en cuenta que el novio lucía un canotier y traje malva, con un menú formado por langosta, codornices y chuletas de ternera, Chateau margaux y Puligny-Montrachet, y una tarta nupcial de cinco pisos. Siguió una fiesta en la suite del hotel, en la que corrieron el alcohol y la coca. Según reconoce Elton, su equipo pensó que, de alguna manera, él se casaba porque quería tener hijos. Otras versiones van a la primera idea básica: que quería ocultar su homosexualidad, o, como escribe José Manuel Ruiz Blas, “alguien apuntó que Elton John, aterrorizado ante la perspectiva de una delicada operación de garganta, necesitaba una enfermera”.
 
Lo que ocurrió durante los cuatro años que duró su matrimonio es en gran medida especulación. Cuando se anunció su divorcio, en 1988, los tabloides publicaron que el matrimonio nunca se había consumado y que dormían en habitaciones separadas. La revista People recogía: “Renate, de 34 años, comenzó a pasar más tiempo grabando y gestionando la carrera de su protegida y amiga cercana, la cantante Sylvia Griffin, de 32 años. La unión estuvo plagada de rupturas y reconciliaciones. En marzo de 1987, Renate se saltó la fiesta del 40 cumpleaños de Elton (Fergie y Andy no lo hicieron), pero a principios de este año subió una escalera hasta la ventana de su habitación cuando los perfiles sexuales poco halagadores de la prensa lo llevaron a la reclusión. En marzo de 1988, interpretaron ser una pareja feliz en una fiesta de cumpleaños de 44.000 dólares que Elton le ofreció a Renate, pero rara vez se los ha visto juntos desde entonces”.
 
En su biografía, Elton mantiene la discreción sobre su matrimonio: “Me gustaría aclarar que Renate y yo acordamos que, cuando nos divorciáramos, nunca hablaríamos en público de los detalles íntimos de nuestro matrimonio. Y respeto ese acuerdo. Lo cierto es que no tengo nada malo que decir acerca de ella. Ni yo, ni ninguna otra persona que la conociera”. También carga las culpas de aquella extraña relación y su fracaso sobre sí mismo: “Cabe puntualizar que Renate no solo se casó con un drogadicto gay, lo que ya habría sido bastante malo, sino con un drogadicto gay cuya vida estaba a punto de desmoronarse a unos niveles que él jamás habría creído posible. Divorciarse era lo correcto, pero me sentía fatal. Había roto el corazón de alguien a quien quería y que me quería incondicionalmente, alguien intachable en todos los sentidos. Ella podría haberme dejado pelado y no me habría extrañado: solo yo tenía la culpa de todo lo que había salido mal. Pero Renate era demasiado digna y decente para eso. Pese a tanto dolor, no había resentimiento”. Sin embargo, por halagadoras que puedan ser sus menciones a su ex esposa en su libro de memorias, para la implicada, no deberían haber existido en absoluto. La publicación de Yo en 2019 y el posterior estreno de la película Rocketman, auspiciada por él mismo, devolvieron a la mujer, que vivía completamente de espaldas a la prensa desde su divorcio, a un primer plano no buscado. Renate demandó a su exmarido por 4 millones de dólares, asegurando que Elton había incumplido su acuerdo de divorcio y que el renovado interés del público en ella había reflotado sus problemas de ansiedad y depresión.
 
Se produjo una suerte de efecto Streisand, porque con la demanda Renate acabó ofreciendo detalles de su matrimonio que hasta entonces eran desconocidos. Por sus abogados, supimos que los problemas empezaron ya durante su luna de miel en Saint Tropez. Señala que con ellos iba el omnipresente John Reid, que según esta versión todavía era amante de Elton. A los tres días, de pronto, Elton le dijo que Renate que quería que se volviese a Inglaterra, lo que provocó que ella intentase suicidarse mediante una sobredosis de 36 tabletas de Valium. Fue encontrada por el asistente de Elton e ingresada, aunque según Renate, Elton “no me visitó en los dos días que pasé en el hospital”. La demanda continuaba señalando que en 1985, durante un almuerzo ofrecido con la reina madre, el príncipe Andrés y la princesa Margarita, los royals le preguntaron sobre una pintura de su Elton, Renate sufrió un ataque de pánico y huyó de allí.
 
Los abogados del músico afirmaron que el libro de Elton no violaba su acuerdo y que Renate solo quería sacarle una gran suma de dinero a su ex. Pocos meses después, anunciaron que habían llegado a un acuerdo amistoso, “de una manera que reconoce la necesidad de privacidad de Renate. Renate reconoce que Elton ha actuado de manera digna y respetuosa hacia ella en los últimos 30 años y siempre ha estado feliz de ayudarla”. Y, por si acaso, anunciaban que “ninguno hablará sobre el otro ni sobre su matrimonio en el futuro y no harán más comentarios sobre el caso”.
 
En cualquier caso, el casarse con una mujer no había difuminado la imagen de Elton como artista ya no bisexual, sino gay (como hoy en día se identifica). Su omnipresencia como figura de la cultura pop le hacía protagonista de leyendas tan inclasificables como que habían tenido que ingresarle por una dolorosa indigestión y que tras lavarle el estómago encontraron tres -o cuatro, la cantidad varía- litros de semen en su interior. Cierto es que a veces ese mismo rumor se atribuía a una estrella hetero como Rod Stewart, y a veces a una luminaria añeja famosa por su aureola sexual, como Clara Bow. En la vida real, Elton tenía problemas más reales, como su desaforado consumo de drogas y la epidemia del sida que le tenía haciéndose análisis cada poco tiempo y viendo la muerte en lento goteo de amigos, ex amantes y conocidos. En 1990, su novio de entonces, Hugh Williams, que vivía en Atlanta, le anunció que iba a ir desintoxicación. Elton no se lo tomó bien, porque aquello implicaba que él también era drogadicto –“cosa que efectivamente era”–, pero tras muchas peleas y discusiones y ser consciente de que estaba poniendo en peligro su vida, acabó desintoxicándose él mismo. A lo largo de tres años, Elton acudió semanalmente a reuniones de alcohólicos anónimos, de ex adictos a la cocaína y a grupos de apoyo para tratar su bulimia. Acabó convirtiéndose en una de las estrellas rehabilitadas de mayor perfil, capaz de ayudar a otros famosos a rehabilitarse, como Robin Williams o Robert Downey Junior. “Ha llegado a ser una especie de broma – Elton siempre entrando en acción cuando una estrella del pop tiene problemas con la bebida o las drogas- pero no me importa. Conseguí que Rufus Wainwright hiciera un proceso de desintoxicación; estaba tomando demasiada metanfetamina y llegó un momento en que se quedó temporalmente ciego. Y soy padrino de Eminem en Alcohólicos anónimos. Ayudar a la gente a desintoxicarse es maravilloso. Pero hay personas que no se dejan ayudar. Así ocurrió con Whitney Houston; su tía, Dionne Warwick, me pidió que la llamara, pero no le llegaron los mensajes que dejé, o no quiso saber nada. Y George Michael no quiso saber nada. George escribió una carta abierta a la revista Heat en la que básicamente me decía, de forma bastante extensa, que me fuera a la mierda y me metiera en mis asuntos. Ojalá no hubiéramos discutido, o lo que es más, ojalá siguiera vivo”.
 
Así, llegamos a 1993, a un Elton desenganchado que busca tener conexiones menos enfermizas en su vida pero tiene que recurrir a amigos de amigos para sentirse menos solo un sábado por la tarde, y así aparece el encuentro con David Furnish, un tipo de pareja a la que no estaba acostumbrado. Así lo resume Elton: “Él tenía un trabajo de verdad, su propio apartamento, un coche. Era independiente. No necesitaba que le cuiden. Menuda diferencia. Pensé: “Dios, este es un territorio nuevo para mí: alguien quiere estar conmigo solo porque le gusto”. Sabía que él era el indicado porque no me tiene miedo. Siempre me dice exactamente lo que piensa”. Esto no hacía que la relación fuese mucho más pareja, porque al fin y al cabo uno era una super estrella que tenía varias mansiones y el otro, un anónimo publicista que vivía en un piso londinense de alquiler. Durante los tres primeros meses de su relación, Elton, aclaraba David, “nunca apareció por allí. Nuestros estilos de vida no eran compatibles en absoluto”. Cuando años después una periodista de The Guardian le preguntó si él no quería que visitara su terreno, David respondía “Sí, lo hice en realidad. Me hubiera gustado. “Pero para ser del todo sincero, el equilibrio de poder era diferente a como es ahora. Todo era tan nuevo para mí. Todavía me estaba ajustando a sus necesidades frente a las mías, y era inevitable... bueno, hacer sacrificios y compromisos. Cuando estás en una relación con una persona muy famosa tienes que hacer concesiones. No puedo decirle a Elton: “Oye, demos una vuelta a la esquina y tomemos un café”. Alguien tan conocido como él no puede ir a ninguna parte del mundo sin ser reconocido. Elton ha escrito la banda sonora de la vida de muchas personas, por lo que sienten una gran afinidad con él, y eso cambia las cosas. Cuando hay demasiada gente, le entra claustrofobia, se asusta de alguna manera. Así que, en los primeros días de la relación, yo estaba aprendiendo, sintiendo mi camino”.
 
Y esto tenía otra consecuencia: uno no se convierte en el novio de Elton John si no está dispuesto a que el planeta entero sepa que es gay. De forma oficial, David no lo era ante su familia ni ante sus compañeros de la agencia de publicidad. “En los 90, pensaba en mi sexualidad cada 10 minutos. Ibas a una reunión de negocios pensando: “Está bien, ¿pensarán estas personas que soy gay? Y si lo soy, ¿me odiarán? ¿Me lo echarán en cara?”. Cuando hablaba con sus padres por teléfono, el único tema que tocaban era el trabajo. Hasta que en las navidades del 93, David salió del armario del todo contándoles a sus padres que era gay y que su novio era Elton John, con el que se iba a vivir. Con gran emoción, David reconoce que lo sintieron sus padres fue un inmenso alivio. Aquella conversación con su madre fue muy distinta de la que habían mantenido años atrás; en esta ocasión, ella le dijo: “Finalmente, eres feliz. Siempre quise que compartieras tu vida con alguien y que fueras feliz y que obtuvieras el amor y el apoyo que yo recibí de mi matrimonio”. Así, Elton y David pasaron a ser la pareja homosexual más famosa de Gran Bretaña, y una de las más famosas del mundo. Su visibilidad era importante en un panorama falto de referentes. Como anuncia Furnish, “he pasado de estar completamente en el armario al otro extremo”.
 
Hubo más cambios, por supuesto. David tuvo que cambiar de vida; si quería tener una relación de verdad con una gran estrella y su imposible agenda, no podía mantener un trabajo de oficina con los fines de semana libres, porque el resultado sería que no se verían jamás. Tampoco es que la vida de un ejecutivo de publicidad, por muy de alto nivel que fuera, pudiese competir con las posibilidades de estar con una celebridad como Elton John. Furnish comenzó a dedicarse a la producción de cine, en el que Elton estaba mucho más metido a raíz del éxito de El Rey León, y también escribió artículos para medios como Tatler o GQ. La primera muestra que tuvo el mundo de que David no se trataba de la complaciente y abnegada pareja de una estrella más fue Tantrums and Tiaras, el documental sobre el músico que su pareja dirigió, estrenado en el 97. En él se mostraba la cara más iracunda y demoníaca de Elton, con ataques de ira y cabreos tan exagerados que hasta resultaban jocosos, como cuando un fan le saludaba mientras estaba jugando al tenis y Elton se largaba corriendo asegurando que no iba a volver “al puto sur de Francia jamás”. “Fue el mayor regalo de David hacia mí”, reconoce Elton. “Me mostró cómo era y cuánto necesitaba cambiar. La veo cada tres años”. Con los años, David Furnish acabó convirtiéndose en ejecutivo en la productora Rocket, y estuvo detrás de éxitos como la película de animación canadiense Gnomeo y Julieta y el musical de Billy Elliot.
 
Convertidos ya en una pareja asentada también en el imaginario colectivo, cuando fue posible convertirse en una pareja de hecho mediante la aprobación de las uniones civiles entre parejas del mismo sexo en Gran Bretaña, Elton y David decidieron dar el paso y hacerlo el primer día que fuera posible. Por ellos mismos y como símbolo colectivo. La ceremonia se celebró así, el 21 de diciembre de 2005 en el Guildhall de Windsor, el mismo lugar de la boda del príncipe Carlos con Camilla Parker. Por contraste con la privacidad de ese evento –solo sus padres, el perro y dos parejas de amigos-, la fiesta posterior fue tan grande como el estilo Elton requería: seiscientos invitados en su mansión de Woodside, alojados en carpas en el jardín. Elton temía que se congregasen manifestantes homófobos en el exterior, pero no fue así: solo fans acudieron para vitorearles y curiosear. Fue una ocasión feliz, con la excepción de la presencia de la madre de Elton, que según él cuenta en sus memorias, intentó boicotearles la jornada con su mal humor, sin conseguirlo. “lo viví con mucha intensidad: no solo a nivel personal, sino también como un momento histórico, como si fuéramos parte de un cambio del mundo a mejor”.
 
Esta autoconsciencia de Elton y David como pareja gay de alta presencia mediática ha marcado también algunas de sus decisiones personales. En su libro, Elton habla de que jamás había sentido instinto paternal hasta que años después de su boda, durante un viaje de su fundación benéfica a Ucrania, conoció a un niño huérfano con el que sintió una conexión tan inmediata que se propuso adoptarle. No fue posible porque el país no permitía las adopciones a parejas gay, por lo que, con gran sentimiento de renuncia, Elton y David se encargaron de localizar de forma discreta a la abuela del niño y su hermano y garantizar mediante apoyo económico que ella pudiese hacerse cargo de ellos. El artista señala que siempre han mantenido el contacto con la familia, han vuelto a ver a los niños y que cuando esa parte del país fue invadida por Rusia, consiguieron que fuesen realojados en Kiev. La experiencia había despertado su deseo de ser padre, y la pareja terminó siéndolo de dos niños mediante gestación subrogada en Estados Unidos, Zachary y Elijah.
 
Cuando el matrimonio gay, ya con todas sus letras, se hizo legal en Inglaterra en 2014, la pareja se casó en la misma fecha que la de su unión civil, el 21 de diciembre. Así lo había anunciado Elton en un comunicado en la BBC: “Celebrar nuestra unión civil fue un avance increíble para las personas que han hecho campaña durante mucho tiempo, durante los años 60 y 50 en Inglaterra, cuando era tan difícil ser gay y ser abierto al respecto. Era un acto criminal. Entonces, que esta legislación se apruebe es una alegría, y debemos celebrarlo. No debemos simplemente decir: “Oh, bueno, tenemos una unión civil. No nos vamos a molestar en casarnos”. Nos casaremos”. La ceremonia y la fiesta posterior en su casa de Windsor incluyeron figuras de relevancia como los Beckham, Hugh Grant, Ed Sheeran, Gary Barlow, Ozzy y Sharon Osbourne o Christopher Bailey.
 
No todo han sido luces en su vida conyugal; en sus memorias, Elton habla por primera vez de forma pública del alcoholismo que sufrió David, del que se hace en parte responsable por el trajín de su vida laboral, que le llevaba a estar menos presente en la familia. Los últimos años de Elton han estado marcados por los problemas de salud y legales, con conflictos y demandas con antiguos miembros de su equipo, incluido John Reid, al que acabó despidiendo. Lo que no menciona en el libro son las supuestas relaciones paralelas de su marido con otros hombres. El National Enquirer fue uno de los medios que aseguraron que David Furnish estaba engañando a Elton con el empresario Daniel Laurence, aunque en el mismo artículo se apostillaba que en realidad eso no era cierto porque Elton estaba al tanto de la relación. Según Laurence, Furnish y él se acostaron tres veces, una de las cuales fue un trío junto a su marido Pieter Van den Bergh, que tuvo lugar en diciembre de 2011 e incluyó una pelea untados en aceite. Las leyes de privacidad de los famosos en Gran Bretaña –que atañen especialmente a la figura de Elton, que litigó durante años contra The Sun, y salió victorioso– provocaron curiosos titulares en los tabloides británicos, conocidos por su virulencia. En esta ocasión tuvieron que ser contenidos (pese al absurdo de que con Internet, todo el mundo sabía de quiénes estaban hablando), con frase como “la celebridad de la mordaza se tiró en una piscina infantil llena de aceite de oliva y no era virgen extra”. También se ha insinuado que Furnish podría tener un romance con su entrenador personal Danny Williams. Medios homófobos online se hicieron eco de estas noticias para argumentar que con comportamientos como ese, los gays no podían tener hijos, como si solo las parejas homosexuales se fuesen infieles, tuviesen relaciones abiertas o alguna de esas cosas les impidiera ser buenos padres.
 
Con sus más de 70 años, Elton John sigue siendo una figura pública de alto nivel en Gran Bretaña, y no solo pasada por el filtro de la nostalgia de sus hits del pasado o su amistad con la princesa Diana. Sus temas no solo siguen siendo inmensamente populares, sino que a veces gozan de una segunda vida inesperada: Tiny Dancer, una canción que había pasado inadvertida cuando se publicó, se convirtió en uno de sus mayores éxitos cuando la rescató en el año 2000 la película Casi famosos, en su escena más recordada, con los protagonistas cantándola en un autobús; su último villancico y el remix de Pnau con Dua Lipa de Sacrifice y Rocket Man han sido dos de los éxitos de 2021. Pese a sus achaques de salud, su presencia en medios, su labor filantrópica y sus apariciones musicales hacen de él una presencia fija en el mundo del espectáculo que conecta varias décadas y culturas diferentes. A su lado permanece David Furnish, socio, pareja y padre de sus hijos. Furnish describe así su mundo en común: “Hemos construido una vida juntos. Pedazos de él, pedazos de mí, pedazos nuevos en el medio”. Por su parte, Elton lo tiene muy claro. Aún le quedaban muchas cosas por experimentar cuando exclamó, años atrás: “¡Joder, mi vida ha sido increíble!”.
 
 

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 17/01/2022 16:20
 
 

 


 
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