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General: Sidney Frumkin: Homosexual, estadounidense y judío: el extravagante torero
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: BuscandoLibertad  (Mensaje original) Enviado: 16/01/2022 16:42
Homosexual, estadounidense y judío:
El extravagante torero ‘yanqui’ que triunfó en la España de la posguerra
Acompañado de una caricatura del neoyorquino, Luis Gabaldón escribió en las páginas de Blanco y Negro (28-04-1929) un retrato cómico de Franklin, «¡un torero yanqui! ¿Lo conciben ustedes?».
 
César Cervera
Sidney Frumkin (Nueva York, 1903) fue el hijo mediano de una numerosa familia de inmigrantes rusos de origen judío ortodoxo volcado en la loca empresa de convertirse en un matador de toros. Apodado ‘el Torero de la Torah’ y el torero ‘Yanqui’, este estadounidense amigo de Hemingway se marchó del hogar familiar tras una fuerte bronca con su padre, el primer agente de policía de origen ruso en la ciudad, siguiendo su pulsión como actor y sus pocas ganas de dedicarse a la carrera de Comercio, que había estudiado en la Universidad de Columbia.
 
La huida hacia México
Se valió de sus casi dos metros y sus facciones rubias para hacer de modelo de unos carteles taurinos en México. Ese primer contacto con la tauromaquia fue para Franklin (adaptación inglesa de su apellido ruso) una metamorfosis, un puente para demostrar que también un gringo podía dedicarse al toreo.
 
Tras una larga trayectoria como novillero en México, el estadounidense llegó a España por primera vez en junio de 1929 y empezó a participar en festejos taurinos de Madrid, Sevilla, Santander, Tarragona, San Sebastián, Bilbao, Ceuta o Cádiz, entre otros lugares. Rafael Sánchez Guerra describió su presentación en Sevilla como «un buen éxito. Alternaron con él en la lidia de seis novillos de Moreno Santamaría los novilleros Cámara y Echevarría».
 
El debut en Madrid fue el día de Santiago de 1929 junto con Maera II y Manolo Agüero, en la lidia de novillos de Eduardo Pagés. El cronista de ABC, Eduardo Palacio, escribió así el efecto mediático de Franklin:
 
«Presentación de un torero norteamericano. Al conjuro de tan extraño suceso, se llenó hasta el tejado la plaza de Madrid. Sidney Franklin, acompañado de Maera y de Manolo Agüero, iba a presentarse ante el público de la corte, tras una actuación, ni brillante, ni vulgar, en el coso donostiarra... En México y en sus Estados más importantes, ha toreado Sidney Franklin varias corridas, muchas, las suficientes para aprender a manejar con la soltura que lo hace el capote y no ignorar algunas de las defensas que puede proporcionar la franela...con la capa escuchó muchas palmas el torero norteamericano, que llegó a lancear hasta por chicuelinas, claro es, que traducidas al inglés, o sea, sin la gracia y el arte de su inventor, Manuel Jiménez. Se distancia mucho Franklin toreando de muleta y el mismo defecto apunta al tirarse a matar...no obstante, despachó su primer toro de una buena estocada, dando el norteamericano la vuelta al ruedo entre una cariñosa ovación».
 
La promoción de Ernest Hemingway, todo un aficionado al toreo, abrió a Sidney Franklin las puertas de las grandes tardes. En su novela ‘Muerte en la tarde’, el escritor se refirió a su compatriota en términos grandilocuentes: «Es valiente con un sentido frío, sereno e inteligente del valor […]. Es uno de los más hábiles, elegantes, diestros y lentos con la capa que torean hoy día […] Se encuentra entre los seis mejores matadores de España actuales».
 
Amigo de Hemingway y de James Dean
Los críticos taurinos se dividían entre quienes consideraban a Franklin simplemente un mal torero y los que le consideraban un buen matador, pero con un aura pública exagerada. Uno de los más críticos fue, pasado el furor inicial, Sánchez Guerra, que en las páginas de Blanco y Negro calificó a Franklin de «torero de serie americana» y dio por hecho que, como él, «Estados Unidos podrían exportar fácilmente 50 o 60 todas las temporadas. No tendrían más que proponérselo, aunque, naturalmente, es mucho mejor que no se lo propongan. Toreros como Franklin los tenemos aquí en España a montones. Es muy valiente, eso sí, pero yo creo que es un valor inconsciente y, por tanto, sin mérito alguno».
 
Acompañado de una caricatura del neoyorquino, Luis Gabaldón escribió en las páginas de Blanco y Negro (28-04-1929) un retrato cómico de Franklin, «¡un torero yanqui! ¿Lo conciben ustedes?». Tras especular sobre si habría aprendido el arte de torear por correspondencia, el columnista celebraba que, si cuajaba el diestro neoyorquino, «mucho se habría conseguido en él intercambio con norteamérica. Y ya suponemos a quién brindará Franklin su primer toro, si hay ocasión. ¡A la "Yanki"!».
 
Aprovechando un periodo de recuperación tras una tremenda cornada que le partió la base del coxis, penetró por el recto destrozándole el esfínter y le afectó gravemente a su intestino grueso, el estadounidense cruzó el charco. De vuelta en México, recibió la alternativa en la fronteriza ciudad de Nuevo Laredo el 22 de febrero de 1931. Además, intentó hacerse un hueco como actor en Hollywood, donde rodó algunas películas interpretándose a sí mismo, como en ‘The kid from Spain’ (1932) y años después se haría gran amigo de la estrella James Dean, con el que se fotografió ensayando lances al aire. La escritora y fotógrafa norteamericana Muriel Feiner narra en su libro ‘¡Torero!: los toros en el cine’ que Dean conoció a Franklin a través del director Rogers Brackett, otro apasionado de la Fiesta.
 
Un final triste
Tardó un tiempo en regresar a España, entre otras cosas por el paréntesis de la Guerra Civil, pero cuando lo hizo fue por la puerta grande. El 18 de julio de 1945 tomó la confirmación como torero en las Ventas. En la crónica aparecida en ABC el día siguiente, el crítico taurino Giraldillo escribió:
 
«Sexto. El mejor presentado de la corrida... Cuatro varas, dos pares de banderillas. Franklin brinda al público. Comienza con mucha voluntad. Hace lo que puede e incluso tira del repertorio florido, saliéndonos por manoletinas y molinetes. Dos buenas estocadas y descabella a pulso. (Hay nueve una ovación y algunos piden la oreja, aunque no muy en serio.) Los muchachos se echan al ruedo y pasean a hombros al torero americano.A parte de la actuación del Sr. Domecq, que tuvo una actuación brillante, tal como de su jerarquía artística era de esperar, la corrida no tuvo relieve... Sidney Franklin... es ya un veterano. Cuando estaba ya casi olvidado del público que hace ya años le recibió con curiosidad, he aquí que el bueno de Sidney se nos presenta con su intrepidez de deportista... se ha empeñado en ser torero... pero el toreo no tiene traducción posible... solo cabe en el habla española en que nació».
 
A diferencia de Hemingway, alineado con la causa republicana, Sidney Franklin se mostró favorable al bando nacional y se instaló en Sevilla, donde abrió una escuela taurina. Mantuvo en España su carrera y diversos negocios hasta 1957, cuando fue encarcelado durante nueve meses debido al registro ilegal de un vehículo, lo que para algunos fue solo una forma amable de vestir una pena por su homosexualidad. Enemigo de su mujer Martha Gellhorn, la relación con Hemingway era también historia para esos años.
 
El torero yanqui, que solía acompañarse por un harén de mujeres en sus actos públicos para esconder su condición sexual, abandonó para siempre España. Sus últimas actuaciones en la plaza fueron en el año 1959: dos festejos mixtos al lado de su discípulo Baron Clements, también estadounidense, resultando herido en el del 3 de mayo en Ciudad Juárez. Sus últimos años en EE.UU. fueron de olvido y soledad. Falleció con 72 años de edad en una residencia de ancianos de Brooklyn el 26 de abril de 1976.
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: BuscandoLibertad Enviado: 16/01/2022 16:48
El Torero de la Torá:
La historia del matador judío y gay que ahora es un símbolo LGTB
Sidney Franklin, comenzó a torear en México, adonde se mudó para escapar a las burlas de su padre debido a su interés por las artes.

Sidney Franklin
Por Corey Kilgannon
NUEVA YORK – En los famosos ruedos de las plazas de toros de España, Sidney Franklin era conocido como el Torero de la Torá. Franklin, quien falleció en 1976 a los 72 años, fue el primer judío estadounidense en alcanzar el selecto estatus de matador en los círculos españoles de la tauromaquia.
 
También era una persona gay. Entre quienes lo conocieron su orientación sexual era un secreto a voces, pero nunca fue divulgada públicamente.
 
Aunque su carrera (que inició en la década de los veinte y terminó en la de los cincuenta) antecedió al movimiento moderno por los derechos de las personas homosexuales, es probable que se hubiera regocijado ante la posibilidad de formar parte de la Marcha del Orgullo Gay de este junio que, en el cincuenta aniversario de los disturbios del Stonewall Inn, podría ser la más grande de la historia.
 
“Nació mucho antes de todo el movimiento, pero si hoy estuviera vivo, estaría en la marcha y nos mostraría el camino”, comentó su sobrina DorisAnn Markowitz, de 78 años.
 
Fue amigo de gente famosa como el escritor Ernest Hemingway y el actor Douglas Fairbanks, y actuó o fue asesor en películas hollywoodenses, incluyendo la comedia de 1932 The Kid from Spain.
 
Su orientación sexual se ha dado a conocer gracias al material biográfico publicado en años recientes.
 
Aunque el Mes del Orgullo LGTB celebra los avances que han logrado las personas de esa comunidad para poder llevar una vida abiertamente homosexual, los tabúes sociales durante la vida de Franklin presionaron a otros hombres que no habían salido del clóset a asumir las características de una vida heterosexual, tal vez casándose con una mujer para encubrir la verdad, algo que Franklin no hizo.
 
La naturaleza viril de la tauromaquia ayudó a que Franklin pudiera ocultar su orientación sexual, aunque le permitía satisfacer su pasión por la extravagancia y el boato, afirmó Rachel Miller, una archivista de los objetos de Franklin que trabaja en el Centro de Historia Judía en Manhattan.
 
“La tauromaquia le dio un escenario donde podía desempeñarse con mucha elegancia y estilo, sin salir del clóset”, dijo. “Fue un lugar donde su estilo queer era permisible pero invisible”, afirmó. “Se escondía a plena luz, como un hombre gay en un deporte muy macho”.
 
Franklin amaba los tradicionales trajes de luces. “Sus atuendos de matador son más elegantes y costosos que los de cualquier otro matador”, escribió Lillian Ross en una semblanza que hizo de Franklin en 1949 para la revista The New Yorker.
 
Dicho en otros términos, “como torero, podías ser un macho ataviado de brocado dorado”, aseguró Bart Paul, autor de una biografía sobre Franklin titulada Double-Edged Sword.
 
No obstante, en ocasiones el gusto de Franklin superaba el límite de las normas de la tauromaquia, como cuando el traje rosa que ordenó fue objeto de burlas en el ruedo, narró Miller, quien clasificó una colección de objetos de Franklin para la Sociedad Histórica Judía Estadounidense.
 
Incluso después de retirarse de los ruedos en 1959, Franklin a menudo viajaba con veinte trajes de lentejuelas bordados a mano en baúles, dijo Markowitz y agregó que su tío se sentía atraído hacia un estilo de toreo muy melodramático.
 
“El arte del capote y el control corporal eran como una danza”, dijo Markowitz, a quien Franklin adoraba. “Tenía una gracia extraordinaria y era muy fuerte, como un bailarín de ballet que controla bien el centro de su cuerpo”.
 
Franklin nació en 1903 con el nombre de Sidney Frumkin, y creció en Park Slope, Brooklyn, como uno de los diez hijos de una pareja de judíos ortodoxos nacidos en Rusia.
 
En la escuela, prefería las artes visuales y la actuación y adoptó el apellido Franklin para ocultar sus representaciones teatrales a su padre, un hombre de nariz grande que a finales del siglo XIX se convirtió en uno de los primeros judíos en ser oficial de policía en la ciudad de Nueva York.
 
“Su padre trató de acabar a golpes con el artista que había en él”, dijo. “Acostumbraba llamarlo ‘Nancy’, un nombre que se usaba para designar a una persona gay o rara”.
 
Franklin abandonó su hogar a los 19 años y se trasladó a Ciudad de México, donde había una escena artística y cosmopolita que ofrecía un entorno más permisivo lejos de su padre, narró Bart Paul.
 
Ahí, Franklin comenzó a producir carteles promocionales para corridas de toros, y al inicio sintió repulsión por la crueldad animal, a pesar de que le fascinaba el papel del matador en el centro de un magnífico espectáculo, dijo Markowitz.
 
Entre esas dos visiones opuestas, afirmó, “su pasión por la pompa y el heroísmo ganó”.
 
Después, cuando un mexicano le dijo que los estadounidenses carecían del valor para convertirse en toreros, se avivó su deseo de convertirse en uno.
 
“El típico arrojo de Brooklyn se apoderó de mi tío”, y comenzó a prepararse en serio, afirmó Markowitz.
 
Hizo su debut en Ciudad de México en 1923 y salió del ruedo en hombros después de matar a un toro de forma impresionante.
 
La aceptación del público y los aficionados al toreo contribuyó a sanar las heridas emocionales de su juventud, narró Markowitz.
 
“Amó cada minuto de validación porque jamás la obtuvo de su padre”, dijo su sobrina. “Cada vez que mataba un toro, psicológicamente estaba matando a su padre”.
 
También le encantaba la adoración del público, las alabanzas que le decían: “Todos los sexos se lanzan hacia ti”, afirma Bart Paul.
 
De piel clara y cabello rojizo, a Franklin le gustaba ser el centro de atención. A pesar de su gracia en el ruedo, mantuvo su acento de Brooklyn pero, según su sobrina, también podía hablar yidis y varios dialectos del español a la perfección.
 
Según el artículo de The New Yorker, cuando le preguntaron sobre la posibilidad de morir en el ruedo, se rio y dijo: “La muerte, bah”.
 
La tauromaquia estaba en su apogeo en España cuando Franklin llegó en 1929 y los mejores toreros, como él, eran reverenciados con devoción. Ahí fue donde conoció a Hemingway y se hicieron buenos amigos y compañeros de viaje.
 
En su aclamado libro de no ficción Muerte en la tarde, acerca de las corridas de toros, Hemingway describe a Franklin como un ser “valiente con un valor frío, sereno e inteligente” y “uno de los manipuladores del capote con más gracia, habilidad y suavidad hoy en día”.
 
Franklin afirmó haber matado a miles de toros durante su carrera y en numerosas ocasiones recibió cornadas, las cuales le dejaron molestias que lo aquejaron hasta que murió en la miseria, a los 72 años, en un asilo para ancianos en Greenwich Village.
 
Markowitz dijo que a algunas personas les parecía extraño que, antes de ingresar al ruedo en España, las monjas católicas rezaban por su tío, un torero gay y judío de Brooklyn.
 
“Quizá la gente pensaba: ‘Pero usted es judío'”, dijo Markowitz. “Sin embargo, él solía decir: ‘Sí, pero los toros son católicos'”.
 

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: BuscandoLibertad Enviado: 16/01/2022 16:53
 
 

 


 
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